domingo, 12 de diciembre de 2010

Marismas Nacionales, el mar conquistador





El océano Pacífico se come hasta 16 metros de playas por año. El aumento del nivel marino, aunado al severo impacto ambiental de obras de ingeniería como la presa Aguamilpa y el canal de Cuautla, que modificaron el sistema hidrológico que sustenta a los manglares más extensos del Pacífico mexicano, propiciaron la pérdida de 30 mil ha de vegetación natural en 40 años; 10 mil ha estarían ya en el lecho del mar


Marismas de Nayarit. Agustín del Castillo, enviado. PÚBLICO-MILENIO. Este proyecto de investigación fue ganador de una beca de Fundación AVINA en la emisión 2008-2009. FOTOGRAFÍAS: MARCO A. VARGAS

El pozo de agua es un cubo de adobe que sobresale casi un metro de la duna de la playa, extraña arquitectura aún victoriosa de los embates de un mar que en estas latitudes está en guerra permanente contra lo terrestre. A un lado se yerguen, sobre el mismo arenal, los pilares de viejas construcciones abandonadas. Al fondo, las palmeras se mecen al fragor de los vientos.

Si el viajero se sorprende de los heterodoxos métodos constructivos de los habitantes de El Colorado, en el litoral nayarita de Santiago Ixcuintla, don Miguel Ceja lo sacará de la duda. “Antes esto no era la playa; el océano se ha metido más de un kilómetro, se está comiendo todo”, explica sin alarma, como muy hecho a esa idea que remite a las modernas pesadillas del cambio climático, mientras sirve unas sabrosas Pacífico en su palapa superviviente y ofrece manjares de mariscos para los escasos visitantes de este día solar pero lleno de ventarrones.

“Tenemos 42 años caminando desde la orilla”; apunta el viejano hacia un poniente que es puro mar undoso, acomoda las tostadas, pone en charola el pescado zarandeado que se ofrece en todo botanero que se respete; parte limones, destapa la salsa Tamazula, pone en tapita la indispensable sal de grano, recoge servilletas que volaron, hace un par de chistes. Se trata de que los clientes agarren confianza y consuman sin miramientos.

Del mañana Dios dirá, pero aquí parece dejar mensajes contundentes: el mundo es inestable, las fronteras no son definitivas; el agua, la tierra, el aire y el fuego son mezclas duras que dejarían perplejos a los presocráticos. La única esencia es el cambio.

Los estudios científicos sobre esta región consolidan esa noción. “Su origen se relaciona con transgresiones marinas ocurridas durante el Cuaternario y que iniciaron a partir del Pleistoceno tardío y durante el Holoceno […] durante la última glaciación, hace aproximadamente 18 mil años, se tuvo una elevación del nivel marino que cubrió toda esta llanura […] hasta que hace 4,750–3,600 años comienza un cambio en el litoral, conjuntamente con los movimientos neotectónicos de levantamiento de relieve. Es a partir de ese momento que tiene lugar un comportamiento regresivo del mar…” (Regionalización ecológica de la llanura costera norte de Nayarit, Arely González et al, Boletín 69, Instituto de Geografía UNAM).

En esos tiempos, los ríos Santiago y San Pedro llegaban juntos a las marismas y desembocaban en la Boca de Camichín, unos kilómetros al sur de la playa El Colorado. “El siguiente cambio más importante ocurre hace unos mil años, cuando se desprende del río Santiago un distributario [sic] que se hace paso hacia el sur, cuya desembocadura se ubica muy cerca del puerto de San Blas”. Cuando los conquistadores de Nuño de Guzmán arribaron a la zona en los años 30 del siglo XVI, el Santiago acababa de separarse del San Pedro y comenzaba a formar su nuevo delta.

De medio siglo a la fecha, el cambio se vuelve a acelerar, con un fuerte componente de decisiones humanas hoy juzgadas precipitadas. En ese tiempo, tanto en la zona nayarita como en la sinaloense, se terminaron de ocupar las tierras productivas de las orillas, se repartió en derechos agrarios el manglar y el agua, se mataron casi todos los cocodrilos y se persiguió al jaguar; se abrió el canal de Cuautla, se abrieron granjas camaronícolas, se edificó la enorme presa de Aguamilpa y se talaron decenas de miles de hectáreas de vegetación natural, sobre todo mangle y selva baja. Además, muchos manglares murieron con las transformaciones.

Entonces, el mar siguió con su reconquista.

Desenredar la madeja

Marismas Nacionales fue una de las mecas del desarrollismo en los años 70 del siglo XX. Pedro Pérez Rivera, comisario ejidal de San Miguelito, recuerda la maquinaria pesada y las grandes cadenas con que se realizaban en esa época los desmontes de la selva. Don Heraclio Rosas, de Palma Grande, refiere los años de bonanza con el tabaco en la Costa de Oro, cómo se extraían miles de metros cúbicos de madera de mangle para todos los usos y cómo se usaban sin restricciones los temibles agroquímicos que hoy están prohibidos.

Samuel González Rojas, el joven comisario de Palmar de Cuautla, no olvida que en 1973 se abrió el canal para conectar el mar con la laguna de Agua Brava, pese a que no había siquiera nacido, porque fue el hecho que les cambió la vida a los de su pueblo para siempre.

Hoy, no sólo se han perdido 700 metros de playa y 40 casas del centro de población por la erosión desatada, sino que desaparecieron sus bancos de peces y camarones. “Debemos meternos a robar a los esteros para tener algo de pescado”, confiesa. Y no es por casualidad: mientras en San Miguelito han ido dos o tres a Estados Unidos, Palmar de Cuautla tiene al menos a 30 por ciento de sus nativos en la zona de San Diego, California.

“Es imposible asignar el grave deterioro ambiental que ha sufrido la región a un solo impacto o causa; se combinan impactos acumulados —de eventos y acciones antiguas— con impactos alóctonos —de eventos y acciones remotas—, generando impactos sinérgicos, los cuales son muy difíciles de documentar y se prestan a la justificación de las autoridades y al disimulo de los investigadores que no abordan los problemas o lo hacen desde perspectivas disciplinares y unidimensionales”, subraya Manuel Blanco y Correa, investigador de la Universidad Autónoma de Nayarit (UAN).

“Hemos empezado a tratar de desenredar esa madeja pero es un proceso muy tardado y difícil —agrega—. Para nada es sorprendente que se pierdan playas en Marismas Nacionales, pues hay un proceso heterogéneo pero dominante de erosión litoral en casi toda la costa norte de Nayarit, excepto entre la Boca del Asadero y El Sesteo, a tasas de hasta 16 metros —playa El Novillero— de invasión del mar por año; estimamos en cerca de diez mil ha que se ha comido el mar”.

Lo cual está ligado, “al desequilibrio sobre el balance que el aporte sedimentario del río Santiago hacía sobre la elevación del nivel del mar en una zona de oleaje con mucha energía y de arribo de huracanes”, aportes que se interrumpieron al represar el río hace menos de 20 años.

Por otro lado, “el canal de Cuautla efectivamente ha afectado a la boca homónima y sus alrededores, pero su impacto mayor ha sido sobre el régimen hidrológico general del sistema Teacapán-Agua Brava, de cinco mil años de antigüedad”; en ese periodo, la descarga hidrológica de la laguna de Agua Brava salía por la boca de Teacapán con tiempos de residencia de hasta diez meses, y el canal artificial lo acortó a días, provocando con ello el deterioro de cerca de diez mil ha de manglares, desde las lagunas de Pescadero y El Chumbeño, los esteros Santa María, Los Murillo, Quimichis, de Cuautla, Puerta del Río, Isla Panales, Laguna Agua Grande y Laguna Grande, entre otros”.

En resumen, las hipótesis que maneja el grupo de científicos de la UAN que coordina Blanco y Correa, son dos, complementarias: la primera señala que “la retención de sedimento del río Santiago en la presa de Aguamilpa es responsable de la disminución y/o suspensión del aporte de hasta 80 por ciento de los sedimentos que durante los últimos cinco mil años sostuvieron la progradación [sic] costera que construyó Marismas Nacionales y que mantuvo la elevación del nivel del mar a raya; en su ausencia el mar reclama su sitio, en especial en un escenario de cambio climático que augura calentamiento continuo y, por lo tanto, aumento en la tasa de elevación del nivel del mar”.

La segunda refiere que “la apertura del canal de Cuautla, aunada a diversos impactos humanos, sobre todo de las autoridades al construir obras, […] ha modificado el régimen hidrológico y sedimentario en casi todos los sistemas generando desde mortalidades de mangle hasta invasión de especies dulces al manglar”.

Blanco y Correa no pierde la perspectiva, pero puntualiza con ironía: “la elevación del nivel del mar ha existido mucho antes que el hombre afectara estos sistemas, y en su etapa más reciente ha sido controlada por el sedimento de los ríos; hasta que llegamos, y en los últimos 40 años ‘conquistamos’ la costa...”.

Sometidos al agua

Las marismas son un reino anfibio. Según la estación del año, estos pantanos se llenan de agua que desborda parcelas, invade asentamientos humanos e inunda las mismas carreteras pavimentadas con que el hombre ha intentado domeñarlas.

Decenas de miles de hectáreas pobladas de mangle son hendidas por canales naturales de unos pocos metros de anchura y kilómetros de longitud, que se abren o cierran como selvas tropicales. En diferentes manchones se forman islotes en cuyo interior se pueden encontrar estanques de agua dulce, esencial para la supervivencia de los animales terrestres adaptados al medio. Mapaches, coatíes, venados, ocelotes y jaguares deben atravesar en algún momento algún tramo de esta enorme red fluvial. Los pescadores con lancha de motor son sus verdaderos amos. Algunos cultivan el ostión, sobre todo en la parte sur; hacia el norte y el oriente, hay granjas de camarón, pero el crustáceo pescado en el estero sigue siendo la principal extracción.

La demarcación nayarita, de casi 134 mil hectáreas, acaba de ser elevada a categoría de reserva de la biosfera en mayo de este año, mientras el sistema sinaloense está en el proceso, detenido en tanto avanza el megaproyecto turístico del Fonatur (Fondo Nacional de Fomento Turístico) en Escuinapa, que en agosto pasado fue encontrado “incompatible” con la conservación de los humedales por una misión especial de asesoramiento de la Convención Ramsar solicitada por el gobierno mexicano. La región es parte de la lista de humedales de importancia internacional de las Naciones Unidas. Incluso, dadas las evidencias, los expertos sugieren que la zona se integre al registro de Montreux, donde están los humedales prioritarios en mayor riesgo del planeta.

Por si fuera poco, la Comisión Federal de Electricidad tiene en planeación la presa Las Cruces, una hidroeléctrica que represaría el río Mezquital-San Pedro, principal aportador de agua dulce a las marismas, lo que a juicio de Blanco y Correa, sería la estocada final para la región. La oposición de ecologistas y de pobladores es mayúscula. La Convención Ramsar ve con preocupación el megaproyecto (el informe de la misión Ramsar de asesoramiento fue publicado el 9 de agosto de 2010).

Si a esto se agrega que otras dos presas están por entrar en operación en la zona de Sinaloa (Picachos, construida, y Santa María, en proceso), así como una extensa red de autopistas para atraer inversión de todo el país, el panorama se complica, añade por su parte la ambientalista Sandra Guido, de Conselva.

Por si faltara, los moradores de la región, muchos de ellos ni siquiera nacidos en sus márgenes, demandan obras y servicios, reconocimiento económico a los servicios ambientales que preservan para el mundo, y un esquema económico que les dé viabilidad.

“La gente está cansada de escuchar a expertos que dicen lo que se puede hacer para mejorar, de cursos y capacitación; los compañeros quieren acciones, quieren proyectos para mejorar las siembras, la ganadería, la conservación del manglar, el manejo de la uma [unidad de manejo ambiental], el turismo, la educación y la salud […] es una pena que tengamos tanta ignorancia y ni siquiera haya el cuidado mínimo para un ecosistema, luchar con todo esto es una carrera llena de obstáculos”, se queja la comisaria del ejido Palma Grande, en Tuxpan, María Guadalupe Medina López.

Así, estos humedales son teatro de la batalla planetaria entre la economía y la conservación.

Coda

El sonsonete de la música de banda que sale de una rocola invade la tarde y se confunde por un momento con el clamor del oleaje en Palmar de Cuautla. Las calles de arena se han compactado con las últimas lluvias, sin faltar grandes charcos a las orillas de la banqueta. Hacia la playa, una gran pila de piedras fue el último intento por contener el desmoronamiento del litoral frente al empuje irresistible del océano: “el agua ya le dio la vuelta y ha seguido su camino, y eso que el gobierno le metió muchos millones de pesos para traer todo este material”, observa desencantado Samuel, el nuevo comisariado.

¿Alguien pensó en lo que se vendría cuando se les entregó la obra del canal de Cuautla, en tiempos de redentorismo echeverrista? Ahora se habla de grandes espigones, de nuevas barreras de materiales a la misma boca del canal, pero no hay acuerdos, porque los ejidos del fondo de la marisma, más allá de la laguna de Agua Brava, dicen que gracias a la comunicación artificial con el mar ellos tienen el camarón en sus aguas quietas.

El sol cae en lontananza, pero en las tinieblas, el mar no descansará.

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CLAVES

Importancia excepcional

20 % de la superficie de manglar de México está enclavada en la región de las Marismas Nacionales que comparten Nayarit y Sinaloa (65%-35%, respectivamente).

La zona está protegida con dos declaratorias (1995 y 2007) de sitio Ramsar como humedales prioritarios internacionales; también pertenecen a la red de áreas internacionales para conservación de aves (Aica), pues hospedan al menos 140 mil aves en temporada invernal.

El gobierno federal decretó 133,854.39 hectáreas del estado de Nayarit como reserva de la biosfera Marismas Nacionales, en decreto aparecido en el Diario Oficial de la Federación el pasado 12 de mayo de 2010. El decreto correspondiente al área de Sinaloa, sobre poco más de 40 mil hectáreas, ya está en fase de consulta y se espera que se publique en el año 2011.

La zona conserva poblaciones aún viables de jaguar y de cocodrilo de río, así como contiene en sus playas arribazones de tortuga golfina. Se han documentado 400 especies de aves.

Los manglares y humedales costeros en general son centros exclusivos para la reproducción de pesca de alto valor nutricional y comercial, sirven de amortiguadores para huracanes, capturan carbono y son hospedaje de numerosas especies en peligro de extinción.

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