domingo, 4 de septiembre de 2011

Los mayas, una resistencia secular




Los pueblos mayas de la península de Yucatán han luchado por mantener su cultura desde la conquista pese a la influencia exterior. En la actualidad se adaptan a los desafíos de la nueva economía mundial


Felipe Carrillo Puerto, Quintana Roo. Agustín del Castillo, enviado. MILENIO-JALISCO. Edición del 21 de agosto de 2011. Este proyecto de investigación fue ganador de una beca de Fundación AVINA en la emisión 2008-2009. FOTOGRAFÍAS: MARCO A. VARGAS


El santuario de la Cruz Parlante sobrevive en el corazón de esta tórrida ciudad, la antigua Chan Santa Cruz, capital de la resistencia maya del último siglo y medio. Es una finca blanca con techo de palma a dos aguas, piso de madera, un campanario triple al frente, y a los lados, dos chozas menores; complejo enclavado sobre un pequeño promontorio al que se accede por una escalinata, y que lo hace sobresalir de la densa vegetación del terreno, sobre una calle empedrada y silenciosa.

Para los turistas, se trata de una curiosidad cultural. Pero los conocedores de la historia peninsular saben que es uno de los símbolos mortecinos de la legendaria resistencia india a la penetración española y mestiza. “Todas las mañanas, el sacerdote oficia una misa, y vienen muchos fieles”, explica Severiano Chablet, quien esta semana de primavera guarda el recinto como parte de sus obligaciones de seguidor de la iglesia católica maya.

Las ceremonias son en lengua aborigen, pero no distintas del simbolismo del ritual católico tradicional. Como en las mezquitas de Alá -¿relación improbable?- está prohibido ingresar con calzado a la zona sagrada. El altar es dominado por una cruz con un Cristo doliente, como en todos los cristianismos del mundo. Pero esta cruz es prodigiosa: les daba señales a los rebeldes y guiaba su rebelión.

“Mi abuelo me decía que daba esas señales, no es que hablara -repone Severiano, maya macehual (con raíces ancestrales en la zona)- es como cuando una vela que está prendida se apaga de repente, es una señal que dice algo […] desde antiguo, los abuelos dicen que los sacerdotes mayas reciben señales cuando va a caer un huracán sobre Quintana Roo, una señal de Dios que nos protege a todos…”.

Los mayas, entre aborígenes y migrantes recientes (tres décadas) de Yucatán, no ven obstáculo en guardar esta devoción y vivir y morir dentro del catolicismo ortodoxo. De hecho, existen hasta cinco santuarios de la Cruz Parlante. La cosa cambia con los conversos a otros cristianismos menos flexibles, de línea evangélica.

“Se mantiene el culto porque es algo significativo, que nos viene de la guerra de castas”, opina don Pedro Celestino, presidente del ejido Betania, migrante yucateco cuyos antepasados vivieron en carne propia la rebelión decimonónica que terminó de aplastar el presidente Porfirio Díaz en el reciente 1901.

Los indios de esta época son pacíficos, pero se niegan a dejar de ser mayas. Han recibido gigantescas dotaciones y ampliaciones de ejidos en las selvas bajas y medianas de este estado que hace 40 años estaba casi deshabitado, y han tratado de hacerlas producir con sus sistemas agrícolas tradicionales –tumba, roza y quema-, pues la milpa sigue siendo base del sustento, pero también han establecido áreas protegidas y programas de manejo de la compleja selva, para aprovechar sus maderas preciosas y semipreciosas.

La región de influencia de Felipe Carrillo Puerto tiene 300 mil hectáreas de selvas. “Los que trabajamos con ellos hemos aprendido la importancia de la milpa y de las fiestas mayas, que es muy fuerte: no importa que haya un viaje a Estados Unidos, ellos no van a ir si les toca su fiesta; es tan drástico que explica por qué perdió la rebelión maya: a punto de tomar Mérida, se fueron a sembrar la milpa, porque ya tocaba; así de fuerte es su cultura”, destaca la técnica forestal Victoria Santos Jiménez, que asesora a una organización indígena.



De este modo, lo económico y lo político se subordina a las costumbres, el rito y la relación con lo sagrado. “Varía en los distintos puntos de la región; más de Carrillo Puerto que de Lázaro Cárdenas o José María Morelos; Carrillo Puerto es la zona más tradicional. Aquí la mayoría se llaman mayas macehuales, porque también hay los mayas yucatecos que traen otra visión más modernizada, fruto de la economía del henequén, de la que migraron […] hay toda una experiencia que le da como una marca: aquí es el único sitio donde están los centros ceremoniales mayas, y sólo la línea política dividió a Tulum de Carrillo Puerto; allí está el quinto centro de la Cruz Parlante”, refiere la experta, con más de dos décadas de experiencia entre macehuales y yucatecos.

Cíclicamente, los dueños de estas selvas deben emerger de desastres económicos y ambientales: desde 1970, la compra de durmientes para ferrocarril fue la base de toda la economía forestal local, pero es un mercado que se cerró en 1998 tras generar durante casi tras décadas 200 mil piezas de durmientes por año. Y más recientemente, en 2007, el huracán Dean golpeó con inusitada violencia, y más que muertes, devastó la mitad de la floresta. Un recorrido por Betania y por Noh Bec demuestra la realización de otros prodigios: la ubérrima naturaleza, en apenas cuatro años, ha cubierto de nuevo la mayor parte de los vastos espacios desmontados tras el paso del meteoro.

La condición indígena también remite, como en todo México, a la marginalidad. El Consejo Estatal de Población de Quintana Roo, difundió apenas en julio pasado que la zona Maya (con los tres municipios ya mencionados) está en la precariedad social, “tomando en cuenta como principales factores de esta condición la educación, vivienda, ingresos monetarios y la distribución de la población”. Uno de cada cinco habitantes no sabe leer y escribir, muy lejos del promedio del estado, de 6 por ciento.

Vicente Mex May es hijo da la diáspora yucateca, y habita Betania. Tiene 74 años y llegó hace apenas 34. Proveniente de Quixilu, junto con 120 personas que migraron tras un pleito en la comunidad, arribó a una aldea de apenas diez personas, entre tupido boscaje y abundante fauna tropical. Ese espacio ha sido pacientemente colonizado por la milpa, que incluye el maíz, la calabaza y el frijol. “De dónde venimos ya no había chamba, la tierra no daba mucho, no tenía caso seguir; aquí uno come”, comenta mientras deambula entre los árboles colosales de la comunidad, donde se pretende establecer un proyecto ecoturístico.

Al final del camino, una ruina milenaria se desmorona al pie de un cenote, entrada al inframundo. Los jóvenes mayas bajan temerarios por las raíces de las higueras salientes, a bañarse en el espejo quieto del agua.

***

“Los individuos pueden morir, pero el mundo que uno ha abarcado con su mente y su corazón, tiene que seguir viviendo…” (La guerra de castas de Yucatán, Nelson Reed).


-------------------------------------------------------------

Una economía en cambio

La economía de la península de Yucatán se ha transformado de forma radical en cuatro décadas, tras la debacle henequenera, la crisis agropecuaria general y la apertura y éxito de Cancún como imán de inversión fundamental del país, señalan Juan Córdoba, Ana García de Fuentes y Matilde Córdoba, en su artículo “Modernidad ambiental frente a tradición, problemas y perspectivas en el caso de la península de Yucatán”, publicado en los anales de geografía de la Universidad Complutense.

“Entre 1970 y 1996, las actividades agropecuarias han perdido peso en las estructura del producto interno bruto regional, al pasar de 25 a 4 por ciento, mientras las actividades industriales pasaron de 20 a 25 por ciento, y las de servicios, de 55 a 71 por ciento”. El cambio entraña nuevos desafíos, destacan.

-------------------------------------------------------

La historia de Chan Santa Cruz

• Felipe Carrillo Puerto, el principal municipio maya de Quintana Roo, fue fundada por lo aborígenes con el nombre de Noh Cah Santa Cruz Balam Nah Kampokolche, centro de los rebeldes durante la Guerra de Castas, entre 1847 y 1901. Tomado y saqueado al menos en tres ocasiones, mantiene ese imán simbólico. Allí se sitúa todavía el principal santuario de la Cruz Parlante

• A principios del Siglo XX fue rebautizado como Santa Cruz de Bravo y fue hasta cerca de 1930 la capital del Territorio de Quintana Roo, cuando fue trasladada la capital a Payo Obispo, hoy Chetumal

• En 1930 recibió su actual nombre, en honor al gobernador socialista de Yucatán, Felipe Carrillo Puerto

• La leyenda. Tras severas derrotas sufridas de manos de los yucatecos mestizos, los mayas se repliegan a lo profundo de la selva, y encontraron tres cruces en la corteza de una caoba situada junto a un manantial; lo consideraron un símbolo milagroso y empezaron a hacer ofrendas a las cruces; uno de los capitanes, de apellido Barrera, los convenció de que esas cruces habían descendido del cielo con el fin de apoyar la rebelión: la cruz “hablaba” por medio de un intérprete, de los cuales, el primero fue Manuel Nahuat

No hay comentarios: