jueves, 22 de septiembre de 2011

Campo vs ciudad, la guerra por el agua



Una querella que las ciudades sólo ganan en el corto plazo. La concentración de poder en las urbes lleva a colapsos ambientales: experto. También contribuye la acumulación de representación, dice investigador del ITESO. Pero a la larga, la destrucción de los recursos naturales las hace perdedoras

Guadalajara. Agustín del Castillo. MILENIO-JALISCO. Edición del 12 de septiembre de 2012

No hace falta cristalizar una escena de la saga cinematográfica Mad Max o más recientemente, Quantum (del agente 007), para asistir a una guerra por el agua. En esta región del país ya se han vivido fuertes tensiones que conducen a ella. Y aún sin fusiles y disparos, las áreas rurales de El Bajío y de Los Altos mantienen hostilidades con las zonas metropolitanas de Guadalajara y León. En desventaja.

Esto piensa el investigador del ITESO, Rodrigo Flores Elizondo, quien ha dedicado buena parte de su trabajo de los últimos años a documentar la disputa por los recursos. Dada la circunstancia política y social tendiente a la urbanización, son las ciudades las llamadas a ganar, en el corto plazo, este tipo de disputas, como sucedió en el caso de la cuenca Lerma y está a punto de resolverse con la controversia de mil habitantes alteños contra el proyecto El Zapotillo.

“Lo que estamos viendo ahorita es la ciudad contra el campo, y esto es algo como de la Edad Media, pero al revés: el campo tenía todas las posibilidades de desarrollarse frente a las pequeñas ciudades, que después empiezan a crecer [...] siglos después, ves que las urbes prosperaron demasiado y ahora le quitan los recursos al campo; en México lo que tenemos es que las ciudades tienen agua subterránea y de repente empiezan a necesitar agua superficial, y a absorber los recursos que serían para el campo y para los ecosistemas, y en consecuencia, lo que hacen los del campo es tomar el agua más fácil, la que nadie les va a reclamar, no otro distrito de riego sino de los ecosistemas también, o usar el agua negra de las ciudades”, subraya en entrevista con MILENIO JALISCO.

Esta historia “la podemos ver reeditada en la crisis que hubo del agua aquí en Guadalajara contra el campo de Guanajuato, a fines del siglo XX; tenemos esa sequía reflejada en el bajo nivel del lago de Chapala, y empiezan a entrar varios agentes para gestionar el problema; logran firmar ese acuerdo de la distribución de aguas superficiales en el 2004 y el resultado es que todos dicen que fue un ganar, ganar, pero los agricultores siguen inconformes; y lo que sucedió es que ellos se oponían a los trasvases y el acuerdo los hizo ley[...]”.

—¿Eso es un triunfo de la ciudad?

—Sí, el resultado de la política optima conjunta es que gana la ciudad [...] hay un análisis político que dice que no es nada más que sea la ciudad más capaz o más eficiente para usar el agua; siempre hay un línea política que da muchas luces utilizando la metodología del agente, de las necesidades del agente, y el enfoque de la construcción social del medio ambiente, y así uno puede empezar a sumar agentes para ver cómo construyen nuestra visión del medio ambiente...

Lo que está detrás de esta aproximación “es que la naturaleza ahí está, los árboles, el agua, pero las forma en que las sociedades humanas se relacionan con ella, se apropian de una parte sí y otra no, cuál explotamos, quién se queda con la ganancia, quién paga los costos, todas son construcciones sociales, no están dadas por la naturaleza; qué agentes están involucrados, cuáles tienen más capacidad que otros para hacer un cambio, cuáles sufren más los costos”.

Todo esto integra los análisis de la construcción social del medio ambiente, “para empezar a seguir esas líneas políticas que nos preocupan de la ciudad al campo, y en este episodio del lago de Chapala a principios de siglo podemos involucrar a los gobernadores, primero a los ambientalistas que son los que estaban haciendo ruido a fines del siglo XX y a los agricultores, que son los que empiezan a sentir castigadas sus concesiones de agua, pero luego empiezan a entrar los políticos, que definen el rumbo a favor de la ciudad.

—¿Estas guerras está el campo condenado a siempre perder?

—Va a perderlas porque las ciudades concentran el poder político y los votos [...] pero la ciudad contra el campo será finalmente una derrota para la ciudad, porque es insustentable un conglomerado de tantos millones de habitantes, lo mejor seria que hubieran varios desarrollos medianos, equilibrando el uso de los ecosistemas locales.

—O sea, el triunfo inmediato es de la ciudad por su poder político, pero a la larga la ciudad sacrifica sus propias bases...

—Es correcto, vamos a extrañar la vida del campo, porque la vamos degenerando, la vamos destruyendo; se dice que en Temacapulín, Acasico y Palmarejo no juntas mil personas, pero por qué mandar agua para las zonas metropolitanas cuando puedes desarrollar Lagos de Moreno y generar menos problemas. Es por eso una visión más cercana a la lógica inmediata de lo político.

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