domingo, 25 de septiembre de 2011

Del evangelio franciscano a la "buena nueva" priista



El creador del Huicot cuenta cómo la política abortó un plan de desarrollo. Concebido como una operación de desarrollo desde la visión de huicholes, coras y tepehuanos, el echeverrismo lo metió en la camisa de fuerza de su doctrina del progreso, señala Manuel Arreguín, arquitecto del plan que quedó enterrado en la demagogia priista

Guadalajara. Agustín del Castillo. MILENIO-JALISCO. 

Hace 46 años, la Sierra Madre Occidental era más remota y no tenía acceso por caminos. Resultaba indispensable tomar avioneta de Guadalajara o Magdalena para atravesar sus escarpadas soledades y llegar a sus modestos centros poblacionales, indígenas o mestizos: San Andrés Cohamiata, Jesús María, Bolaños, Guadalupe Ocotán, San Sebastián Teponahuaxtlán.

Los asentamientos de colonos, algunos con deslumbrante arquitectura colonial, como Bolaños o La Yesca, estaban en el abandono, ante la debacle de los emporios mineros y la incomunicación propiciada por un territorio áspero, dominado por cañones profundos y mesetas agrestes. En las aldeas indígenas, enclavadas en las partes altas, se encerraban en cuanto llegaba el extraño. “Comenzaban a salir en cuanto veían que no traíamos armas”, señala don Manuel Arreguín González, artífice de operación de desarrollo Huicholes Coras Tepehuanos (Huicot), que elaboró penosamente con su amigo Mónico Rosales Hernández, en los años del presidente Gustavo Díaz Ordaz, para verla enterrar entre la demagogia de la Administración de Luis Echeverría Álvarez.

Los bosques eran amplios y misteriosos. Los animales que hoy se han extinguido, como el lobo y el oso, todavía marcaban los anocheceres, y la magia de las religiones milenarias de los aborígenes permeaba a todo el mundo natural y regía el pulso de las comunidades.

La tarea de Arreguín González y de González Hernández se debió realizar, a partir de las pistas de aterrizaje, a pie, venciendo la desconfianza indígena, mediando las rencillas que ya eran permanentes entre el personal del Instituto Nacional Indigenista (INI) y la orden católica franciscana –que se disputaban cuerpos, cerebros y almas de los naturales-, y sobre todo, en un proceso en que alcanzaron la comprensión de que lo que querían y necesitaban los pueblos indios de la sierra para permanecer no era la versión de progreso que luego se les quiso imponer.

Don Manuel, con más de ochenta años de edad, está retirado, pero mantiene la memoria lúcida de sus trabajos en torno al plan Lerma y cómo eso se convirtió después en la operación Huicot, de la que fue expulsado por los políticos del presidente en cuanto estos tomaron la sierra y decidieron que lo mejor para los indios era su conversión a la “buena nueva” priista.


Caminar la sierra
Todo nace de la Alianza para el Progreso que a comienzos de los años sesenta del siglo XX lanza el presidente John F. Kennedy a sus socios en América Latina, como política de buena vecindad. Se pidió una región para establecer un plan de desarrollo, y se señaló la Lerma- Santiago, altamente poblada, productiva, bien comunicada, pero con espacios de montaña semiaislados, poblados de indígenas tanto al sur, en Michoacán, como al noroeste, en Jalisco, Nayarit, Zacatecas y Durango.

Plan Lerma fue un programa de inversiones que encabezó el ingeniero Elías González Chávez. Se subdividió la vasta demarcación hasta llegar a “grandes unidades de vida colectiva”, explica Arreguín González. De ahí surge la región Huicot, que son los territorios centenarios de los huicholes o wixáricas, los coras o nayeris, los tepehuanos u o’dam, y donde además, la exploración de Arreguín y Rosales se encuentra con un reducto de 300 nahuas que no se sabe bien a bien cómo llegaron a estas montañas: los mexicaneros.

“Anduvimos en la sierra siete meses; entonces no había la cartografía, ni había gps [geoposicionador geográfico] ni nada de eso; esto fue en 1965, nos ayudamos con unas cartas que tenia el ejército, unos mapas con croquis que ellos tenían para la campaña de erradicación del paludismo, y comenzamos a hacer la geografía; luego, los huicholes nos llegaron a enseñar cartas que ellos tenían de cuando tenían su declaración de propiedad, sus títulos virreinales, para completar los trazos…”.

La comunidad “más conservadora o mas clásica” de las costumbres wixáricas era San Andrés Cohamiata. En contraste, “ya estaba más adoctrinada por los franciscanos Guadalupe Ocotán, que era más chica […] luego, en Mezquitic, el INI era el que operaba y tenia ahí una casa; yo fui a México para hablar con el director de esa época, el famoso antropólogo Alfonso Caso, y él se molestaba por la intromisión de los franciscanos; Mónico y yo debimos limar las fricciones entre ellos”.

- Para el INI, los francisanos alteraban la cultura huichola…

- Sí, para ellos sí; los franciscanos tenían dos misiones con los huicholes, pero en Jesús María, con lo coras, era más grande la influencia, pero de la iglesia católica en general, pues tendían una prelatura. Por otro lado, en la sierra había el grupo de los huicholes mayores [de edad] que no quería saber nada de los franciscanos, ni del INI, querían que de nuevo los dejaran solos; y luego habían los que estaban con el INI y los que estaban con los franciscanos, pero los franciscanos nomás tenían primaria, así que después de la primaria pues que Dios los socorra, pero para poder recibirlos ahí ellos los adoctrinaban en la religión cristiana […] los del INI tenían el problema de bajos recursos, tenía personal muy escaso, un doctor, y andaban errantes de un lado para otro.

Lo que le preocupaba más a los indígenas era la cuestión de la tierra. Todos los expedientes de invasión de posesionarios ganaderos que no se han terminado de resolver en el siglo XXI, ya estaban abiertos.

“En Durango ya lo hacían con los tepehuanos y tenían pleito cazado, incluso hicieron una matazón de tepehuanos los de Zacatecas y Durango, por pelearles los límites; los de Durango querían recorrerlos para que les dejaran lo mejor del bosque; y acá con los huicholes se comenzaban a meter por el parteaguas de la sierra de Bolaños, además del lado de Nayarit…”.

Las carencias en asistencia médica eran críticas. En una ocasión, unos hombres tepehuanos dijeron que ellos querían una campana para su templo, que ya tenían sus médicos, pero “un grupito de mujeres alcanzaron a oír y le dijeron a Mónico, eso no es cierto, sí queremos que vengan aquí médicos”.

- ¿En siete meses generaron una estrategia para ayudar a que la región saliera de la marginación?

- Sí, lo que queríamos promover era el desarrollo, a partir de su visión, de su mundo, entonces con toda esta información más lo que nosotros pudimos conseguir con la observación, ya teníamos la estrategia a seguir: primero un plan de acción inmediata, una serie de acciones concretas y físicas, y simultáneamente estudiar a fondo la región […] dentro del plan de acción inmediata, en el plano horizontal buscábamos reforzar lo que habían estado haciendo en forma aislada los del INI y los franciscanos, porque uno de sus problemas era el conseguir alimentos, y lo que queríamos era enriquecer a esos pequeños asentamientos convirtiéndolos en centros de desarrollo básicos, que tuvieran también un dispensario médico atendido por indígenas preparados como paramédicos, y que pudieran manejar ahí algo de medicamentos, y que eventualmente fuera un pasante de medicina […] y que ahí mismo estuviera la escuela, para que tuviera estos elementos básicos.

Desde esa estrategia focalizada, se comenzarían a atender grandes problemas, como las tierras y el acoso de invasores y talamontes.

- ¿No querían caminos?

- No, decían que era abrirles caminos para que los invadieran y les tumbaran sus bosques, así que esto tenía que ser gradual; importaba más la interconexión entre las comunidades; por ejemplo, en Tuxpan quedaban a veces incomunicados en tiempos de lluvia porque ya no podían cruzar el río, entonces era hacer el vado o el puente…



Con Echeverría topamos
Fue cuando el candidato del PRI, Luis Echeverría, reparó en que existía el Huicot y lo integró a sus proyectos de gobierno. “Pero luego empezó la politiquería, y toda la gente de Echeverria quería participar en la operación Huicot, y comenzaron a venir…”.

Además de integrar los liderazgos al PRI, se pusieron a generar obras que no les pedían. “Por ejemplo, en San Andrés está la casa de gobierno, enfrente la cárcel y el templo, y luego sigue una plaza de tierra; ellos todas sus peregrinaciones a Wiricuta las arrancaban ahí, desde el centro, y tenían que pisar la tierra, pero a un arquitecto se le ocurrió que ahí iba ser una plaza encementada, pero no lo dejaron los huicholes[ …] él me preguntó, por qué no quieren eso; yo le decía: es que usted no conoce su cultura, ni cuales son sus creencias, y ellos necesitan sentir la tierra, necesitan pisarla, y usted quiere encementarla, y así pues nomás no”.

Don Manuel y don Mónico quedaron fuera del Huicot. Alguna vez, en México, les preguntaron sobre un plan de caminos. “Yo les advertí: no hay que comenzar con eso, lo único que van a hacer es abrirle la entrada a todos los talamontes, y así los van a fastidiar, mejor abra caminitos interiores que los comuniquen a sus comunidades, y eso de salir al exterior déjenlo gradualmente…”. Lo mandaron con Porfirio Muñoz Ledo, uno de los miembros más poderosos del gabinete presidencial, quien lo saludó y prometió tomar en cuenta sus planteamientos, pero nada sucedió ya.

- No querían a los franciscanos ahí pero luego los fueron a evangelizar como priistas…

- Sí, jaja, total que se hizo un desbarajuste, y quedó en nada, se desperdició una gran oportunidad de llevar verdadero desarrollo.

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