domingo, 28 de noviembre de 2010

Manuel M. Diéguez, el gran jefe revolucionario


Guadalajara. Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO. Edición del 18 de noviembre de 2010

Fue bautizado como Manuel Macario, nació en Guadalajara en 1874, y salió a la notoriedad como uno de los líderes de la legendaria huelga de Cananea, en Sonora, en 1906, lo que lo llevó a padecer prisión en San Juan de Ulúa por cinco años, hasta que el régimen de Francisco Ignacio Madero lo liberó como preso de conciencia.

Pero la agitada vida lo llevaría a ser uno de los grandes generales del carrancismo contra el usurpador Huerta; a afrontar al villismo codo a codo con Álvaro Obregón, y a sumarse a la lucha contra éste y a favor del sonorense Adolfo de La Huerta. La muerte violenta, dentro de esa insurrección, lo alcanzó en Chiapas en 1924.

Esta es la apretada biografía del que probablemente es el jalisciense con mejores credenciales revolucionarias de la gesta que este sábado alcanza un siglo de comenzada. Pero los méritos de Manuel M. Diéguez no se limitan a la vida azarosa del hombre de guerra y del líder sindical; ayer, tres de sus descendientes y los diputados del Congreso del estado ayudaron a recordarlo: sus decretos como gobernador de Jalisco, entre 1914 y 1918, lo hacen un genuino precursor de la Constitución de 1917.

El homenaje al héroe constitucionalista se dio en el marco de una exposición fotográfica que ilustra los distintos momentos de la vida pública, proveniente de los archivos de la familia Diéguez. Enrique Fernández Diéguez, Penélope y Ariel Diéguez, todos bisnietos, destacaron el celo familiar de su ancestro: la salida a Cananea se debió a la apretada situación económica de su familia de ocho hermanos a la que debía aportar para el sustento. Era compasivo, a diferencia de Obregón, y por eso los enemigos se le rendían para que les perdonara la vida –el sonorense fusilaba–. También fue fiel hasta la muerte al carrancismo y si se rebeló contra Obregón, añadió Enrique, se debió a que éste “buscaba reelegirse”.

Pero sus más de cien decretos son su mejor herencia: el decreto tercero abolió los cantones y el poder caciquil de los “jefes políticos” a favor del municipio libre; el 24 estableció las bases educativas del tercero constitucional: laica, pública y gratuita; su experiencia obrera lo llevó a promulgar “la primera Ley del Trabajo” que claramente tenía los elementos de avanzada de 123 constitucional.

Tantos afanes se vieron frustrados por la muerte violenta. Su bisnieto Enrique espera que en México no haya más revoluciones armadas, “la familia Diéguez perdió a muchos por eso”.

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