domingo, 22 de agosto de 2010

Tenacatita, una aventura hacia una playa cerrada


La Huerta. Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO. Edición del 20 de agosto de 2010

En tiempos de desalojos e inquina, los caminos abiertos por el progreso no son los más seguros para alcanzar la ansiada playa pública —como lo son todas las playas de este país— de Tenacatita.

No obstante, el intento se debe hacer, pero una sexteta de policías estatales esperan, al pie de una carretera privatizada, más celosos y malencarados que el magistrado Catón, que obstruye la salida del infierno a los condenados (“¿Quiénes sois vosotros, que contrario al ciego río, habéis huido de la prisión eterna?”, Purgatorio, canto II, Divina Comedia): “Está prohibido el paso”, afirman, muchísimo menos inspirados y elocuentes que el sabio latino, sin molestarse en ofrecer la explicación que la razón demanda sobre las leyes y los gobernantes que les han dado la encomienda.

A los lados, se extiende una malla ciclónica recientemente instalada que penetra como cuchillo entre el manglar, una amplia zona también federal que igualmente ha sido privatizada. No hay indicaciones de algún camino alternativo, siquiera una vereda, que conduzca con seguridad a los viajeros hacia los arenales del litoral.

Para seguir el intento hay que regresar al poblado de El Rebalsito. Después, tomar una terracería que atraviesa potreros y pantanales, hasta llegar a una de las orillas de la vena de Tenacatita, el complejo lagunario que se extiende casi paralelo a la línea del mar. “Podríamos intentar llegar hasta la playa por esta ruta, pero los policías están saliendo y te obligan a regresarte”, explica Chito, uno de los restauranteros que perdieron sus bienes con el desalojo del 4 de agosto.

Una lancha de motor permitirá tomar la ruta más cercana al mar, a un costado de la también privatizada playa de Boca de Iguanas, a donde sólo acceden los huéspedes del hotel Los Ángeles Locos, o los mentirosillos que ingresan prometiendo consumir en el restaurante del lugar. De ahí se dobla a la derecha, y se acelera para librar el oleaje que pega fuerte.

Los acantilados y el mar picado son la primera parte de la travesía —¿por allí marcharán los visitantes provenientes de La Manzanilla, a pie?—, y como un kilómetro después se divisa la famosa playa de 2.5 km de longitud, llena de palapas derribadas, maquinaria que demuele pacientemente las fincas con 20, 30 o 40 años, y patrullas de los policías estatales, que acechan con astucia ante el eventual arribo de algún alma perdida.

Éste es el laberinto que se debe librar para que un ciudadano ejerza su derecho al libre tránsito hacia un espacio que es propiedad de la nación. Pero abandone las ganas: los gendarmes no lo dejarán desembarcar. Si está inconforme, consiga un amparo, un juez que esté dispuesto a ordenar ejecutarlo… y un gobierno celoso del Estado de derecho.

1 comentario:

Dobie dijo...

El dia 25 de agosoto - Ahora camiones de volteo estan echando mucho escombro de las casas y los restaurantes que ha tumbado el mobilario Rodenas, en la laguna que es supuestamente protejido por leyes federales. Es donde nacen muchos pescados y camarones. Donde esta SEMARNAT o PROFEPA para parar ese delito tan grande y multar los que estan destruyendo la playa y la laguna. Gracias por todos sus reportes y su apoyo en dando informacion al publico