domingo, 8 de agosto de 2010
Centro deportivo deteriorado, en ruta a la fama
Guadalajara. Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO, edición del 6 de agosto de 2010
Las casi 23 hectáreas de la unidad deportiva Ángel Romero Llamas y demás edificaciones adyacentes parecen contener rastros de una ciudad olvidada que no terminó de construirse, o bien de una que, tras el auge, se redujo a ruinas, hace mucho tiempo, cuando las ciudades eran pequeñas y sobrias, y no los monstruos insaciables de tierra y recursos que hoy prosperan por todas las regiones, como es el caso de esta noble y leal zona conurbada.
Aquí, pese al desastre del presente, se aprovechará un predio bien comunicado, dotado con toda la infraestructura de servicios y suficientemente espacioso para albergar “instalaciones deportivas que tienen que ver con los Juegos Panamericanos de 2011”, según dijo ayer el gobernador Emilio González.
Pero, en realidad, la única instalación que falta de definirse es justamente la del estadio de atletismo, de manera que la duda solamente atormenta a Perogrullo.
La unidad se concibió como un rompecabezas de equipamientos deportivos “de primer mundo”, como se suele calificar en lenguaje gubernamental todo proyecto ambicioso y de incierto resultado.
Y se nota: hay en existencias todo lo que se necesita para un área de ejercicios completa: una alberca techada —lo mejor entre lo que sobrevive—, canchas de futbol y de tenis, andadores para los voluntariosos corredores matinales o diurnos, estacionamientos, comedores, un jacalón donde se resguarda la deteriorada caballería municipal —un caballo azabache, flaco pero de hermosa alzada, devora hierbas entre pilares invadidos por maleza—, torrecillas sin ton ni son desperdigadas entre la tierra y el zacatal e incluso una especie de auditorio.
Pero, salvo el foso de nado, que se ve en buenas condiciones, lo demás da la impresión de haber carecido de mantenimiento por mucho tiempo, por lo que los andadores están destruidos como si una avenida de agua se los hubiera llevado y abierto zanjas a su paso. Hacia el centro del lote se ubica lo que puede ser la clave de la oferta zapopana a favor de los juegos y en contra de las polémicas —debidamente consagradas en el imaginario tapatío gracias a la extraña fortuna en la elección de El Disparate, El Bajío y Los Robles de La Primavera como sitios previos para el estadio—. Se trata de una gran pista de atletismo que no se terminó de edificar, pero contiene una sólida tribuna y un espacio para los corredores ancho y pavimentado. Los usuarios de la unidad pasean despreocupados entre el cúmulo de ruinas, ignorantes de los nuevos sueños de grandeza que le aguardan al parque inverosímil.
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