sábado, 24 de octubre de 2015

Miedos y desinformación hicieron a una ciudad prepararse para lo peor



La información sesgada parece incluso precipitar las medidas de las nerviosas autoridades.

Agustín del Castillo / Guadalajara. MILENIO JALISCO. 

El miedo y la psicosis, más modernos que nunca aunque sean tiempos luminosos de la ciencia a la Carl Sagan, inundan la apacible capital de Jalisco, que parece creerse todas las fabulas y leyendas soltadas por la temible red:

Que Guadalajara recibirá, por primera vez en sus poco más de 473 años de vida, un huracán categoría 3 en la escala Saffir-Simpson, con vientos de 178 a 209 kilómetros por hora que arrasarían con las casas precarias del Cerro del Cuatro o de Lomas de La Primavera –el implacable muro de montañas hacia la costa de seguro se abriría como el Mar Rojo a las huestes de Moisés-; que se acabaría el abastecimiento de víveres –y córrele a la tienda de abarrotes o al numen rojo y amarillo llamado Oxxo, más ubicuo que el Dios de Santo Tomás de Aquino,  a atiborrar la despensa de papitas, cacahuates y leche clavel-; que los camiones se acabarán despuesito del mediodía, y como irse hasta la casa entre ríos diluvianos en que se convertirán las calles de la ex ciudad “de las rosas”.

La información sesgada parece incluso precipitar las medidas de las nerviosas autoridades, ahogadas entre los discursos de perplejidad cosmológica por lo inusual del meteoro que viene por el Pacífico, temible como los titanes de Guillermo del Toro, y la necesidad de estar a la altura de las circunstancias.

Tal vez no esté de más, pero mandan a los burócratas a su casa apenas dan las dos de la tarde, y las empresas, que no se pueden quedar atrás, hacen lo propio con sus empleados. Cientos de negocios están cerrados como un antiguo 1 de mayo en los tiempos de López Mateos o Luis Echeverría; pero el tránsito vehicular es asfixiante: las esquinas están atiborradas de peatones que esperan el camión; los paraguas y las gabardinas tratan de afrontar el tormentón inminente, aunque el chipi chipi constante los justifica.

A las seis de la tarde las calles parecen más solas que un año nuevo. Algunos valientes retan al destino: “yo decidí convertir mi café en albergue, y no lo cerraré”, señala Juan Manuel en un local solitario sobre la avenida Enrique Díaz de León; sus vecinos a tres puertas, la famosa taquería La Flor de Sahuayo, desafían: “aquí nos quedaremos aunque se acabe el mundo”.
Pero a la media noche cae sólo un chubasco. Esta mañana tal vez sea más emocionante ante el paso de Patricia rumbo a Zacatecas. A ver qué teorías nuevas despuntan en la efímera red. Carl Sagan dijo en su libro póstumo que “la ciencia es luz en la oscuridad”, pero para los fans de Julión Álvarez y Paulo Coelho, que forman legión, eso es francamente aburrido.

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