jueves, 23 de mayo de 2013

Richard Wagner, un genio ignorado por Guadalajara



Ayer fue el bicentenario del natalicio del creador de Tristán e Isolda. En la historia de la relación de la ciudad con el compositor, que arranca en 1892, apenas se han programado óperas completas. “Es un artista que exige”, señala Sergio Padilla

Agustín del Castillo / Guadalajara. MILENIO JALISCO

El creador de la “música del futuro” y buscador de la “obra de arte total”, Wilhem Richard Wagner, cumplió ayer 200 años de su nacimiento en la ciudad sajona de Leipzig, Alemania, pero en Guadalajara, una vez más, ha pasado inadvertido. No es extraño: parece que en más de siglo y medio de que el artista alcanzó fama universal, apenas se le llevó a escena durante la última década del siglo XIX. Después fue casi olvidado.

“Por qué Wagner no ha tenido mucho éxito en México, se debe a que son óperas difíciles y hay que cambiar las actitudes como escucha; no puedes esperar de una opera wagneriana lo mismo que de una opera italiana o francesa, piden involucrarse más directamente, no estar pasivo porque te aburres, te cansas o te estresas, y hay que meterse poco a poco; son óperas a las que hay que llegar con muchas horas de lectura”, señala el crítico musical Sergio Padilla, maestro del Iteso.

En la historia del teatro Degollado, la huella es clara en los primeros años. “Durante la temporada 1892 se escuchó por primera vez la obra wagneriana en el Degollado con la Compañía Inglesa de Ópera de Emma Juch que presentó, entre otros títulos, Lohengrin, El holandés errante y Tannhäuser”, señala en el artículo 140 años del teatro Degollado el connotado musicólogo José Octavio Sosa Manterola.

Según Padilla, la última referencia a un drama musical completo es 1895, y los 118 años posteriores, se limitará a piezas de concierto, oberturas y alguno de los Wesendonck lieder. Pero nada más.

Dice en MILENIO RADIO que el compositor germano de vida novelesca y de talentos originalísimos dominó su época, con “una música que se sale de los esquemas de la tonalidad tradicional, incluso llevó el arte de la dirección orquestal hacia nuevos derroteros […] a la ópera pretendía reformarla y llevarla a la obra de arte total, toda una fusión de drama y música, con gran densidad de tramas y personajes…”.

Wagner exige, pero da. La música de efusiones orquestales, los sonidos poderosos, las cualidades vocales especiales de quienes abordan el repertorio, sobre todo en sus obras mayores: Tristán e Isolda, Maestros Cantores de Nuremberg, El anillo del Nibelungo y Parsifal.

La suerte del genio de Leipzig no ha sido mucho mejor en el resto del país: Los maestros cantores sólo se escenificaron completos en 1963; Tanhäuser no se representa desde 1971, Lohengrin desde 1981; Parsifal nunca ha sido llevada a la escena. El anillo sólo se ha representado completo entre 2003 y 2007.

Padilla recuerda la escenificación en Bellas Artes de El oro del Rhin, primera de las cuatro que integran El anillo. “Pudimos constatar que la orquesta de Bellas Artes, por mas reforzada que estuvo, no dio de sí; no estamos acostumbrados ese repertorio, e incluso el director de escena, Sergio Vela, metió la dinámica de Wagner, para que no hubiera interrupciones, entonces no hubo intermedio durante dos horas y media a tres, imagínate a la gente”. Wagner no es, en definitiva, profeta de esta tierra.

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