domingo, 19 de mayo de 2013

Futbol, sobre la estupidez, la religión y la moral humana


Los estadios que sustituyen a las catedrales, los ídolos que reemplazan a los iconos tradicionales, son parte esencial del fenómeno de fervor y buen pretexto para reflexiones

Agustín del Castillo / Guadalajara. MILENIO JALISCO

"El futbol es popular porque la estupidez es popular", resumía lacónico Jorge Luis Borges, un provocador con una frase incendiaria en una de las tierras prometidas del futbol mundial, la Argentina de los cracks, de las barras, de las iglesias maradonianas y de los generalotes.

Pero leída con paciencia, esa sentencia cruel ofrece claves del éxito inusual y planetario de ese deporte. Otro intelectual, Manuel Vázquez Montealbán, titula un ensayo como la respuesta buscada: Futbol, una religión en busca de un Dios. En tiempos de secularismo y de relativismo, con el retroceso espectacular de las religiones institucionales, los hombres, siempre hambrientos de fe y de sentido, parecieran decantarse por la irracional y humilde epifanía de un balón rodante, el nuevo misterio de las sociedades que han renunciado a los misterios.

Religión es pasión, es fe –“creo porque es absurdo”–, es ritos, cánticos, proclamas de la verdad única, asistencia a las catedrales –el estadio–, culto a los santos –los jugadores prodigiosos, Pelé, Ronaldinho, Messi o Maradona, o en nuestro ámbito doméstico, el Campeonísimo, los once hermanos, Casarín, Pepe Delgado, Hermosillo o Cuauhtémoc–, peregrinaciones –cómo olvidar la romería tapatía en el último campeonato de chivas–, sumos sacerdotes no siempre bien vistos por la feligresía –las federaciones-, mucho de negocio y supercherías, propaganda, pecado y demonios –de la tramposa mano de Dios al club América, que entre el bombardeo de las mentiras mediáticas por tantos años sobre su grandeza terminó, hay que admitirlo, como un grande de verdad–.

El diagnóstico es claro y no puede dejar tranquilos a los todavía numerosos que ven en el deporte de las patadas la oportunidad de la fraternidad, del respeto y el entendimiento entre los distintos.

El académico Fernando Carrión Mena, presidente de la Organización Latinoamericana y Caribeña de Centros Históricos, lo plantea: “Hay dos expresiones: la necesidad de cuestionarse respecto de si el futbol se ha constituido en una religión y si hay una penetración de la religión en el futbol y de qué tipo es […] También está presente la enorme práctica de rituales, tributos, cábalas y tradiciones que se realizan en los camerinos. Y no se diga de las hinchadas, que encuentran en las barras organizadas seguridad, pertenencia y fe, al igual que los creyentes encuentran en sus respectivas religiones”.

La mayoría de los seguidores del futbol “vienen de recursos escasos, los cuales encuentren en el futbol las sensaciones que la sociedad no les puede otorgar; por eso los peregrinajes semanales o la devoción por su equipo y jugadores se expresa en las estampitas, revistas, entradas históricas, camisetas, firmas y fotos. Por esto el futbol es considerado como una religión laica y por eso las religiones viven en toda su expresión dentro del fútbol”, añade (ver http://works.bepress.com/fernando_carrion/557/).

No obstante, el futbol como religión es una satisfactoria explicación de su popularidad, pero termina siendo un remedo. Tal vez sea mejor verlo como otro intelectual, Albert Camus, quien en las antípodas de Borges, veía en este deporte y en su práctica, una sana inmersión en la humanización y las siempre provisionales verdades terrenas.

“Pronto aprendí que la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga. Eso me ayudó mucho en la vida […] después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de moral v de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol…”. (en http://lapelotaelcorazondelaire.blogspot.mx/2009/01/albert-camus-y-el-fu...).

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