lunes, 26 de diciembre de 2011
Mañana de Navidad made in China
Juguetes, el goce para los pequeños y el negocio para la potencia oriental. El 25 de diciembre es el verdadero día del niño: exaltación, alegría, envidias y gritos.
Guadalajara. Agustín del Castillo. MILENIO JALISCO
Tras la noche del espíritu, el festín de la materia. Pero es un festín ingenuo, torpe, presuntuoso, envidioso, pletórico de esa felicidad instantánea que arroja lo que es poseído precariamente, para aburrir después: alegría inconstante, exaltación de niños.
Es el momento del año en que se da el maridaje o la complicidad de los menores con los misterios de ese dios o ese santo caprichosos, que a unos prodiga autos eléctricos, muñecos de pilas, casas de plástico tan parecidas a las de mamá, como si fueran tan buenos cuando sólo son ricos; y a otros, los miserables, les pichicatea con alguna humilde pelota de hule, tableros de serpientes y escaleras, juegos de lotería, damas, y muchas baratijas que parecen caras y costosas, pero no lo son... En el Polo Norte, como en el cielo, también hay clases sociales y en ambos, al acecho de las oportunidades, parece que ya llegaron los ubicuos e ingeniosos chinos, en su conquista comercial de un planeta que aún cree en los milagros.
Las calles de Guadalajara se llenaron ayer de chiquillos con sus sonrisas extáticas, en el goce de las nuevas posesiones: las patinetas vuelan, las bicicletas se desploman calle abajo, los patines remontan las cuestas; Juanito, el olvidado gordito, ve subir sus bonos de popularidad con esos monos sofisticados de luchadores que siguen millones de chiquillos del orbe como si fueran héroes verdaderos; Karinita no cabe en su ego con tres barbies delgadas y exquisitas que ahora constituyen su sueño de clase y felicidad; Robertito, como le dice su consentidora madre, exhibe su maldad primordial con la metralleta tipo narco con que acosa a niñas, entre los árboles de un parquecillo de la colonia Independencia. Los más pequeños miran el espectáculo de los delirios del 25 de diciembre. La mayoría de ellos, en una semana estarán aburridos. O a la espera del siguiente obsequio, el día de los Reyes Magos.
“Es que me porté bien, ¿viste?”, le advierte una niña a su madre. La prueba es la costosa cocina comprada en WalMart, espléndida demostración de que dios o Santa Claus no piensan como los padres amenazantes ante las travesuras cotidianas. La madre le pudo decir que todo se lo debía a los chinos, que ya hacen miles de productos “oficiales” de las grandes marcas de juguetes, o hacen imitaciones de primera, de segunda o de menos... hay para todas las ilusiones.
Los padres suspiran de lo buenos padres que son. Los hijos disfrutan como si los hubiera parido un dios. Allende los mares, las arcas de una potencia en ascenso, engordan para alegría de los mortales. Viva la Navidad y a lo que sigue.
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