sábado, 24 de diciembre de 2011

En Navidad, “la pobreza duele más”


La población callejera se esfuerza por ganarle a la desesperanza, dice Rogelio Padilla, de MAMA AC; advierte que dar unas monedas es la posibilidad de sobrevivir a la hostilidad y a la miseria; la mendicidad demuestra que el progreso fabrica millones de excluidos

Guadalajara. Agustín del Castillo / Sonia Serrano. MILENIO JALISCO

Es Navidad, y como en los tiempos de lluvias, aunque por razones distintas, “la pobreza duele más”. En un caso es la humedad, el desgaste físico, el riesgo de ser arrastrado. En el otro es un abandono espiritual, la soledad de no participar de los goces de la solidaridad humana. Esto piensa Rogelio Padilla, fundador del Movimiento de Apoyo a Menores Abandonados, MAMA AC, con un vasto recorrido por este submundo citadino, experiencia que lo califica como intérprete.

El activista social abordó con MILENIO RADIO la problemática de las poblaciones callejeras, que tienden a crecer en la periferia y el corazón del progreso, y que se expresan en todo su colorido y complejidad, por encima del esfuerzo de anulación que ejercen las elites para evitar que atiborren las calles, donde dan un toque de autenticidad que pervierte la estética dominante, exitista, pretenciosa, plena de realizaciones materiales.

—¿Cómo surge el problema de los niños de y en la calle?

—Se abordó con ese enfoque en 1983, la Unicef [Organización de las Naciones Unidas para la Infancia] lo define de ese modo para visibilizar la existencia de los niños de la calle y los niños en la calle [...] niños pobres que se salían de su casa a desarrollar una actividad paraeconómica frecuentemente combinada con mendicidad, mientras el niño de la calle, era el que había roto el vínculo con las familias. La idea era visibilizar su existencia ante las políticas y programas de gobierno. Hoy se sabe que son un grupo poblacional más complejo y heterogéneo, y se transita al concepto de poblaciones callejeras: niños, adultos, adolescentes, adultos mayores, indígenas, mestizos, es más abarcativo...

—¿Se sabe cuántas personas hay en la calle?

—No sabemos a ciencia cierta. Los ejercicios de conteo no han sido suficientes, mientras el Inegi no lo cense, no tendremos una cifra. Pero sabemos que es un problema que tiende al alza, y es lógico: en este país no hemos erradicado el problema de la pobreza, y está íntimamente relacionado [...] en el proceso de trabajo con ellos, algunos se salvan, se liberan, pero llegan otras poblaciones, se habla de generaciones que ya nacen en la calle prácticamente.

—¿Por qué es una opción la calle? Algunos tapatíos piensan que se gana dinero fácil, que es por comodidad, que ganan mucho dinero...

—Realmente esa visión es demasiado precipitada, reaccionaria en el sentido de opinar sin pensarlo; vivir en la calle no es fácil, no se piense que llueve la solidaridad de los ciudadanos [...] decir que se gana tanto, no se puede demostrar; forma parte del mito, de las leyendas urbanas. Porque en todo caso, deberíamos acusar a esa gente, además de pobre, de oportunista y de “pe”, de penitente... ganan una fortuna, que gueysones están entonces, viven como pobres.

—Una disyuntiva que se plantea, ¿dar o no dar?

—Tenemos millones de pobres y el mismo sector económico de nuestras comunidades reconoce que no tenemos suficientes empleos, y además tenemos un grave problema de ingresos de la gente que trabaja en la economía formal, o sea, el salario no alcanza [...] los informales crecen porque es una estrategia de sobrevivencia, la dinámica de la calle genera esa alternativa. Por otro lado, debemos distinguir el fenómeno de mendicidad respecto al tema de dignidad y trabajo, de gente que trata de vender un objeto o un oficio. A veces se combina el trabajo con la mendicidad, como aquella mujer que ofrece un chiquihuite que nadie le compra, no es simulado, sale a vender, pero no hay mercado, y termina con sus ojos color anemia y la mirada triste de los vencidos, pidiendo la moneda.

—Pero se dice que la moneda contribuye a la explotación de lo menores.

—Si sospechas uno, sospecha bien, y entonces sospecha dos; si sospechas que ese niño está siendo explotado, lo que sigue es que sospeches que si no lleva las monedas se lo van a madrear... si sospechas bien, por razones humanitarias dale la moneda. Debe quedar claro, las monedas que se han ofrecido en la calle ha sido la única alternativa de supervivencia para miles y miles de seres humanos excluidos de nuestro sistema, los desechados, la población sobrante de nuestro flamante progreso; que quede absolutamente claro, las monedas han salvado la vida de miles y miles de seres humanos; también, en un porcentaje menor de esas monedas han servido para el alcoholito de los ancianos, la mariguana o tonsol de algunos jóvenes. Y también el alcoholito es de vida o muerte para ellos.

—¿Cómo pasan la Navidad en MAMA AC?

—Bueno, si te vas por la calle, te das cuenta que la población callejera no se sustrae de la dinámica de la Navidad, están pensando en la Navidad, como todos [...] En MAMA garantizamos Navidad para toda la población que está bajo nuestra cobertura; ayer entregamos 200 y pico paquetes de regalos, a población que vive de la dinámica de la calle, niños y familias trabajadoras; pasaremos nochebuena con los niños del albergue, [...] y damos apoyos a otras poblaciones que tienen problemas muy serios, de miseria, drogas, los visitamos en la zona del ferrocarril. En general, ustedes pueden ver en la calle niños viviendo en la Navidad, en esta fecha se mueve el corazón de la gente, y el mundo de los pobres, también, mucho más; no sé por qué razón —bueno, en realidad sí lo sé— cuando llueve, y en Navidad, la pobreza duele más...

------------------------------------------

Los pánicos ausentes en la religión del consumo

La jornada previa a Noche Buena no parece haberse convertido en “compras de pánico” en el centro de Guadalajara. Hay teorías que surgen de botepronto: que si la situación económica precaria, que si el efecto de las compras adelantadas con “El buen fin”, que si la súbita recuperación del sentido original, dedicado al espíritu, del nacimiento de Jesucristo. Y los autos, semidioses modernos de un politeísmo oscuro y consumista, no atiborran las calles más allá de cualquier día normal, laborable pero sin niños en las escuelas.

Lo cierto es que no faltan los rezagados que siguen haciendo sus adquisiciones porque el tiempo se los comió, o debían sentir la atmósfera de la Navidad para asumir la presión.

“Tengo las compras típicas del último día, de las últimas horas; los regalos para mi hermana, para mi tío, para algunos amigos; también hay que irse a comprar las cosas de la cena porque vamos a cenar el pavo y faltan los condimentos que mi tío usa para cocinarlo”, dice Enrique Ramírez, tapatío de raíces poblanas y veracruzanas, que cruza apresuradamente entre las avenidas 16 de Septiembre y Juárez, rumbo al Sanborns.

Mimí Pérez compró sus obsequios desde octubre, pero salió en la familia la idea de un intercambio para los niños, y piensa pasar a algunos de los súper a comprar algo que no pase de 250 pesos, un juguete para solaz de alguno de sus sobrinos.

La prisa es parte de la vida moderna y no significa necesariamente que se haya caído en un pánico, palabra que remite a una deidad cornuda y un sentimiento de terror religioso que no se aprecia en estas hordas consumistas y satisfechas de sí mismas, que cruzan de un lado a otro, entre aparadores, puestos de periódicos, iglesias mudas y el estruendo maloliente del transporte.

Lo cierto es que la tarde de 23 de diciembre, el centro de la ciudad tiene los problemas viales habituales, pero nada más. Hay otro día para saber si esta tendencia y estas teorías tendrán su confirmación.

No hay comentarios: