jueves, 13 de agosto de 2009

Ajijic y El Consuelo, la historia de dos poblados

las calles desoladas de El Coinsuelo, en Ixtlahuacán del Río, al norte de Guadalajara

Don Salvador, el primer buscador de El Sueño Americano, hace 60 años, hoy en El Consuelo; abajo, un gringo feliz con su disfraz sesentero en Chapala


Dos comunidades de Jalisco, fuertemente marcadas por el sueño americano; su común denominador: geografía jalisciense y vínculos con EU.

Chapala / Ixtlahuacán del Río. Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO

Esta es una versión ampliada y mejorada de la publicación original, que salió en el diario tapatío el 8 de agosto de 2009. Tampoco se trata de la versión definitiva, que la completaré este mismo mes de agosto. El autor

Ajijic se ubica frente al lago de Chapala, está rebosante de habitantes y de vida económica, y tiene uno de los suelos urbanos más caros de todo el país. El Consuelo es un caserío enclavado sobre una árida meseta, allende las barrancas del norte de Guadalajara, del cual se han ido cuatro de cada cinco nativos, y las casas apenas tienen algún valor; sus vecinos creen que está condenado a desaparecer. El tiempo parece confirmar el desenlace.

Son dos saldos contradictorios del “sueño americano”: los rancheros que lo buscan desesperados, a costa de privaciones y maltratos para traspasar la frontera y trabajar pacientes por los dólares; y los gringos que huyen de él, una vez se ha resuelto la necesidad económica, en busca del descanso espiritual y material, entre la suavidad de un trópico benigno y sin estridencias.

Las comparaciones nunca fueron más odiosas: la antigua aldea chapalense alberga 9,500 moradores de muchas nacionalidades: desde Estados Unidos hasta Nepal, y un suelo que se cotiza de 150 a dos mil dólares el metro cuadrado, además de servicios básicos a plenitud. El rancho de El Consuelo desconsuela: el último conteo del INEGI (2005) refiere menos de 170 habitantes, el agua escasea y la carretera a Ixtlahuacán cada día está peor, además que sólo se practica una modesta agricultura temporalera. Si no hubiera dólares de unos 800 transterrados en el país del norte, la historia ya habría devorado un siglo de existencia precaria, entre caciques, sequía y miserias ininterrumpidas.

El poblado ribereño parece sede de la felicidad. Así la ven hombres tan dispares como Tony Jackson, de California, que piensa acabar sus días en estos parajes de ensueño, enamorado de sus palpitaciones tectónicas y humanas, entre vírgenes e ídolos; o Zane Pumiglia, de Connecticut, veterano de Vietnam, elogioso de la bondad del clima y el áspero olor de un tequila; o Henri y Sandra Loridans, de Luisiana, gustosos de la despreocupación y de los privilegios baratos que fabrican sus dólares.

En contrario, en la monolítica planicie de Ixtlahuacán del Río (en náhuatl, “lugar de llanuras”, más el poderoso río Santiago que talla sus barrancas) don Salvador Mercado Veliz, pionero, hace 60 años, de la migración al norte, se queja por las lluvias cada vez más paupérrimas y por el calor que agosta la milpa. Su sobrino Manuel, delegado municipal, contempla desde su tienda el paso de las estaciones marcado por el viento, el frío, el calor y el olvido.

“Yo me acuerdo que pasé una época con mi papá en que comía nomás dos veces, estaba todo muy pobre, siempre fue muy pobre. Por eso nos fuimos saliendo. Había un rico que daba trabajo, pero la cosecha era por mitad; luego hubo unos caciques muy bravos, que agarraban lo que les gustaba sin pedirlo […] pero siempre fuimos pobres, aunque nunca había visto que lloviera tan poquito como ahora”, cavila cansado don Chava, con 76 años a cuestas.

En El Consuelo, los días de fiesta son en diciembre, por la Navidad y por la fiesta del Sagrado Corazón. Es entonces que la larga parentela de don Salvador se aparece y refrenda su amor por la tierra donde vieron la luz. Muchos son ya residentes y ciudadanos americanos. Los nietos ya han nacido en tierras californianas. El anciano viaja todos los años, pues a eso lo obliga su estatus de residente y su pensión. Quisiera quedarse en su rancho, anónimo, pobre y todo, “no me gusta Estados Unidos para vivir, me aburro”, se queja.

Unos 45 kilómetros en línea recta hacia el sur, trasponiendo la inmensa mancha urbana de Guadalajara, que parpadea noche tras noches en estas mesetas agrestes, se ubica la antípoda de El Consuelo. Allí, en Ajijic y los pueblos ribereños de Chapala y Jocotepec, se desarrollan miles de biografías de estadunidenses que desde al menos medio siglo son parte de la historia de esta región, alojamiento de la comunidad de ciudadanos americanos más importante del país y una de las mayores del mundo; si se considera a sus huéspedes estadunidenses, canadienses, europeos, asiáticos y de Oceanía, la derrama económica anual es superior a 1,500 millones de pesos, y una población que va de 12 mil a 20 mil, según la estación. De ese total, cerca de la mitad nacieron en Estados Unidos.

El primer residente extranjero moderno del lago está registrado en 1898. Era un inglés, Septimus Crow, y compró una finca con aguas termales en la cabecera municipal. Seis años después, un sueco, Cristian Hansen, abrió un casino, mientras el presidente Porfirio Díaz ponía de moda el lugar con su finca veraniega El Manglar (hoy en poder de la familia Dipp). De los años veinte a cuarenta, la nómina de visitantes y residentes tiene nombres tan ilustres como David Herbert Lawrence o André Breton, pero el color local sólo atraía a intelectuales y aventureros.

Hasta 1960 es que comienza el gran boom. “Se fueron afincando algunos famosos y estos fueron regando la noticia a sus amigos y parientes, sin promoción del gobierno ni de nadie; especialmente en Ajijic, por el clima, por la gente tan hospitalaria, principalmente por el lago, empezó a ver cada día más residentes de fuera; alrededor de 1980 ya era un fenómeno notable la presencia de norteamericanos, y a partir de 1990 empiezan a llegar de nuevo europeos: británicos, franceses, australianos, alemanes, españoles, neocelandeses, y aunque cueste creerlo, hay incluso oriundos de Nepal, de Irán y de India”, señala el director de turismo de Chapala, Juan Márquez Flores.

Las tendencias también evolucionaron. Hasta hace un decenio, lo normal era la presencia de jubilados de la tercera edad. En el arranque de este siglo, agrega Márquez Flores, los baby boomers, “que son jubilados antes de los 60 años”, comenzaron a invertir, y además, llegaron familias más jóvenes por las herencias de sus ancestros. “Ellos están viniendo, tienen sus hijos y ven que la calidad de vida es mejor y que todo está más barato”.

Lo que esto genera en economía es plena vida para toda la zona. “Es una derrama increíble, no está calculado, no tenemos cifras exactas, pero imagine lo que deja la construcción y los empleos que da a las personas de clase baja; hay albañiles que se vienen a trabajar desde San Juan Cosalá o Jocotepec; pero se dispersa a todos lados, porque muchos de estos extranjeros son grandes y tienen gente que los cuida, gente que limpia sus casas, o les ayuda en negocios como restaurantes, escuelas y otros giros; la propia gente de Ajijic se ha hecho más competitiva por la exigencia de los extranjeros, no se puede negar”. La Secretaría de Turismo de Jalisco calculó para 2008 que la ribera de Chapala generaba entre 900 y mil millones de pesos anuales. El resto de las actividades podrían generar de 50 a 100 por ciento más.

No está de más aclarar que en el ascenso y descenso de los migrantes, mucho tiene que ver la salud del lago de Chapala. En los años secos de fines de los 90, muchos vendieron sus propiedades. “Se va a secar”, dijeron antes de partir. A la vuelta del tiempo se arrepintieron, cuando las aguas del lago retornaron a la plenitud. La cual hoy parece haber culminado, en la antesala de otro probable ciclo de desecación.

Un recorrido por estas playas y pueblos lleva a historias. En la Legión Americana, de la cabecera, hay un alegre y barbado Zane Pumiglia, quien antes de llegar, ya era de por sí una suerte de híbrido ciudadano del mundo, a la Montesquieu. Con raíces irlandesas e italianas, nació en Connecticut (antiguo topónimo de indios mohicanos: “en el largo río de mareas”), al norte de Nueva York, y sirvió a la marina en Vietnam, frente al golfo de Tonkin, sin disparar una bala: desalinizando el agua para servicio de los soldados del frente. Luego se la pasó en astilleros, construyendo buques. No ha perdido la alegría: festeja el tequila y la vida retirada. “No cambiaría nada de aquí, hasta el clima es perfecto”, dice lisonjero, aunque después reconoce que la lentitud de los trámites ante el gobierno mexicano es desesperante.

En Ajijic, el matrimonio Loridans, Henri y Sandra, de Luisiana (otra provincia de topónimo extraño: es un homenaje a Luis XIV, el rey sol francés), recuerda cómo dejó todo hace 20 años, habiendo entrado en contacto con Chapala de forma insospechada, por alguna revista de viajes hoy olvidada. Vendieron bienes y dejaron la próspera abogacía, pues Henri se enamoró sin remedio de la zona y vio en el bajo costo de la vida la gran oportunidad. Hoy tiene un despacho con socios mexicanos y apoya con trámites a la próspera comunidad extranjera, tan necesitada de sortear a la temible burocracia local.

Por si fuera poco, Sandra tiene una reputación internacional: es representante del Partido Demócrata en México, y fue delegada de los demócratas en el extranjero en la convención de Denver, que eligió a Barack Obama candidato a la presidencia en 2008.

Tony Jackson, el californiano, se quedará aquí, pase lo que pase. Es maestro de español y estudió en la Universidad de las Américas, de la Ciudad de México, en los años 60. Sus padres vivieron en Chapalita (cosas del destino), colonia del poniente de Guadalajara, y luego conoció este paraíso declinante (Chapala, “lugar de los chapulines en el agua” es una etimología aceptada, del náhuatl). Luego regresó a California (topónimo castellano y heroico: una isla de guerreras de la saga de Amadís de Gaula) y les dedicó 20 años a sus padres. La muerte de ellos fue el llamado al retorno a las aguas primordiales. “Yo no quiero regresar, ya no hay nada para mí allá, tengo corazón mexicano […] sólo me llevarán a California en una caja”, dice entre carcajadas, satisfecho de no ser testigo para tan molesta e inútil tarea.

Hay vidas que son como espejos de lo que se ha sido y de lo que no se pudo ser. Don Salvador también lo medita: espera morir en su entrañable pueblo de las llanuras ardientes de Ixtlahuacán, rodeado de tantos suyos que se han ido, y celebrado por los vientos inclementes y los soles ardientes que han visto desde aquí el paso de todas las eras.

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FRENTE A FRENTE
AJIJIC
Población
Municipio de Chapala, con 9,500 habitantes, aproximadamente, según el conteo 2005 de INEGI

Población extranjera
Incluidos otros pueblos de la ribera de Chapala, se tienen alrededor de 12 mil residentes permanentes, y en invierno, sube a 20 mil. Este listado incluye a la cabecera de Chapala, a San Antonio, a San Juan Cosalá, El Chante y Jocotepec, así como la comunidad de Poncitlán. Se trata de oriundos de Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, India, Nepal, Irán, Alemania, España y Francia

Economía
El turismo deja en la zona una derrama de entre 900 y mil millones de pesos, según Sectur. Con todo e indirectos, se calcula conservadoramente en 1,500 mdp, pues se debe incluir las actividades de la construcción y todos los servicios domésticos que demandan los extranjeros

EL CONSUELO

Población
Municipio de Itlahuacán del Río, 167 habitantes, según el conteo 2005 de INEGI, lo cual revela una tendencia permanente de pérdida de población

Migración
No se ha calculado de forma específica, pero las estimaciones de los lugareños revelan que 80 por ciento de la población vive en Estados Unidos: California, Arizona, Carolina del Sur, Colorado y Michigan, principalmente

Economía
Agricultura y ganadería extensivas, y a baja escala; apoyos gubernamentales por medio del Procampo, de Oportunidades y del Seguro Popular. Dinero de los migrantes, no contabilizado, pero que según testimonios, sostienen 60% de la economía del pueblo, aunque no evita que cada día esté más despoblado, pues la calidad de vida no se compara con la de los transterrados

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