por Agustín del Castillo
Con casi 28 años cumplidos en el ejercicio de esta profesión, que me ha permitido conocer personas, regiones y asuntos de lo más variopinto, tanto en Jalisco como en muchos rincones de mi "Suave Patria" (mejor cito la fuente: Ramón López Velarde), y abrevar muy generosas posibilidades de relatar historias, me siento obligado a dar mi opinión sobre el escándalo en redes desatado por el presunto plagio de Andrea Cárdenas Novoa, joven reportera de El Informador y Premio Jalisco de Periodismo en reportaje 2016, a un trabajo publicado trece años antes por la muy reconocida reportera Antonieta Flores Astorga. Mi conclusión, tras leer ambos textos, es que se comparte fuente y la fuente habla cosas similares; y nada más. Nadie es dueño de la información y una vez que se publica, ésta vuela. Cabría plagio si la chica que fue víctima no hubiera sido entrevistada, y es evidente que sí lo fue porque existen las grabaciones. Que ciertas palabras y ciertos giros narrativos se repitan porque, sobre todo en notas más o menos rojas, hay clichés al momento de escribir, -al grado de que muchas veces salen de modo "natural" guiones y estructuras muy similares-, quizás denote que el reto que tenemos los contadores de historias es madurar un estilo propio y salir de los lugares comunes que empobrecen nuestros textos, los hacen predecibles y los mimetizan con los textos del vecino. Pero ese es un problema muy distinto. También denota la urgencia de que los editores, los buenos editores que han dado tanto lustre en el pasado a las redacciones de nuestros diarios, regresen. Ellos son el mejor auxiliar del reportero para lograr los enfoques informativos novedosos y para que los relatos resulten más frescos, mejor estructurados, consistentes y fluidos. Esa es la gran lección que los dueños y directivos de los medios, deberían asumir como un corolario positivo de esta estridencia que me parece excesiva e injusta para Andrea, y que no añade nada al bien ganado reconocimiento que tiene ya Antonieta en el periodismo. Sé que hay voces que piensan diferente, pero el medio periodístico debería aprender a ser más tolerante con la divergencia de opiniones; lo contrario va contra la esencia de libertad crítica que se supone es la piedra fundacional del periodismo. Y ese es un desafío formidable, pues somos hijos de una "Suave Patria" que casi siempre es intolerante y ciega a la discusión abierta y de buena fe. Reitero mi mayor consideración para Antonieta y para Andrea.
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