El implacable desierto ha hecho de Cuatrociénegas un milagro de vida. Abajo, don Roberto Arrendondo, azote de depredadores pero cuidador ambiental. FOTOGRAFÍAS: MARCO A. VARGAS, para el proyecto financiado por becas AVINA para el desarrollo sustentable
La siembra de alfalfa, voraz consumidora del agua escasa de las pozas fósiles donde se conservan formas de vida del precámbrico, amenaza con colapsar esta “máquina del tiempo” única en el mundo
Cuatrociénegas de Carranza, Coahuila. Agustín del Castillo, enviado. PÚBLICO-MILENIO
Antes de Adán, no hubo aquí un paraíso; se extendía el inmenso mar somero de Tetis sobre todas estas planicies hoy sometidas por la inexpugnable fortaleza de dos sierras madres. Lo que sobrevive del piélago primitivo son apenas algunos centenares de pozas pequeñas y medianas, con aguas calmas de colores fantásticos que vibran en medio de la implacable soledad del desierto.
En estas modestas charcas hay vida. Pero no cualquier manifestación. El agua fosilizada, residuo del antiguo océano, contiene pocos “nutrientes libres” (como el fósforo y el nitrógeno), lo que no permite el desarrollo de algas y hace que las bacterias sean la base alimenticia, como en los ecosistemas primordiales. A esta característica hay que añadir una red hidrológica que permaneció aislada millones de años. Estos factores propiciaron especies de peces, anfibios, reptiles, crustáceos, con adaptaciones únicas, cuya distribución mundial suele no rebasar algunos metros de la orilla del estanque donde nacieron.
Son alrededor de 80 variedades, cuya prodigiosa existencia ha tentado a los naturalistas a comparar este remanso del desierto de Chihuahua con las famosas Galápagos del Pacífico, las islas fabulosas de la expedición del Beagle que inspiraron El origen de las especies y la selección natural, la Biblia del evolucionismo.
Pero sin duda el joven Darwin habría envidiado el hallazgo más extraordinario de estos embalses misteriosos: los estrematolitos, las colonias de bacterias que sustentan todo el sistema, considerado el linaje más antiguo del planeta.
El viajero está, pues, detenido en el páramo, rodeado de montañas colosales y enjutas, bajo un sol poderoso, entre juncos que cortejan las aberturas de un mar extinto. Y se topa con un instante del Génesis. En estas rocas de apariencia inerte, le advierten sus guías, comenzó la larga y milagrosa carrera de la vida, hace 3,500 millones de años.
La Caída
La producción de alfalfa, importada de las cuencas lecheras del vasto norte mexicano, tiene más de 30 años en la zona de Cuatrociénegas. “No es el gran negocio, pero nos da de comer, un chequecito cada mes”, señala don René Cantú, miembro del ejido homónimo, visto por algunos como “hombre fuerte” o “cacique”; ejemplo de la raza que ha domeñado el desierto.
La alfalfa es voraz consumidora de agua. Cultivo perenne, demanda hasta dos metros y medio de lámina anual, mientras los últimos años ha llovido apenas 160 milímetros: 1,500 por ciento más agua de la que produce el ecosistema. No obstante, es muy nutritiva para el ganado (en árabe significa “el mejor forraje”), tiene alta tolerancia a las sales, y es resistente a las enfermedades, pues fue domesticada en zonas cercanas al mar.
¿Cuál ha sido la solución para sostener un cultivo tan sediento en una región tan seca? “Extraer el agua fósil de las pozas hasta sobreexplotarlas”, señala la maestra Valeria Souza, del Instituto de Biología de la UNAM.
Así, todo el valle de Cuatrociénegas, pese a ser área de protección de flora y fauna desde 1994, se ha hecho forrajero. Pero el pico más alto de producción, y de presión al acuífero, se alcanzó en la década que termina, con el patrocinio del entonces director de la Comisión Nacional del Agua (CNA), Cristóbal Jaime Jáquez, ex empleado de la poderosa lechera Lala, de Torreón, y del gobernador en turno de Coahuila, Enrique Martínez y Martínez.
Éste último “entre 2000 y 2001 convenció a las familias Tricio y Rivero —accionistas importantes del grupo Lala— y a Gustavo Díaz de León —Beta Santa Mónica, dueños de Monica’s Foods y proveedor de Nestlé— de irse al Valle del Hundido, contiguo al de Cuatrociénegas, a cosechar alfalfa. El escándalo detonó en 2002 cuando las pozas empezaron a secarse. La doctora Valeria Souza encabezó estas denuncias documentando la conexión entre El Hundido y Cuatrociénegas”, señala el doctor Francisco Valdés Pérezgasga, del Instituto Tecnológico de la Laguna.
“Anteriormente, a finales de los años setenta, los dueños de Soriana, de apellido Martín Bringas, empezaron a cultivar alfalfa y criar becerras en el Valle de Calaveras y secaron el arroyo que daba agua a Cuatrociénegas, impactando sus viñedos, nogaleras y huertas”, subraya.
La CNA quiso justificar: le encargó un estudio al Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA) en que presuntamente se demostraba que no había conexión entre los tres acuíferos (El Hundido, Cuatrociénegas y Calaveras), y por lo tanto, la sobreexplotación en esos dos valles no causaba la merma de las pozas. Esto irritó a los científicos.
“El IMTA no tiene la razón, hay tres artículos científicos al menos que apoyan la conexión de los acuíferos [...] su muestreo fue con maña y nunca tomaron en cuenta los puntos donde las fallas conectan los tres valles”, advierte la doctora Souza. Los datos de conjunto en Cuatrociénegas: el acuífero recibe 36.5 millones de m3 anuales —la salinidad de las pozas varía por esa agua de lluvia—, pero exporta 88 millones de m3: por cada litro que recibe, le sacan tres. En buena medida, las pérdidas se dan por la conducción inapropiada, pero don René Cantú asegura que en 2010 se entubarán los canales para evitarlo.
“Cuando se saca más agua de la que entra —en el desierto por definición no entra— cualquier acuífero sufre. Aquí sacaron muchísima agua fósil para regar un cultivo que usa mucha agua en condiciones de evaporación de 90 por ciento”, agrega la doctora Souza.
—¿El área protegida ha sido herramienta útil para reducir el deterioro?
—Hasta ahora no; aunque es área protegida no hay veda en el uso del agua y se sigue extrayendo mucho más de la que se recarga. Es zona de libre alumbramiento en Cuatrociénegas y Ocampo [donde se ubica el valle Calavera], y la veda de El Hundido no ha servido porque no hay un seguimiento...
De hecho, la administración de la reserva ecológica siempre ha sido vista con recelo por parte de la población, cuna del ex presidente Venustiano Carranza.
Cuando se intentó poner orden en la visita de algunas pozas grandes, que se habían constituido tradicionalmente como sitios de recreo, hubo enfrentamientos. Se acusó a la gestión federal de ahuyentar una fuente económica. “Un sitio como la poza La Becerra recibía más de tres mil visitantes cuando su capacidad real no es mayor de 300”, recuerda Ivo García, director del área de protección de flora y fauna. Por ello, esa poza permanece clausurada pese a la campaña mediática que se hizo en Monclova, la ciudad más cercana, para desprestigiar el trabajo de protección.
No todos se han opuesto. Don Roberto Arredondo Farías, concesionario de la poza Río Mezquites, ha metido vigilancia e infraestructura para impedir desmanes. “Va saliendo de a poquito el negocio, pero tenemos que cuidar este lugar, es único en el mundo”, señala convencido. Por su parte, el nuevo comisariado ejidal de Cuatrociénegas, Óscar Sánchez, invita a sus compañeros a probar el cambio a cultivos que gasten menos agua, como el nopal, pues con el cambio climático, el agua se está haciendo más escasa aún. Se trata, dice, de una verdadera lucha contra el tiempo.
La búsqueda
Mientras el modelo ganadero fabrica un Apocalipsis, los científicos profundizan sus estudios sobre el origen de la vida. La Agencia Espacial de Estados Unidos (NASA) financió por cinco años, con 35 millones de dólares un proyecto “para comparar Yellowstone con Cuatrociénegas, y de ahí el universo; Yellowstone es una ventana al mundo volcánico de los primeros mil millones de años, Cuatrociénegas cuenta la historia de los tres mil millones que siguen”.
El proyecto “se enfoca en entender los ciclos de nutrientes […] y buscar señales de las transformaciones de los átomos por vida”. Se sospecha hubo vida en Marte “aunque probablemente esa vida no fue sustentada por las condiciones del planeta”, añade Valeria Souza.
“Hay millones de mundos posibles, ¿por qué seríamos los únicos? Los datos en la tierra indican que el origen de la vida […] probablemente se originó muchas veces aunque sólo uno de estos ‘experimentos’ sobrevivió y creó un planeta vivo”.
Es el Génesis. En el corazón del desierto chihuahuense.
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CLAVES
Joya protegida
La región de Cuatrociénegas, Coahuila, es la zona más húmeda del desierto de Chihuahua, el mayor de América del Norte. Fue decretada área de protección de flora y fauna mediante mandamiento del presidente Carlos Salinas de Gortari, publicado el 7 de noviembre de 1994, en el Diario Oficial de la Federación. Su extensión es de 84,347 ha
El 7 de noviembre de 2002 se recategorizó como área de protección de recursos naturales un decreto del presidente Miguel Alemán Valdés, del 3 de agosto de 1949, que creaba la zona protegida de la cuenca alimentadora del distrito nacional de riego 004, Don Martín, subcuencas de los ríos Salado y Mimbres, lo que da protección legal a todas las montañas alrededor de Cuatrociénegas, que se extienden sobre 717,466 ha
Las pozas reciben 100 mil visitantes al año, en su mayor parte, con altos niveles de depredación, lo que arriesga un valioso patrimonio geológico y biológico
La región de Cuatrociénegas, Coahuila, es la zona más húmeda del desierto de Chihuahua, el mayor de América del Norte. Fue decretada área de protección de flora y fauna mediante mandamiento del presidente Carlos Salinas de Gortari, publicado el 7 de noviembre de 1994, en el Diario Oficial de la Federación. Su extensión es de 84,347 ha
El 7 de noviembre de 2002 se recategorizó como área de protección de recursos naturales un decreto del presidente Miguel Alemán Valdés, del 3 de agosto de 1949, que creaba la zona protegida de la cuenca alimentadora del distrito nacional de riego 004, Don Martín, subcuencas de los ríos Salado y Mimbres, lo que da protección legal a todas las montañas alrededor de Cuatrociénegas, que se extienden sobre 717,466 ha
Las pozas reciben 100 mil visitantes al año, en su mayor parte, con altos niveles de depredación, lo que arriesga un valioso patrimonio geológico y biológico
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El presidente del ejido Cuatrociénegas va contra caciques y depredación ambiental
El presidente del ejido Cuatrociénegas va contra caciques y depredación ambiental
Cambiar o ser desplazado, alternativas del campesino
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Un presidente ejidal con ideas innovadoras debe tener claras las cuestiones de aritmética: la posibilidad de demostrar que se pueden juntar la indispensable necesidad de negocio —es decir, de recibir más dinero del que se invierte en un producto— con la ya no tan abstracta idea de sustentabilidad —es decir, que el ecosistema reciba más de lo que se le extrae—. Óscar Sánchez Liceaga acaba de recibir el nombramiento en Cuatrociénegas, y sabe que no tendrá dos oportunidades.
“No es nada más cosa de preocuparse, sino de ocuparse; a nivel ejido hay mucha ignorancia; la gente confunde los términos, y cuando se habla del uso eficiente del agua, dice, ‘ay, nos van a quitar el agua’, pero no, se trata de darle una mejor administración, un mejor aprovechamiento, para mejorar la productividad, y de acuerdo a los cultivos, que estos se adapten a la región”, subraya el campesino, cuyas palabras acreditan su larga experiencia a contracorriente, en un mundo conservador.
El ejido tiene 68 titulares con unas mil hectáreas de riego y trece mil de agostadero. “El canal de conducción desde la poza La Becerra ya no trabaja bien, entonces tenemos muchas deficiencias de conducción […] extraemos mucha agua del manantial, lo estamos sobreexplotando, y además se pierde en el trayecto; traemos un proyecto de entubamiento, con la intención de eficientar el agua y de buscar alternativas para una mejor productividad, para ser competitivos respetando nuestro medio ambiente…”.
30 años de cultivar forrajes arrojan un desequilibrio ente los dos componentes de la fórmula: hay un modesto negocio pero la sustentabilidad está quebrada. “Cuando se vino la revolución verde, teníamos que producir, teníamos que sembrar, no importaba sobreexplotar los recursos naturales; entonces, al principio muy bien, pero ahora andamos todos de cabeza, pues tenemos una agricultura de mal mantenimiento y mal desarrollo; la gente es buena, pero necesita más información”.
—Usted acaba de ser elegido comisariado ejidal, ¿esto quiere decir que ya hay un grupo numeroso de ejidatarios preocupados porque cambien las cosas?
—Exactamente, cuando me comencé yo a capacitar principios de los años noventa, hacía estas propuestas y se malinterpretaban […] fui el más odiado a nivel ejido, pero todo esto no lo inventaba yo, era debido a la capacitación, y la gente se está ya dando cuenta que ve hacia atrás, que tuvimos una agricultura oportunista del recurso […] y se trata de ir contra el caciquismo, porque es como está el país, el rico se hace más rico y el pobre más pobre, y uno debe buscar que haya equidad, que haya beneficios para todos.
Proyectos con menos consumo de agua incluyen árboles frutales, nopal y verdura, además de capricultura, que no es sólo echar el chivero al monte. “Al nopal forrajero se le adaptan microorganismos y bacterias, para darle el mismo valor que la alfalfa en cuanto a nutrición; así, son más toneladas, es menos agua, y más tiempo, 15 o 20 años contra dos de la alfalfa, o sea, más rentabilidad [...] hay que informar a los ganaderos, les conviene a ellos”.
De ese modo, “se trata de demostrar que podemos vivir de otras alternativas, y no sólo del forraje; se debe de diversificar, no echar todos los huevos en una sola canasta […] cuando hay deterioro ambiental hay un deterioro social, y todo va desembocando en más pobreza”.
Además, la dependencia excesiva de los forrajes pervierte el mercado, pues en un pico de producción, “no hay quien lo quiera, y malbaratan su producto, entonces también necesitamos una agricultura por contrato, que nos garantice precios”.
Óscar también está preocupado por el acaparamiento de tierras al interior del ejido, que desplaza a los miembros más débiles, fortalece la vieja cultura caciquil, y mete a la tierra en la especulación inmobiliaria. “Si hubiera desarrollo nadie vendería nada, pero nos falta mucho capital humano”.
El líder ejidal espera que sea provechoso económicamente tener tierras en una zona turística. A Cuatrociénegas acuden 100 mil visitantes por año, no es un mercado despreciable, y se pueden ofrecer servicios de guía, alimentos y hospedaje con orden riguroso para respetar la naturaleza. “Yo estoy en contra del turista tradicional, el que hace desorden”, pues es uno de los grandes males que padecen las milenarias pozas.
—¿Su elección en el ejido significa que los campesinos apuestan a un cambio?
—Así lo veo. Es una responsabilidad muy fuerte.
—¿Cuánto va a durar en el cargo?
—Pues si me dejan, tres años, jajaja.
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CLAVES
Alta diversidad
La región de Cuatrociénegas alberga 1,070 formas de vida, aproximadamente, de las cuales, entre 76 y 80 son endémicas, es decir, sólo habitan esta zona del planeta, referido sobre todo a fauna de las charcas
Los estromatolitos son su mayor rareza, se trata de “una forma parecida al coral, que lo forman bacterias que van formando su materia y realizan fotosíntesis, por eso las pozas son tan claras, son los organismos más antiguos que existen”, explica Manuel Martínez, subdirector del área protegida
En una región escasa de lluvia, se da el milagro de entre 300 y 500 pozas, que se están extinguiendo por la sobreexplotación del acuífero
Además, hay dunas de yeso y no de arena de sílice, que es lo común. El visitante se puede informar de todas las maravillas en La Poza Azul, centro de información ambiental contiguo a la carretera.
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PUBLICO EN PRIVADO. Roberto Arredondo Farías. Concesionario de la poza Río Mezquites
El azote de los depredadores
Por su sangre corre historia: es heredero de Venustiano Carranza y habitante de toda la vida de Cuatrociénegas. En su discuros se combinan dos facetas: la del colonizador que pide matar a los osos y la del ambientalista que conoce la necesidad de cuidar el patrimonio natural a su cargo
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Don Roberto Arredondo Farías, sobrino nieto de Venustiano Carranza, de 77 años de edad, piensa como viejo colonizador de regiones salvajes cuando pide el exterminio de los osos negros y los pumas, últimos grandes depredadores del desierto, “animales dañeros” lo mismo que el temible lobo, que fue extinguido por los fusiles y las trampas de los rancheros hace más de medio siglo de todo el valle de Cuatrociénegas.
Pero también habla como ambientalista cuando reconoce que si no hay un trabajo de conservación en las charcas que bullen de vida primitiva y exclusiva, no sólo se perderá un valiosísimo patrimonio biológico y geológico, sino que se le vendrá abajo el negocio como concesionario de la poza de Río Mezquite, donde brinda servicios turísticos y de observación a miles de viajeros que arriban cada año.
Nació en Saltillo, pero llegó a los 40 días a este poblado fundado apenas en 1800, tras varias tentativas fracasadas por el ataque de los indios. “Aquí estaba mi abuelo paterno desde 1887, ya no había indios. Este terreno de la poza era de mi bisabuela; ella venía siendo tía de don Venustiano Carranza, y mi abuelo era su primo hermano, don Martín Arredondo Garza”, recuerda el vigoroso anciano que custodia la entrada de su viejo rancho, donde cobra el peaje a los visitantes, en su mayoría ignorantes del enorme valor de la zona: ha sido comparado con las islas Galápagos y el desierto la ha hecho, ciertamente, una isla evolutiva engendrada por un viejo mar que solo permanece en el subsuelo de la comarca.
¿Qué tesoro se guardan en la poza de don Roberto? Según los datos oficiales con que la Unesco promovió la declaratoria de Reserva Mundial de la Biósfera, habitan en la zona 1,064 especies, de las cuales hay 60 mamíferos, 165 aves, 70 reptiles, 18 peces, catorce especies de escorpiones y 54 variedades de cactus. Y los célebres estromatolitos, que salvo se hagan notar por algún guía, son vistos como rocas en el cristalino fondo de los estanques.
De los animales apacibles que sólo nacen y mueren aquí, destacan la sardinita o carpa, el cachorrito, el guayacón, el espada, la mojarra y la perca, todas apellidadas “de Cuatrociénagas”; están la carpa del Bravo, el lagarto escorpión de Lugo, la culebra de agua-vientre, las lagartijas norteña y texana, y las famosas tortugas de Cuatrociénegas y bisagra, entre muchísimas formas más.
Don Roberto dice que de su poza sale agua hacia los cultivos, como mil litros por segundo, y en su mayor parte se desperdicia. De cualquier modo, advierte: “Aquí hay bastante agua, pero subterránea, mucha que pasa por abajo y va a dar hasta el mar, y pos estas aguas es un misterio de dónde vienen…”.
Cuenta su versión del final de los lobos. “Eran dañeros, atacaban al ganado, nomás se iban corriendo detrás, y les arrancaban el pedazo… creo que al último lo mataron en 1935”. Conoce del programa binacional para reintroducir esos cánidos, pero “yo no sé para que los quieren […] de por sí el oso también le hace mucho daño, al igual que el puma; matan becerros. Hay veces en que andan por ahí, en las tierras […] creo que el oso en estos días baja por lo de las nueces…”.
Cuatrociénegas, Coahuila/Agustín del Castillo
Pero también habla como ambientalista cuando reconoce que si no hay un trabajo de conservación en las charcas que bullen de vida primitiva y exclusiva, no sólo se perderá un valiosísimo patrimonio biológico y geológico, sino que se le vendrá abajo el negocio como concesionario de la poza de Río Mezquite, donde brinda servicios turísticos y de observación a miles de viajeros que arriban cada año.
Nació en Saltillo, pero llegó a los 40 días a este poblado fundado apenas en 1800, tras varias tentativas fracasadas por el ataque de los indios. “Aquí estaba mi abuelo paterno desde 1887, ya no había indios. Este terreno de la poza era de mi bisabuela; ella venía siendo tía de don Venustiano Carranza, y mi abuelo era su primo hermano, don Martín Arredondo Garza”, recuerda el vigoroso anciano que custodia la entrada de su viejo rancho, donde cobra el peaje a los visitantes, en su mayoría ignorantes del enorme valor de la zona: ha sido comparado con las islas Galápagos y el desierto la ha hecho, ciertamente, una isla evolutiva engendrada por un viejo mar que solo permanece en el subsuelo de la comarca.
¿Qué tesoro se guardan en la poza de don Roberto? Según los datos oficiales con que la Unesco promovió la declaratoria de Reserva Mundial de la Biósfera, habitan en la zona 1,064 especies, de las cuales hay 60 mamíferos, 165 aves, 70 reptiles, 18 peces, catorce especies de escorpiones y 54 variedades de cactus. Y los célebres estromatolitos, que salvo se hagan notar por algún guía, son vistos como rocas en el cristalino fondo de los estanques.
De los animales apacibles que sólo nacen y mueren aquí, destacan la sardinita o carpa, el cachorrito, el guayacón, el espada, la mojarra y la perca, todas apellidadas “de Cuatrociénagas”; están la carpa del Bravo, el lagarto escorpión de Lugo, la culebra de agua-vientre, las lagartijas norteña y texana, y las famosas tortugas de Cuatrociénegas y bisagra, entre muchísimas formas más.
Don Roberto dice que de su poza sale agua hacia los cultivos, como mil litros por segundo, y en su mayor parte se desperdicia. De cualquier modo, advierte: “Aquí hay bastante agua, pero subterránea, mucha que pasa por abajo y va a dar hasta el mar, y pos estas aguas es un misterio de dónde vienen…”.
Cuenta su versión del final de los lobos. “Eran dañeros, atacaban al ganado, nomás se iban corriendo detrás, y les arrancaban el pedazo… creo que al último lo mataron en 1935”. Conoce del programa binacional para reintroducir esos cánidos, pero “yo no sé para que los quieren […] de por sí el oso también le hace mucho daño, al igual que el puma; matan becerros. Hay veces en que andan por ahí, en las tierras […] creo que el oso en estos días baja por lo de las nueces…”.
Cuatrociénegas, Coahuila/Agustín del Castillo
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