El investigador Miguel Magaña advierte que no hay conciencia del problema entre los políticos de la entidad.
PÚBLICO INTERNET, Jue, 17/12/2009 - 10:57
Guadalajara.- Jalisco no está trabajando en el sentido correcto y con la intensidad adecuada para hacer frente al cambio climático, advierte el investigador de la Universidad de Guadalajara, Miguel Magaña Virgen, experto en impacto ambiental.
La situación de la entidad, agrega, es “de alta fragilidad, debido a que en nuestro territorio por ser una área transicional entre dos regiones biogeográficas, los límites de temperatura de los organismos (hacia arriba y hacia abajo) vivos son de escaso amortiguamiento (buffer) en todas sus variaciones (diarias y por épocas anuales) por lo que solo se requiere una ligera variación climática en sus promedios para modificar los niveles tróficos más sensibles y estos a su vez por sinergismo desencadenarían un significativo impacto global a las comunidades”, explica.
Estos efectos ya se aprecian “en los organismos más sensibles a los segmentos dinámicos de la temperatura: la distribución del mosquito transmisor del dengue, se ha desplazado de los ecosistemas subtropicales a los templados en una intensidad fuera de lo normal y en estos su presencia se ha alargado aún en estaciones invernales por el calentamiento de estas. Los organismos depredadores de estos, por estar en niveles tróficos superiores tardarán más en readaptarse al cambio climático por lo que el aumento de población de estos insectos será constante hasta que sean regulada de forma natural”.
No se tienen datos locales que precisen más el fenómeno, “pero si podemos analizar algunos indicadores. Por ejemplo, las primaveras amarillas están iniciando su floración en Guadalajara a finales de diciembre en algunos casos o en enero. Cuando normalmente esto sucedía a fines de enero y principios de febrero, por lo que ello desajusta las actividades de polinización y altera los ciclos de dependencia alimentaria. Las jacarandas y los camichines en los dos últimos años adelantaron su floración (marzo y mayo respectivamente a febrero y abril)”, detalla.
Ese desajuste puede ser grave para todos los productores primarios, y subraya la dependencia con estos de los sectores industrial y terciario.
Más datos: “Los últimos cinco temporales se han presentado erráticos en sus ciclos y distribución, por lo que las pérdidas y reducciones productivas se presentan con más evidencia, obligando a intensificar la extracción de agua del subsuelo y por consecuencia aumentan los costos y a causa de esto la transformación resulta menos eficiente, que aunada al resto de las incidencias tradicionales, los impactos se tornan más severos. Si se han aumentado las exportaciones [de agua] no solo es por estrategias de economía, sino que la productividad se va desplazando hacia los puntos más bajos de las gráficas de producción. Esto afecta también a la ganadería que depende de los granos y forrajes”.
Ante este reto, “lamentablemente no hay un plan de acción. Los funcionarios no tienen ni idea de lo que esto significa, y las investigaciones en la materia ambiental no están siendo integradas y vinculadas con el resto de los sectores (en su gran mayoría siguen siendo personales y atrapadas en tradicionalismos académicos y de visión local). No hay producción de indicadores de condiciones naturales, por lo que no podemos definir las respuestas de los diversos ecosistemas y lo más delicado es que ni siquiera se han definido indicadores de los límites de emergencia o de riesgo inminente”, puntualiza el académico.
Agustín del Castillo/Milenio.com
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