martes, 26 de enero de 2016

Los Colomos, 45 años de urbanización desastrosa



El incremento sustancial de los desastres por inundación en las cuencas media y baja de la zona, tiene que ver con el alto peso de los intereses particulares inmobiliarios.

Agustín del Castillo / Guadalajara. MILENIO JALISCO.

El manejo que ha hecho el hombre de la subcuenca de Los Colomos, sobre todo en los últimos 45 años, ha sido inadecuado que ha alterado todos los elementos de sostenibilidad que contenía, con serias amenazas de desastre para las poblaciones humanas allí asentadas, señala el Estudio técnico justificativo para el área estatal de protección hidrológica Los Colomos-La Campana, que elaboró la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Territorial (Semadet).

La zona recibe tributación desde la zona de La Mesa de la Coronilla, al poniente, El Bajío del Arenal, al sur, y tiene fragilidades geológicas que no han sido consideradas durante el acelerado proceso constructivo, donde ha primado el interés particular y de corto plazo: tiene hoy los suelos urbanos más caros de la metrópolis tapatía, pero la fragilidad y el riesgo son tales que esa plusvalía es precaria.

“…ha experimentado una importante alteración medioambiental producto de cambios de uso del suelo que pueden entrar en la categoría de cambios mayores […] esta nueva funcionalidad está siendo conflictiva y se puede constatar a través del registro cada vez mayor de hundimientos, mal funcionamiento de los sistemas hidráulicos y el registro de inundación severas”, destaca el documento.

Esto, debido a que “las cuencas urbanas se caracterizan por el incremento de la impermeabilización y la reducción de la infiltración debido al revestimiento de suelos como consecuencia de la urbanización. Estos factores aumentan el volumen y la velocidad de la escorrentía produciendo caudales pico mayor en comparación con las cuencas no intervenidas o con menores impactos”.

La historia tiene como parteaguas el año 1970.  “Los asentamientos humanos antes de ese año, estaban distribuidos contiguos con la cabecera municipal y la colonia Seattle al norte, al sur existía una incipiente urbanización de La Barranca Ancha (actualmente Montevideo y Naciones Unidas), la parte alta de la microcuenca del Chicalote, por el fraccionamiento San Javier y la ciudad universitaria de la UAG, y al poniente por el poblado de San Juan Ocotán”.

Los impactos hasta esa fecha “se derivaban de las acciones que se desprendieron para aprovechar los manantiales de Colomos a principios del siglo XX para satisfacer las necesidades de agua de Guadalajara, el resto del sistema, es decir los canales principales y secundarios no estaban intervenidos, en la zona de los parteaguas existía una agricultura de temporal, lo que hoy es la mesa de La Coronilla, y Los Coyotes. En la parte media se construyó una obra hidráulica, la presa de Zoquipan con objeto de que el agua y la energía fueran usadas por la compañía Industrial Guadalajara”.

En la década de los 70, los cambios fueron drásticos: “Específicamente a partir de la continuación de la avenida Patria a partir de Plaza Patria hasta la UAG y el trazo de la avenida Acueducto. Paulatinamente el proceso urbano ha ido alterando desde la parte baja a la parte alta del sistema por lo que la infraestructura más antigua siempre queda aguas abajo. Debido a que no ha existido un estudio del entendimiento del sistema hidrográfico en su conjunto los criterios que se fueron utilizando para establecer políticas de manejo hidráulico fueron cambiado a lo largo de los años”.

El estudio señala como “impactos más significativos”, la “pérdida de la mayoría de los cauces de primer y segundo orden producto del relleno con objeto de amplia las zonas urbanizables”, lo que generó efectos en los aportes laterales de agua y sedimentos, el incremento de la velocidad de escurrimiento así como la cantidad de agua.

A esto se pretende responder con obras hidráulicas que “generalmente no contemplan las características de los gastos de la microcuenca, o se subestiman los escurrimientos superficiales, en perjuicio de las áreas construidas y generando problemas de socavamiento y deposición e incrementando el riesgo de inundación. Por lo regular se construyen obras muy limitadas en suficiencia y eficiencia, dejando ver las escasas dimensiones de construcción”.

Agrega: “El aumento de la superficie impermeabilizada que conlleva la urbanización, potencializa el poder erosivo de los cursos de agua superficiales y, como consecuencia, los procesos de erosión remontante en los sectores medios y altos”. En la zona alta y media de la subcuenca, los procesos erosivos intensos ocasionan “un riesgo geomorfológico relevante”. La explicación: “En algunos de los sectores más altos de los cursos de agua de primer orden, son frecuentes los procesos de caída de sedimentos, rocas sedimentarias que afloran y la presencia de frentes prácticamente verticales de hasta 40 metros de alto. En determinados frentes, esta elevada tasa de erosión […] afecta directamente obras civiles recientes como son caminos y muros”.

Al fondo del valle también hay “un proceso de erosión generalizado. Los distintos niveles de terrazas aluviales resultantes son resultado de modificaciones en el régimen de flujo de los cursos de agua más importantes y del descenso del nivel de base de erosión regional y local. La denudación de los afloramientos sedimentarios por construcción de caminos o modificación de pendientes y el retiro de la vegetación dispara el proceso de erosión acelerada en cárcavas, en la temporada de lluvias”.

De acuerdo con el estudio “se considera que la red hídrica está encajonada en sus tramos medios y finales y estrangulada por una serie de infraestructuras urbanas interceptoras, no mejorada o renovada para afrontar las escorrentías inducidas por las nuevas extensiones urbanas, y presionada por unos caudales más críticos que los originales vinculados a las transformaciones de usos en sus cuencas, de esta forma, la red de drenaje [natural y artificial] está recibiendo mayor agua sin renovarse, ante los cambios habidos en los usos del suelo. Además son múltiples las interferencias de las infraestructuras urbanas con la red drenaje que limitan su funcionalidad, esto ha repercutido en que los arroyos no tienen capacidad para evacuar avenidas extraordinarias y que se presenta una sobrecarga de la red de los colectores”.

Conclusiones

Algunas medidas de prevención y corrección urbana que se deben dar en la cuenca:

Los impactos hidrológicos no deben ser transferidos hacia la cuenca baja

Es vital retardar el escurrimiento, y establecer un control en la parte alta de las microcuencas, durante las tormentas intensas

El riesgo por inundaciones súbitas están relacionadas con el desconocimiento del medio físico y su funcionamiento, y en consecuencia, la “falta de previsión ante los cambios originados por el proceso urbano dentro del ciclo hidrológico”

Es fundamental proteger los espacios naturales que se mantienen en la cuenca, sea en los predios estatales como en las zonas privadas, caso especial de El Bajío del Arenal y de la Mesa de la Coronilla

Los manantiales dependen de la conservación de toda la red hidrográfica, pero es fundamental protegerlos en un radio suficiente, conforme lo han propuesto instancias civiles

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