jueves, 19 de marzo de 2015
Carretera a Colotlán, una zona de riesgo
El caso urbano es similar al de otros puntos de la metrópoli, cuyo crecimiento ha sido en buena medida en espacios peligrosos.
Agustín del Castillo / Guadalajara. MILENIO JALISCO.
El crecimiento pasado, presente y futuro del amplio corredor urbano de la carretera a Colotlán, hoy con 100 mil habitantes pero que podría incrementarse por arriba del doble con nuevos proyectos fuera del perímetro legal, tiene entre sus desventajas, además de la falta de planeación, que se ubica sobre suelo no apto, con tendencia a eventos naturales como inundaciones, agrietamientos o deslaves y con reservas de agua insuficientes.
Es una tendencia que se ha “normalizado” en la historia creciente de la ciudad. A partir de los años cincuenta del siglo XX, el clima político favoreció desarrollar Guadalajara bajo la lógica de fomentar su crecimiento demográfico. El resultado es que la ciudad consolidada ya se extiende en más de 50 por ciento de su superficie sobre zonas inadecuadas, en las cuales se padecen sobre todo inundaciones, pero sin faltar aguas malolientes, agrietamientos y hundimientos por rellenos inadecuados, deslizamientos de materiales y las exposiciones a la contaminación.
De acuerdo con estudios de la Facultad de Geografía de la Universidad de Guadalajara, la zona metropolitana tiene, por citar el riesgo más clásico, 300 sitios de inundación. La urbanización “ha generado cambios irreversibles en los ambientes naturales, impermeabilizando y compactando el suelo, es decir modifica la repartición de los componentes del balance hidrológico, como la relación infiltración-escurrimiento-velocidad, alterando las vías naturales de drenaje; muchas se han substituido por tubos [colectores], los pocos cauces que quedan han perdido en parte su capacidad de conducción al generarse una gran cantidad de interferencias, ocasionando que el sistema hidráulico tenga una capacidad finita a tormentas ordinarias, y si a esto le aunamos errores técnicos, rezago, falta de mantenimiento, ha hecho que el sistema de colectores tenga una incapacidad progresiva de conducción”, dijo en una presentación el investigador Luis Valdivia Ornelas, con datos al año 2011.
El caso tapatío es típico del modo desastroso en que han crecido las urbes del país. Al respecto, dice el Programa Nacional de Desarrollo Urbano 2014-2018: “Aún en épocas recientes la inexistencia de suelo apto al interior de las ciudades y accesible para los sectores más desfavorecidos de la población, continúa siendo un factor que impulsa el asentamiento de dicha población en zonas de riesgo. A nivel nacional, 11 por ciento de las viviendas en localidades urbanas se ubican cerca o sobre el cauce de un río; 2.3 por ciento se encuentra sobre rellenos sanitarios, cuevas o minas y 9 por ciento sobre barrancas”.
La zona del megadesarrollo de 33 mil casas recién “autorizado” por el Tribunal Administrativo del estado (TAE), entre el kilómetro nueve y diez de la carretera a Colotlán, es de suelo irregular por el paso de barrancas que han sido talladas por arroyos de temporal. Un año promedio hace que en los meses de julio a septiembre estas corrientes rebosen de agua por las intensas lluvias del temporal.
“Las manifestaciones más dramáticas de la presencia de población en zonas de alto y muy alto riesgo se ven reflejadas en fenómenos como el hundimiento del terreno en calles y casas, reportado como un hecho frecuente en 4 por ciento de los hogares urbanos, cuarteaduras de muros por reblandecimiento reportado por 5 por ciento de los hogares y deslaves y derrumbes de cerros por lluvias reportado por 4 por ciento”, añade el documento.
El valle de Tesistán, que se extiende al norte hasta las laderas de la sierra San Esteban-El Nixticuil, presenta problemas de grietas al tratarse de antiguas barrancas rellenadas de forma natural en miles de años. La sobreexplotación del acuífero provoca desplomes de tierra.
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