viernes, 14 de abril de 2017

Niños y educación, la guerra por las almas



Los Altos afrontó la paz de 1929 de forma accidentada; el asesinato de dirigentes lleva a una segunda etapa de guerrillas, pero la resistencia cultural fue aún mayor.

Agustín del Castillo / Guadalajara. MILENIO JALISCO. 

Arrebatar “el alma de los niños” a la iglesia católica fue un objetivo explícito del gobierno callista, que se buscó tanto durante el gobierno del “jefe máximo” de la revolución, Plutarco Elías Calles, como durante su largo maximato,y se prolongó durante los tiempos cardenistas. En Jalostotitlán, la disputa adquirió ribetes de tragedia, recuerda quien entonces era sólo un niño, y ahora preside la Guardia Nacional Cristera, Alfredo Jiménez Martín.

“Andaban alzados los combatientes de la segunda Cristiada; yo me acuerdo del combate aquí en Jalos con José María Ramírez; era un niño, pero oía cuando iba a amanecer cómo se empezaron a agarrar a balazos, como estaba en silencio… eso fue en 1936, tenía como cinco años […] sufría uno y sentía miedo de ver a las tropas de los federales, ver al ejército de un lado a otro; yo iba a la escuela en Santa Ana, y el profesor que iba a era enviado de [Tomás] Garrido Canabal, ex gobernador de Tabasco que persiguía al catolicismo; él decía, soy rojo y me van a mandar a los niños a fuerzas, y los padres le dijeron que no, ningún niño. Al catecismo íbamos casi 200, y en la escuela de ese maestro había solamente seis alumnos…”.

- Es decir, ¿ustedes aprendieron a leer por el catecismo?
- Sí, pero ese profesor mandó a traer federación de Lagos de Moreno para que lo apoyaran; se reunieron en el salón los padres y les dijo el que iba encabezando el pelotón, un teniente coronel: si no me mandan los niños tal día acá, me los voy a llevar presos a Lagos; mi tío Pedro Hernández se para y le dice: no nos hace la caridad de llevarnos presos a Lagos, está más cerca para que nos lleven unas gordas, pero mis tíos, que habían estado en la Cristiada, ya cuetes le dijeron: ¿sabe qué?, primero pasa sobre los cadáveres de todos, que mandar a los niños; este es un pueblo católico, cómo vamos a aceptar a un maestro comunista…



- ¿Cómo se arregló ese asunto?
- Al otro día le hicieron un arreglo a mis tíos; como Santa Ana son siete kilómetros y son tres comisarios, el de Santa Ana de Arriba, el de Santa Ana de en medio, y el Santa Ana de Abajo, y el profesor pasó a hablar con el comisario de Santa Ana de Abajo, que era Marcelino Romo, mis tíos estaban en la huerta y le hicieron ahí una fosa: mi tío Agapito le dijo a mi tío Guadalupe: pues me voy a agarrar yo con él, y si él me mata, tú te lo echas, pero ese cabrón aquí [en la fosa] tiene que quedar; pero mi tío Guadalupe lo salvó: le dijo, véngase aquí profesor, allá en La Mesita, donde se juntan dos arroyos, vengase acá porque lo van a matar; ‘no tengo miedo’, le contestó; yo sé que no tiene miedo pero lo van a matar, y usted matará a cuatro o cinco si bien le va, pero no saldrá vivo de aquí. Entonces ya le dio miedo, lo sacó de ahí, y fue a dar al rancho de La Tinaja, en Arandas, y ahí le mocharon un pedazo de oreja…

- ¿Era una situación complicada para los maestros laicos?
- Decían que los cristeros mochaban orejas, y eso no es cierto, eso fueron los padres de familia en Los Altos; en donde caigas, eres un rojo, y cayó ahí, y los empezaron a matar, y se fue todo el profesorado que mandaron.

Para don Martín, de 86 años, no hay dudas: “esta es una región que no ha querido el gobierno y todavía le guarda odio; los gobiernos actuales incluso, quieren desaparecer del mapa a Los Altos, una ley de Calles era desaparecer esta región del mapa, pero no, ahorita somos la región más productiva a nivel nacional, y a nivel de Jalisco”, comenta ufano este vendedor de carnitas muy exitoso a nivel local, que tiene entre sus tareas mantener viva la causa cristera.

En ese sentido lee un asunto muy actual y muy diferente al gobierno de las almas: la disputa por las aguas del río Verde. Apunta lo que asegura es el sentir de muchos moradores de la meseta del oriente de Jalisco: que la presa El Zapotillo y el acueducto a León es una nueva prueba contra los alteños ariscos a los poderes centrales. Pero confía en que también la ganarán.



Avatares de "La Segunda"

Don Martín ha vivido desafíos distintos con el paso de los años. Le tocó hacer frente a la apertura comercial en los años noventa, y sacar adelante apoyos para lecheros en tiempos de la presidencia de Vicente Fox. Hoy tiene un popular negocio de carnitas de cerdo, el animal gastronómicamente más apreciado en Los Altos, un eco de esas pesquisas inquisitoriales de la época colonial en la que una prueba contundente de ser “cristiano viejo” era consumir un animal despreciado por “impuro” en las tradiciones judía y musulmana.

Fue uno de catorce hermanos, “pero vivieron siete; vino una enfermedad después de la Cristiada, la difteria, de eso se me murieron unas hermanas; yo también tuve 14 hijos, ocho hombres y seis mujeres, ya todos casados y con familia”. Sólo intentó una ocasión en Texas, el “sueño americano” pero no le quedaron ganas de regresar, al ver y padecer la discriminación al mexicano. Su negocio ajustó 40 años el 20 de octubre de 2016. Pero nunca ha dejado la causa cristera.

La Guardia Nacional Cristera nació en 1955 tras una reunión entre obispos y generales sobrevivientes de La Cristiada, en un salón de la Villa de Guadalupe en México. “Quedaban unos cuantos, habían matado a muchos”, advierte este alteño robusto y blanco, de cabellos blancos quebrados, cejas pobladas y ojos avellanados, agudos.

Es justo lo que precipitó la segunda Cristiada: “los asesinatos más sonados, Jesús Degollado Guízar, quien después de la muerte de Gorostieta quedó como jefe nacional, y el general José Gutiérrez de aquí de Jalos, quien allá en el sur de Jalisco era el segundo […] cuando yo entré a la Guardia Nacional Cristera estaba de capellán el señor obispo Hernández Hurtado, que era el segundo de Posadas Ocampo, y ya le seguí, después en el década de los ochenta, quede como subjefe de la guardia, cuando la fue la beatificación de los mártires en Roma, a la que fui…”.



En su opinión, esa “hornada” de santos puso a la región y a México en otro lugar en el mundo católico, y se lo dijo a ambos prelados. “Tanto gusto de que ya teníamos mártires beatos en México, porque los europeos no querían que México tuviera ni un santo porque nos catalogaban como indios sin cultura [sic], que usábamos plumaje, cuero de animal cruzado, en la cintura […] nosotros en 1972 empezamos a mover que se celebraran misas en algunos de los lugares, como aquí en Jalos hay una cueva en donde curaban a los heridos; en San Julián hay muchos, en San Diego de Alejandría levantamos una ermita…”.
Don Martín afirma que quienes hicieron la Cristiada fueron en su mayor parte jóvenes; “los que se levantaron a defender la fe, entre ellos hubo como 20 tantos mil muchachas organizadas para abastecer de parque, darles armas a los cristeros, curar enfermos, unas se metían como enfermeras, en lo que podían cooperaron”.

- También se ha dicho que los ricos eran los que financiaban la guerra.
- No, en este tipo de problemas el pobrerío es el que le topa más bien; el rico dice, no, me afecta mis propiedades y mi riqueza, mejor yo no me muevo, y aunque sí había algunos ricos ayudando, fueron los pobres los que la hicieron; en los años que duró la persecución fuerte, algunos muchachos nos platicaban que se pasaban hasta cuatro o cinco días sin comer ni una tortilla, otros no dormían, o dormían en puro campo raso, unas piedras y un palo con la agarradera de los caballos […] había ricos que hablaban que los cristeros eran unos roba vacas, que eran rateros, que eran bandidos, pero la verdad es que con pelotones de hasta los 600 o 700 hombres, mataban una liebre, dos reses, y a comer, la verdad era el pueblo pobre y sufrido…

Con la paz de 1929, “los cristeros hicieron caso cuando los obispos dijeron, rindan las armas, tienen garantías del gobierno, pero eso fue una mentira grandísima, los obispos se lo creyeron, y dicen que [los obispos] Ruiz y Flores y Díaz y Barreto, que son los que hicieron el acuerdo, lloraban después como niños, al ver a tanta gente entre los líderes cristeros que fueron matando, traicionados; yo viví esa segunda Cristiada, y me acuerdo bien”.



De este modo, “cuando empiezan a matarlos se organizan, aquí fue el coronel José María Ramírez, el general Aurelio Rocha de Atotonilco, y así empezaron los brotes; pero ya no tuvieron la fuerza que había antes”.

Hubo privaciones, mala calidad de vida y un real estado de sitio contra las poblaciones civiles, que de por sí emergían agotadas de la lucha de la década anterior. Don Martín es de Santa Ana de Guadalupe, la tierra del santo y mártir Toribio Romo. En los treinta “no había trabajo casi, había escasez de maíz, que era lo que todo mundo sembraba, mucha hambre, necesidad, pobreza, porque el gobierno tenía todo militarizado, había mucho riesgo […] Yo recuerdo el combate de Martín Díaz en La Mesita Redonda –un cerro singular que se puede apreciar desde la autopista de Jalos a Lagos de Moreno-; los aviones por aquí daban vuelta, andaban bombardeando a Martín Díaz y a sus cristeros.

- Ese Jalos de los años treinta, ¿tenía sus privilegiados, sus ricos?
- Sí había ricos, y había hacendados; estaba la Hacienda de Potreros, la de Pozos Morados, la de los Acahuales por el río […] sí había ricos pero nosotros nunca trabajamos en la hacienda; mi padre tenía un ranchito, en Santa Ana; ricos, gente acomodada, pobres, y así, pero en aquel tiempo les dio la codicia de guardar el oro y la plata, yo de chico iba a trabajar a la hacienda del Potrero para sembrar alfalfa, por un peso de plata que nos pagaban, de sol a sol, de doce a trece horas […] mi abuelo Matías decían que tenía algo de plata, pero la tenía enterrada; el heredó de mi bisabuelo Cenobio, y mi abuelo vendió en pura plata el rancho, vendió en plata engordas de puercos, unos dicen que lo llegaron a ver asoleándose con hasta tres botes llenos con monedas de plata, no se supo…

El mundo de fe y absolutos siempre en colisión con lo terrenal, lo temporal, lo contingente. El anverso mundano de esa “imposible fidelidad” que un inspirado Pierre Chaunu encontrara en los relatos de la guerrilla de su alumno Jean Meyer, historiador de los campesinos desesperados y derrotados de la Segunda Cristiada.



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Claves

La lucha de las investiduras

“… las relaciones Iglesia–Estado deben comprenderse como un enfrentamiento entre dos bloques con proyectos de orden social encontrados que atraviesan a todos los campos de la sociedad. Bobbio ha sugerido para el caso de Italia que este tipo de conflictos pueden ser ubicados en el contexto de las dos crisis clásicas que marcaron el nacimiento de los Estados modernos: la crisis de secularización durante la cual van surgiendo ‘los ideales, los modos de vida, las actitudes culturales cuya difusión caracteriza la transición de la sociedad preindustrial a la industrial’, y la crisis de participación ‘mediante la cual se va ampliando la base de consenso del Estado’ moderno”

“En la mayoría de los países la primera crisis precedió a la segunda. ¿Pero cuál fue el caso de México? Nuestra hipótesis es que en las décadas de 1920 y 1930 están presentes las dos crisis. Con el modus vivendi de 1938 se resolverá la crisis de participación, pues la Iglesia termina cediendo —o más bien pierde— el control de las masas en la arena política y sindical, y orienta a sus huestes hacia un apoyo ideológico al régimen…”

“La Iglesia se convierte en forjadora del nuevo régimen no sólo al contribuir a frenar el radicalismo cardenista, sino también en la civilización de las pasiones políticas. Pero en lo que concierne a secularización, la lucha por las almas y las conciencias (los cánones de comportamiento), la batalla sigue en pie hasta el día de hoy: Loaeza, Blancarte y González Casanova, respectivamente, registran evidencias sobre como la Iglesia no ha dejado de oponerse a la secularización: modas, cine, bailes... y sobre todo en el campo moral y educativo…”

La salvación de las almas. Estado e Iglesia en la pugna por las masas, 1920–1940. Enrique Guerra Manzo

SRN

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