jueves, 24 de julio de 2014
A 10 años de la firma que detuvo “la guerra del agua” regional
Acuerdo de Chapala, sin grandes logros ambientales. La temática ecológica, que debería sustentar el desarrollo de la estresada región de cinco estados, está rezagada, documenta investigación.
Agustín del Castillo / Guadalajara. MILENIO JALISCO.
A diez años del nuevo acuerdo de distribución de aguas superficiales de la cuenca Lerma Chapala, el resultado de la recuperación ambiental en la importante región hidrográfica es más bien precario, sostiene el investigador del Iteso, Rodrigo Flores Elizondo.
El académico ha dedicado al tema varios años. El fruto es el libro “Los afluentes y los ríos, la construcción social del medio ambiente en la cuenca Lerma-Chapala”, que acaba de sacar a la luz pública la universidad jesuita, donde se analiza la guerra del agua que pudo ser entre Jalisco y Guanajuato, los acuerdos que detuvieron el conflicto político y social, y sobre todo, cómo el tema ambiental –que el sentido común indicaría es básico para recuperar los servicios ambientales que permiten la agricultura, la industria y las ciudades- nunca fue primordial en las discusiones.
El citado acuerdo (abreviado a ADAS) “es un logro y puede ser la base para muchas cosas, pero también tiene carencias. Parecería demasiado querer evaluarlo en términos de sustentabilidad”, pero en el sector oficial “lo propusieron como caso de éxito en el VI Foro Mundial del Agua en 2006, si bien han aclarado [después] que lo que se tiene son las bases para una mejor gestión del líquido”, explica.
16 grandes compromisos se asumieron con ese ADAS firmado en Metepec por cinco gobernadores: sistema de información y contabilidad hidrológica, rehabilitación y modernización de distritos de riego, mejoramiento de zonas con pequeña irrigación, banco de agua, coordinación técnica del consejo de cuenca, inventario y diagnóstico de la infraestructura de captación, conducción, control y retorno de la cuenca.
Sigue: reglamento de la cuenca, marcar en campo nivel de conservación y operación de las presas, revisión de los valores fijados para la operación, propuesta de pago por servicios ambientales, restauración del cauce, revisión de las políticas de distribución, convenio de aguas subterráneas, indicadores de desempeño, monitoreo de la calidad del agua y plantas de tratamiento.
Revisados los logros contra lo que plantean agencias internacionales (Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo de la ONU), el reflejo es escaso, frágil. “Esta fragilidad se manifiesta en la gran capacidad de simulación que tienen las políticas públicas en nuestro país que, dándoles un formato adecuado, pueden hacer creer a las instituciones internacionales que se están haciendo cambios hacia la sustentabilidad, cuando los proyectos de los agentes en realidad siguen su curso apenas modificado”, opina.
De manera que ese instrumento fue útil para conciliar posturas encontradas, y si bien no dejó contento a nadie, detuvo la escalada del conflicto. El aspecto ambiental rescatado fue “por exclusión”: que el agua excedente, que todos se disputaban, se quedara en las presas y pudiera eventualmente ir hacia el lago. La agenda ambiental permanece como gran pendiente en la zona. El libro está disponible en la librería electrónica: http://www.publicaciones.iteso.mx/libro.php?id=239.
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