jueves, 10 de julio de 2014

50% del arbolado urbano, amenazado por muérdago




Sigue en riesgo el patrimonio verde de la zona metropolitana por la desatención de las autoridades y las agresiones de los moradores citadinos.

Agustín del Castillo / Guadalajara. MILENIO JALISCO. 

La ciudad de Guadalajara tiene una masa forestal mal seleccionada, poco valorada, enferma y que sus habitantes destruyen. Cientos de árboles caen de forma ilegal todos los días, pero aún más grave es la prevalencia de plagas, en especial el muérdago, que pone en vilo a más de 50 por ciento de las existencias, de acuerdo a los registros oficiales.

“Se calcula que más de 85 por ciento de las especies existentes son inducidas. No propicias para las características ambientales del suelo, el clima, la disposición de agua y el grado de la temperatura”, señala un diagnóstico elaborado por la Secretaría de Ecología del municipio. “Las estadísticas muestran que entre 10 y 50 por ciento [de los árboles] pueden estar infestados de alguna plaga”, pero además, “20 por ciento de los árboles sanos y adultos mueren en Guadalajara por malas prácticas de poda”, refiere.

El muérdago prevalece por la especie Struthanthus interruptus, “un aspecto que resalta de las demás especies de muérdagos, es el impacto que tiene sobre sus hospederos […] ha desarrollado mecanismos de dispersión más eficaces que otras especies de muérdagos encontrados, situación que lo hacen más agresivo y difícil de controlar”.

A partir de finales de los años 90 del siglo XX, “se ha incrementado de forma exponencial la cantidad de especies afectadas [hospederos] en las zonas de incidencia estudiadas […] su forma de crecimiento es agresiva, ya que se enreda en las ramas y se adhiere a los puntos donde toca incluso sobre sus mismos tallos”.

Cada punto de contacto “se convierte en un nuevo sitio de absorción de nutrientes y a la vez en un acodo de donde se generará un nuevo individuo, una nueva planta de muérdago”.

Esta alerta respecto al muérdago se ha dado en el último decenio. El investigador de la Universidad de Guadalajara (UdeG), José María Chávez Anaya, lo señaló desde el pasado 2007. “Ese problema del muérdago es grave, quién sabe si estemos a tiempo de atacarlo; hay riesgo de que se pierda de 40 a 50 por ciento de la biomasa que tenemos en la ciudad, porque no nos hicieron caso y estamos viendo cómo jacarandas de siete u ocho metros se están muriendo por ese parásito”, indica en su estudio denominado Dasonomía urbana.

La respuesta institucional ha sido incompleta. Durante la Administración 2010-2012 el ayuntamiento contrató la elaboración de un programa de manejo y planteó una estrategia de combate a las plagas, pero no tuvo seguimiento a partir de 2012, cuando entró la nueva Administración municipal.

En el resto de la zona metropolitana la situación no es mejor en todos los aspectos. Pese a que existen desde hace más de un decenio, una norma ambiental estatal en materia de forestación y podas, poco se observa y menos se cumple.

Se olvidan de que los árboles en áreas urbanas pueden aportar muy grandes y diversos beneficios: “modificaciones microclimáticas, beneficios ecológicos, conservación de la energía y el bióxido de carbono, absorber contaminantes del aire así como su estabilización, mejorar la calidad del aire al reducir los niveles de bióxido de carbono (CO2), ozono, dióxido de azufre y dióxido de nitrógeno, además de la reducción de la contaminación por ruido”, señala el texto de Chávez Anaya.

Además, “proporcionan hábitat para la fauna silvestre, generan oxígeno, e inciden positivamente en la hidrología urbana, con el incremento de captación y retención del agua”.

Los árboles absorben y disminuyen la radiación solar: de 100% de la energía solar, las plantas absorben para su fotosíntesis entre 5 y 20%, reflejan de 5 a 20%; disipan por evapotranspiración de 20 a 40%; emiten de 10 a 15% y transmiten entre 5 y 30%

Los árboles permiten la producción de oxígeno y el consumo de anhídrido carbónico, función realizada por las hojas: árboles cuyo diámetro es de entre 60 y 90 cm, retienen hasta 50 kg de carbono; en árboles grandes y vigorosos se fija 90 veces más carbono al año que en los árboles pequeños: 93 kilogramos al año contra un kilogramo.

En cuanto a la disminución del ruido ambiental, la atenuación varía desde cuatro a doce decibeles, dependiendo de la especie y la profundidad, altura de la cortina de árboles y la densidad del ruido.

La recomendación es fomentar nuevas áreas verdes aprovechando terrenos baldíos; incremento de arbolado en cementerios; aumento en número de árboles en unidades deportivas; plantaciones en los accesos de carreteras y estaciones de ferrocarril, así como a lo largo y sus lados de sus vías; reverdecimiento de fachadas, en edificios públicos, hospitales y en centros escolares para aprovechar sus espacios disponibles y convertirlos en verdaderas áreas verdes.

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