domingo, 13 de marzo de 2011

La Primavera, la pirámide amenazada


El ser humano es el principal perturbador del medio ambiente, recuerdan especialistas. En el bosque, todos los organismos vivos, los más diminutos y los mayores, son esenciales para que un ecosistema funcione y brinde servicios básicos para el hombre, como el agua, la regulación climática, el suelo fértil, la captura de carbono y el control de epidemias y plagas. Sin embargo, la ciudad ue se beneficia con esos servicios no lo protege


Guadalajara. Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO

La vida es una trama: el puma caza venados, pecaríes y mapaches; estas presas comen follajes, pastos u otros animales más pequeños, como serpientes, pájaros y roedores; la fauna menor se depreda entre sí (serpientes que comen ratones, búhos que cazan serpientes y roedores) o devora insectos y organismos menores; de entre los insectos, las aves y los murciélagos, destacan los polinizadores de plantas, pero en general, todos los herbívoros dispersan las semillas de forma involuntaria. Todo está conectado.

Esto significa que la pirámide o cadena trófica [alimenticia o alimentaria] es, por un lado, la transferencia de alimentos [energía] a partir de quienes los crean por la fotosíntesis [las plantas] hasta culminar en los depredadores superiores [de nuevo, el puma]. Pero también es un esquema de equilibrios precarios en que las especies de la parte alta controlan a las de la parte baja, comiéndolas.

Así, un ecosistema está sano cuando tiene todas sus partes y ninguna predomina de forma ostensible sobre otra. Siempre los seres vivos de la parte baja de la pirámide son más numerosos que los de la parte alta, pero no tanto que pongan en predicamento al nivel inferior, como ocurre cuando se extingue por cacería a los pumas o lobos, lo que deja al venado o al pecarí sin depredadores, sus poblaciones crecen sin restricciones y presionan hasta el agotamiento a los pastos y el sotobosque.

O dicho con una metáfora, “la fábrica tiene a todos sus obreros y cada cual hace el trabajo que le corresponde para cumplir el proceso completo”, explica el investigador del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias de la Universidad de Guadalajara (UdeG), Miguel Magaña Virgen.

Es un equilibrio claramente amenazado en el caso del bosque La Primavera, la principal área natural protegida de la región conurbada de Guadalajara. Según Magaña Virgen, 30 por ciento de los ecosistemas naturales de ese antiguo volcán se ha perdido al interior de la demarcación, cuyo decreto federal de protección data de 31 años, pero cuya historia geológica, convulsa y dinámica se extiende por los últimos 140 mil años.

La Dirección Ejecutiva del bosque tiene un claro diagnóstico de los males actuales que le rodean: fraccionamientos residenciales, asentamientos irregulares, carreteras pavimentadas de cuatro a ocho carriles que cortan su comunicación con otros valles y montañas, tiraderos de basura clandestinos, balnearios con visitación incontrolada, espacios agrícolas, cotos de caza irregular, accesos incontrolados de humanos y de fauna exótica —perros, gatos, palomas, insectos—, naves industriales que reciben contenedores de muchas partes del mundo sin controles biológicos, bancos de material geológico que extraen sus suelos y modifican sus cauces, son hoy las principales amenazas para la supervivencia de sus ecosistemas (ver mapa anexo).

Todos estos factores pueden descompletar el tejido, deshilar la trama delicada que sustenta estas montañas y sus valiosos servicios ambientales. En resumen, ¿qué pasaría si el puma, el lince, el búho y el coyote se fueran para siempre?


Las miles de cucarachas
“La naturaleza no es sencilla, y la presunta armonía es muy engañosa”, comenta el famoso naturalista kenyano Richard Leakey reflexionando sobre estos equilibrios en La sexta extinción, el futuro de la vida y de la humanidad (TusQuets editores, 1998).

Agrega un largo y muy luminoso párrafo con una anécdota que ilustra cómo funcionan los equilibrios y por qué son fundamentales: “En el Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsoniano de Washington se expone una pieza que nunca deja de poner la carne de gallina a los visitantes: una cocina de imitación totalmente infestada de cucarachas, cientos de miles, tal vez millones. Los visitantes que consiguen vencer la inmediata impresión visceral y leer la placa informativa se enteran de que la horda entomológica que tienen delante es la descendencia que tiene una sola hembra en el curso de su vida, por lo menos en teoría. Por suerte, esta fecundidad en potencia se realiza muy pocas veces […] hay algo que mantiene a raya esta fecundidad. Ese algo comprende recursos alimentarios limitados, competidores, predadores, agresiones climáticas, enfermedades y otros factores…” (op cit, página 167).

Así, en todas las escalas, la bióloga Karina Aguilar, directora de fauna de La Primavera, explica la cadena o pirámide trófica como “el proceso de transferencia de energía y nutrientes a través de una serie de organismos, en el que cada ser se alimenta del alguno otro y éste a su vez es el alimento de una especie más dentro de un ecosistema”. Generalmente “se inician con un organismo autótrofo —es decir: que es capaz de fabricar su propio alimento sintetizando sustancias orgánicas a partir de elementos inorgánicos que absorbe del aire, el sol y el suelo—; luego vienen los consumidores en el que primeramente intervienen los herbívoros, que a su vez serán consumidos por los carnívoros, quienes no se salvan de otros carnívoros o de los carroñeros que se encargarán de limpiar los restos”.

Pero eso no queda ahí, pues aparecen “los degradadores que actúan sobre los organismos muertos transformando la materia orgánica en nutrientes para el suelo y el aire, de esta forma el círculo de la llamada cadena se cierra”.

Y pone ejemplos propios del bosque que investiga: “Si tomamos como ejemplo una red, que es una sucesión ordenada de interacciones alimenticias, llegamos al ejemplo: hierba, conejo, lince. En donde desapareciera el conejo por causa de una excesiva cacería humana, entonces, la hierba saldría de control y sería un elemento de materia combustible en tiempos de secas para los incendios, y por otra parte el lince se vería obligado a buscar su alimento en algún corral cercano causando miedo entre los habitantes con ganado y provocando que quieran exterminar a estos elementos por considerar que les son dañinos”. Una historia muchas veces contada.

Así, añade, “las interacciones dentro de un ecosistema son únicas, especiales y específicas, que sólo dan pie a cierta flexibilidad cuando aparecen los organismos oportunistas, por lo que muchas o la mayoría de las intervenciones de los humanos siempre terminan causando líos de alteración natural a los ecosistemas…”.

Las viejas extinciones
Grandes mamíferos como el mamut, el gonfoterio, el caballo y el camello, así como temibles depredadores de dientes de sable, son testigos de la historia natural de La Primavera y su región, que comienza entre erupciones volcánicas hace unos 140 mil años y que dio forma a los valles de los alrededores —Atemajac-Toluquilla y Tesistán—. En esa agitada evolución la vida prosperó y desapareció, lo que llevo a reedificar la pirámide con especies distintas cada que la fuerza de la naturaleza reconquistaba los apagados páramos ígneos ocasionados por la caldera.

La pirámide trófica (ver gráfico anexo) la encabeza hoy el Puma concolor, un felino de tamaño medio y gran astucia que ocupa el nicho ecológico de sus legendarios ancestros de 200 kilogramos de peso. Pero las desapariciones no se limitan a las épocas anteriores a las civilizaciones humanas: es probable que hace un siglo, el lobo mexicano (Canis lupus baileyi) aún deambulara en estas montañas donde un predio todavía se conoce hoy como La Lobera —en referencia a las trampas que los ganaderos ponían al depredador—; además, muchos moradores de la zona adyacente al cañón del río Santiago conservan la memoria de su paso más reciente.

Esto demuestra que los ecosistemas son dinámicos y que los huecos que van dejando especies extintas son ocupados por otros seres vivos.

Pero esos reacomodos no se dan sin que se cimbre toda la pirámide. Y es muy distinto cuando el agente de cambio es el hombre, más agresivo y de más corto plazo que casi todos los demás.

En el tema de La Primavera, esta situación, estima Magaña Virgen, ya es crítica. “Por ejemplo, se urbaniza El Bajío [en el municipio de Zapopan], los roedores que habitaban esa zona se van, los animales que bajaban del bosque a cazarlos se quedan sin comida, entonces, las medallas de los Juegos Panamericanos estarán manchadas de esa culpa ambiental por la obstinación de construir la Villa allí […]”.

Ya ha pasado en demasiadas partes, pero la humana es una especie de flaca memoria. El puma, el lince, el búho y el coyote, herramientas esenciales de control de las sobrepoblaciones, pueden desaparecer, y desencadenar un proceso de consecuencias no previstas para la megalópolis vecina.

La extinción, “debería preocuparnos, porque por especiales que seamos en muchos aspectos, no somos más que una casualidad de la historia”, insiste Richard Leakey. “Cuando comprendemos, pensando en nuestros orígenes, esta conexión íntima con el resto de la naturaleza, se desprende un imperativo ético: nuestra obligación es protegerla, no destruirla…”.

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Claves

La riqueza en riesgo

•Los inventarios más actualizados revelan que el bosque La Primavera alberga 1,627 formas de vida, entre las cuales se encuentran 156 especies de aves, entre ellas: pájaro carpintero, gavilán de cola roja, momoto o pájaro péndulo, martín pescador, búho cornudo, búho real y águila solitaria

•Hay 38 especies de mamíferos, entre los que destacan el puma, el venado cola blanca, el zorro, el coyote, el mapache, el lince y el armadillo. Hay numerosos testimonios de que fue hogar del extinto lobo mexicano

•Tiene 19 especies de reptiles y anfibios: culebra de collar, culebra ojo de gato, falso coralillo, chirrionera, alicante, víbora de cascabel, salamandra, rana cara de niño y sapo toro

•Hay al menos siete especies de peces, dos de ellas endémicas de México, y cientos de invertebrados, entre ellos 85 coleópteros

•Se cuenta con 961 especies vegetales (once de roble y cinco de pino), 47 especies de algas y 255 especies de hongos

•El bosque ha recibido en 31 años poco menos de 79 millones de pesos de fuentes públicas

•Cada año recarga 240 millones de metros cúbicos de agua. Actualmente se está en proceso el cálculo del valor de la recarga de millones de toneladas de carbono en sus árboles (se estima que hay más de cien millones de individuos)

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