lunes, 26 de octubre de 2009

Mayorga urge a crear “política de alimentación”


Entrevista, primera parte


Marginar a millones de campesinos, “falla del modelo”, dice el secretario federal de Agricultura y Ganadería. Las organizaciones son necesarias, pero deben proteger los intereses de sus agremiados y no perpetuar un modelo de gestión que los condena a la miseria, señala

Guadalajara. Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO, Negocios


Sentido común, lucidez y pesimismo son tres adjetivos que bien se pueden aplicar al diagnóstico del campo que tiene el jalisciense Francisco Mayorga Castañeda (1951), hoy responsable de la cartera con más larga denominación del Poder Ejecutivo Federal, metáfora adecuada del descomunal reto de este sector.

Un agro quebrado, abandonado por el crédito, sumido mayoritariamente en la pobreza e inmovilidad, presa del corporativismo a l’ancien régime, con su habitual aderezo de clientelismo y despilfarro de recursos públicos en proyectos privados, y con una severa crisis ambiental en puerta, contrasta con la buena fortuna de ese sector de exportadores que han sido beneficiados los últimos 25 años con la apertura comercial y la competencia.

Pero México no es ni de lejos el país de la libertad económica, de los mercados dinámicos y de los agricultores y ganaderos en camino a la prosperidad irresistible. Por segunda ocasión secretario de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, Mayorga Castañeda no cierra los ojos, pero acepta el desafío. Esto es parte de una confesión clara y directa que tuvo con Público en su reciente visita a Guadalajara.

Usted ha tenido una opinión crítica de los asuntos del campo, ¿ahora como secretario lo confirma?

Sí, lo que he estado viendo y he platicado con los Senadores, con compañeros de gabinete y grupos de productores con los que trato es que como país no tenemos articulada una política de alimentación, y al no tener articulada una política de alimentación todo lo que esta atrás de las cadenas productivas que son las cadenas primarias, no sienten que haya un rumbo, se sienten desorientados, a veces con señales encontradas por distintas agencias del gobierno; el reto es cómo ir formulando esta política de alimentación para que desde ahí se parta desde atrás hasta la producción primaria e incluso antes, como puede ser la investigación y el desarrollo en materia genética, por ejemplo, en este tema tan llevado y traído de los transgénicos; pues para mi la respuesta no es si usamos transgénicos o no, tenemos que entrar a esa tecnología, el chiste es que formemos empresas y científicos mexicanos que dominen esa tecnología y la pongan en servicio de los intereses nacionales, y no que abramos el mercado y que otros vengan por él; ese es el punto, y como este hay otros muchos temas ejemplos de que teniendo esta política en el segmento final de alimentación, podemos construir una congruencia en las cadenas productivas.

Desde que usted fue secretario en Jalisco tenía un planteamiento de que el productor rompiera su dependencia del intermediario, ¿por qué en tantos años no se ha podido articular algo?

Porque tenemos inercias muy fuertes, tanto de lado de los productores como del lado de los industriales; o sea, en general el industrial no quiere hacer tratos con el campesino porque dice que ha tenido malas experiencias, que porque no cumplen los compromisos, los tratos o no pagan, y también el campesino ve en el industrial a alguien que va a abusar de ellos porque es una persona más preparada, con capital, con información, que ellos no la tienen, entonces ambos recurren a un intermediario o ambos van con el gobierno y le dicen: “tú gobierno resuélvenos los problemas porque nosotros no somos capaces de entendernos”; hay una inercia cultural, también hay falta de leyes que puedan obligar a las partes a cumplir los contratos: generalmente si una organización de campesinos no cumple con sus compromisos no pasa nada, porque son pobres, son del sector social, no les puedes exigir y mejor ahí muere, entonces eso va acabando la posibilidad de esos tratos directos; está el tema fiscal que ya lo hemos comentado alguna vez, si el campesino vive en la informalidad, no está dado de alta, no da facturas, pues el industrial no le puede comprar, porque el industrial tiene que comprobar sus compras y necesita una factura fiscal; además, muchas organizaciones de productores tiene más bien una finalidad política, o una finalidad de conseguir apoyos del gobierno, que la de realmente generar empresas con todas las de la ley, bien constituidas, bien organizadas, al corriente en sus impuestos, transparente en sus cuentas. Es todo esto lo que impide esta comunicación equitativa y transparente de las partes.

El anterior secretario quedó muy marcado por el enfrentamiento con organizaciones de tipo político, ¿esto cambia las condiciones para usted?

Las reglas siguen siendo las mismas, aquí se está en una disposición personal a dialogar con las organizaciones de los diferentes colores y matices que hay; algunas radicales y otras más conciliadoras, y también con los señores gobernadores, porque hoy asumen un papel cada vez más importante, también le meten recursos y obviamente al meterle recurso quieres establecer ciertas condiciones en el ejercicio de los recursos, a veces son posiciones discrepantes las que tiene la secretaría a nivel federal y las que tienen algunos gobiernos estatales, y todo esto se resuelve a través del dialogo, del convencimiento, no creo que se pueda ir muy lejos con el enfrentamiento.

¿Entonces, el rompimiento de esa mediación entre productor y gobierno no es un hecho?

No, creo que todavía las organizaciones juegan un papel muy importante […] y no es deseable que lo pierdan. El campesino en lo individual tiene muchas desventajas en un mundo altamente competitivo, globalizado, de concentración muy grande del poder económico en unas pocas manos; yo creo que lo que tenemos que buscar son organizaciones que tengan sustentabilidad económica, para que después tengan sustentabilidad política. Es como una empresa grande, fuerte, sólida, que tiene peso político, y no porque lo busque, sino porque da empleos, paga impuestos, porque sus proyectos tiene una repercusión en la comunidad; así me imagino yo una sana participación política de organizaciones económicamente viables, pues si nada mas nos quedamos en la pura participación electoral, o en la presión a los gobiernos para obtener recursos, entonces sí hablamos de organizaciones que no son verdaderamente representativas de los intereses del productor.

En ese sentido, sí es importante desmontar el viejo sistema que era eminentemente político y electoral…

A eso me refiero, y bueno, si hay gente que le guste la parte política y que quiera participar en política, qué bueno, siempre y cuando tengan el respaldo de organizaciones económicamente sólidas, ¿o usted cree que Lala no tenga un peso político cuando es el principal productor de leche en nuestro país?; claro que sí lo tiene, ¿no cree que el director de Lala o el presidente del consejo de Lala tenga acceso directo con el señor presidente de la república, con un diputado, con un senador, con un gobernador, o que sus opiniones pesen? Claro que pesan. La otra forma es tomar la calle o hacer un plantón y también ser escuchado, pero a la larga una cosa es más sostenible y sana para el país que la otra.

Una de las críticas que más se dirigen a la Sagarpa es que el diseño económico está beneficiando fuertemente a una minoría del campo, los exportadores, pero hay un desplazamiento, hay un deterioro de vida de la gran mayoría de lo campesinos…

Sí, es correcto, esta es una de las grandes fallas del modelo, por eso se tiene que atender a esta enorme población de productores que están entre la autosuficiencia y una participación muy marginal en el mercado; y tenemos también que construir organizaciones, y volvemos a lo mismo, ese pequeño productor individual tiene una viabilidad bajísima, está aislado, en cambio si se organiza y se une puede tener una gran fuerza, y el ejemplo está en el grandes cooperativas de otros países que son capaces de contener o de equilibrar el poderío de las trasnacionales o de las grandes empresas locales.

Y cosas muy propias de México, como el ejido o la comunidad indígena, ¿no son la oportunidad de caminar en este sentido?

Yo creo que sí pero nos hemos quedado atrás en adecuar este tipo de figuras muy propias de nuestra cultura a una realidad global como la que vivimos hoy; por ejemplo, el ejido qué es, una forma de tenencia o una forma de organización; yo creo que se quedó como una forma de tenencia y no como un grupo organizado que prácticamente ya no existe […] las comunidades indígenas también pueden poseer en común las tierras, pero de ahí a que actúen como una unidad económica compacta, pues se está lejísimos.

Y que además tienen una visión del mundo muy alejada de la lógica del mercado.

Así es, entonces la idea no es desaparecerlas, ni eliminarlas, al contrario, es ver cómo las llevamos, cómo las acompañamos sin perder sus raíces culturales para que se inserten en ese mercado que ya está por todos lados; ese es el reto, cuando una organización sólo gestiona apoyos o consigue votos, o nada más presiona al gobierno, está dejando en la pobreza a sus representados.

Perpetuando un modelo de miseria…

Exacto, dejando en la miseria a sus representados, porque los hace dependientes de un tercero, que es líder, que es el que entrega o el que dona, pero no son capaces de crear su propio desarrollo, un apoyo del gobierno sí, pero a la larga que un día se desteten o se hagan independientes.

Y así tenemos muchos siglos, desde la colonia y sus políticas paternalistas.

Exactamente, por eso digo que hay muchas inercias que desde la secretaría no puede uno aspirar a cambiar.

Considerando la realidad que le toca enfrentar a usted como secretario, ¿que sería para usted en estos tres años un logro como para decir que valió la pena estar al frente de la Sagarpa, siendo realistas ante este clima político tan adverso?

Si pudiéramos primero compartir con otros actores de la sociedad mexicana, el Congreso, los gobernadores, los empresarios, las organizaciones de productores, los medios de comunicación, los intelectuales, una visión donde partimos de las necesidades no nada más del campo hacia el mercado, yo creo que ya seria una parte muy satisfactoria para mi; también si podemos ir derivando los presupuestos de bienes privados hacia bienes públicos, por lo menos de 25 a 30 por ciento, sería también otro avance; también el tema de cómo formalizar a los productores primarios, sobre todo pequeños, para que puedan vincularse a las cadenas de valor sin intermediarios políticos ni económicos, pues sería otro paso importante.

¿Esto indicaría que la reforma del 27 constitucional en 1992, que buscaba modernizar el sector, se quedó mocha?

Sí, se quedó mocha, creo que fue un gran logro parar el reparto agrario, fue un gran logro darle al campesino un certificado de derechos agrarios que ya no era sujeto a los caprichos o a las políticas internas de los ejidos, pero no hemos llegado a la culminación que es la propiedad plena de un pedazo de tierra.

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