jueves, 31 de mayo de 2018

Puerto Vallarta, los cien años sin soledad


La modesta aldea de 300 familias se convirtió en un destino turístico mundial, lo que acarreó desde prosperidad económica hasta daños ambientales crecientes.

Agustín del Castillo / Guadalajara. MILENIO JALISCO. 

Don Pablo López Joya es nativo de El Refugio de Suchitlán, en Cabo Corrientes, pero llegó a vivir a Puerto Vallarta a los seis años de edad, hace 84. Si su vida se hubiera detenido en 1960, sólo hubiera sido entre polvaredas de caminos, selvas feraces, ríos crecidos, el sordo golpe del mar y los cánticos de los pescadores, en estampas que habría pintado lleno de arrobamiento el gran Gauguin.

“Acaso llegue el día, quizá muy pronto, en que me perderé en las espesuras de alguna isla de Oceanía para vivir el éxtasis, la calma y el arte. Con una nueva familia, y lejos de esta lucha europea por el dinero. Allí, en el silencio de las hermosas noches tropicales de Tahití, podré escuchar la dulce, murmuradora música de los latidos de mi corazón, en armonía con los misteriosos seres que me rodeen. Libre, al fin, sin problemas de dinero, podré amar, cantar y morir”, le dijo el pintor francés a su mujer, en 1890, para justificar su huida de la civilización hacia la región más desconocida del mundo.

En 1934, la zona que hoy ocupa el tercer centro turístico más importante de México había regresado al aislamiento primigenio tan caro al pintor modernista de los últimos paraísos del “buen salvaje”. Tras una incursión tímida en el mundo global debido a las explotaciones de oro y plata de sus montañas, y la tala de maderas preciosas, que se embarcaban en esta orilla del décimo cantón de Jalisco, la revolución y su impronta de inseguridad había frenado la expansión económica y expulsado a los capitalistas extranjeros.

El litoral volvía a ser una tierra de soledades, pero eso no impidió que el 31 de mayo de 1918, el gobernador Manuel Bouquet elevara (decreto 1,899) a municipalidad a Puerto Las Peñas, “que quedará con los mismos límites que actualmente tiene y se le denominará Puerto Vallarta”, en memoria de uno de los más grandes jurisconsultos de la generación de la Reforma, Ignacio L. Vallarta, ex gobernador del estado. La causa era justamente su creciente producción agrícola y pesquera, y sobre todo, un futuro que se atisbaba promisorio por sus valiosos bienes naturales.

Allí, a la orilla norte del río Cuale, la familia López Joya, descendiente de las últimas raíces indígenas supervivientes a la conquista en esa región del país, se avecindó, ante la oferta de escuelas y de trabajo que crecía en la zona. Don Pablo recuerda que eran apenas 300 familias, poco más de dos mil habitantes. Hoy, ocho décadas después, la ciudad ya rebasó 275 mil moradores, más de 55 mil familias.

Infancia

En los 30 y 40, el mundo vive una crisis política y económica severa que deriva en la Segunda Guerra Mundial. Pero don Pablo crece en la ignorancia, ese bálsamo hecho de infancia y aislamiento que produce la especie más común de felicidad entre los hombres.

“Aquí estábamos aislados, los medios de transporte eran las canoas; así se venía la gente a Vallarta; el 5 de mayo se celebraba aquí una cosa muy especial, venía gente de Cabo Corrientes, de El Tuito, de Tomatlán, de Mascota, de Talpa, de San Sebastián, de Bahía de Banderas, de San José, de Las Palmas; era una fiesta grandísima, la gente se transportaba en canoa o a caballo; venían a las playas y ahí se estacionaban cuatro o cinco días, sin pleitos y con mucho respeto”, recuerda emocionado .

“Yo tenía cinco hermanos, dos mujeres y tres hombres; era la euforia de venir el 5 de mayo a Vallarta, el embarque de nosotros era en El Chimo, se venían muchísimas canoas y cantidad de gente para acá […] a veces llegaban con familiares, y en otras, dormían en la playa, había muchos árboles; mi tío, Jesús López Moreno, vino a ver a mi mamá y le dijo que no nos regresáramos, que él nos iba a ayudar económicamente, aunque a mi papá no le gustaba mucho quedarse aquí, y se regresó al rancho…”.

Los hermanos entraron a la escuela 20 de Noviembre. Muchos alumnos venían de aldeas cercanas. Las señoras iban a lavar en las tardes al río Cuale. Los escasos turistas se hospedaban en el hotel Rosita. El agua se llevaba en cántaros a lomo de burro. No había luz eléctrica y jamás había entrado un vehículo de combustión interna. Ir a Guadalajara demandaba siete días de camino, a caballo por las lomas de la Sierra Madre del Sur, hasta llegar a Ameca, donde se tomaba el tren. Luego, los hermanos Fierro introdujeron una aerovía, cuyo costo sólo podían pagar los más ricos.

Vallarta creció porque atrajo a moradores de la sierra, y sus diversos oficios: el carpintero, el sastre, el albañil, el plomero, la costurera. Se diversificó la antigua aldea y captó muchos trabajadores agrícolas. Tenía un centro de abastecimiento cerca: El Pitillal. Datos extraídos de “Puerto Vallarta, la formación de un destino”, de la historiadora Gabriela Scartascini Spadaro (2011, Centro Universitario de la Costa-UdeG): Alfonso Díaz Santos y Manuel Baumgarten Joya crearon el Club Deportivo Social Vallarta en 1944, con volibol y basquetbol. Llegaron también las orquestas de música popular. El cine Morelos funcionaba desde 1942. Todo esto coincidió con la famosa “Marcha al mar” del gobierno federal, especialmente atendida por el gobernador Agustín Yáñez (1953-1959). La promoción turística en Estados Unidos comenzó en 1942. El hotel Rosita se inauguró en 1948. En 1950 se abrió la primera academia de inglés. Puerto las Peñas alcanzó el centenario en 1951. Su destino ya estaba definido.

La mundialización

National Geographic menciona a Puerto Vallarta en 1961: “virtualmente desconocida para los vacacionistas una década atrás, el pueblo promete llegar a ser uno de los más populares destinos turísticos. Los pelícanos patrullan la playa con palmeras; los jaguares y los ciervos atraen a los cazadores en las montañas boscosas; las aguas submarinas rebosan de peces. Las casas y hoteles están estallando sus precios. El valor de la tierra ha crecido enormemente en los últimos años”, señala la famosa revista (citado por Scartascini).

Mexicana, la empresa aeronáutica, establece una ruta continua que propicia la llegada de visitantes y consolida el destino turístico. Luego, en 1963, vino La noche de la iguana (The Night of the Iguana),el filme de John Houston, protagonizado por Richard Burton y Ava Gadner, pero seguido de cerca por una de las actrices más célebres de la historia del cine: Elizabeth Taylor, esposa de Burton. La pareja se enamora del pueblo, de las montañas y los acantilados, de las playas solitarias y el verdor. Compran casa y la habitan como cualquier hijo de vecino. Las estrellas cintilantes se refugiaban en el poblado provinciano, al que agradecían la ingenua indiferencia que profesaban a su gloria mundializada. El paraíso perfecto para estos émulos de Gauguin.

“Yo los veía de lejecitos, nadie de los del pueblo los molestábamos y no traían seguridad casi”, destaca don Pablo López.

- Elizabeth Taylor ¿se aislaba o convivía con los locales? - Pues como no sabía español, casi no.

- Más bien con la comunidad de gringos.

- Así es; ya había familias que se habían quedado aquí, entre todo ellos hacían equipo, mientras de nuestra comunidad casi nadie hablaba inglés […] como a los seis u ocho días llegaron ya aviones con pasajeros gringos a Vallarta, para conocer el lugar…

- ¿A los americanos nunca les interesó hablar en español?

- No, casi no. Casi no se han mezclado en tantos años, incluso ahora.

La distopía

Don Pablo es una de las memorias vivas que le quedan a Vallarta. Se desempeñó como telegrafista y llegó a radicar en Nogales y Chihuahua, pero regresó a Vallarta para que naciera el primero de sus hijos. De forma paralela, por su gusto deportivo, tuvo una larga trayectoria como profesor de educación física. Ha obtenido reconocimientos del ayuntamiento y exhibe con orgullo un diploma firmado por el ex gobernador Alberto Cárdenas Jiménez.

Su casa, levantada con recias vigas de Swietenia humilis (caoba del Pacífico), la madera preciosa por antonomasia, padece el tormento cotidiano del paso de camiones de transporte o de carga, que cimbran la calle, emiten gases negros y ruidos exasperantes, lo que simboliza bien la ruina en la calidad de vida de este pueblo de destino extraordinario.

- ¿Cuándo se empezó a descomponer Vallarta?

- Yo pienso que por 1975; ya venían aviones más grandes, traían a más turistas: había vuelos de Los Ángeles, de San Francisco y otros lugares. Pero lo más difícil ha sido más reciente, y a la población no la toman en cuenta, son más bien los que compran terrenos y arreglan con la presidencia el permiso, y construyen, nos guste o no nos guste […] cuando esto se empezó a llenar, llegó la gente mala, la que roba, la que asalta, gente de fuera.

La multiplicación de población y de superficie urbanizada hizo de una aldea de pescadores, la segunda ciudad de Jalisco y una de las principales por atracción de divisas en México. Hay empleo, hay desarrollo educativo, hay mercados de alto poder adquisitivo. No es sólo la romántica visión de un anciano melancólico.

“Desde la sociología urbana, los cambios que experimentó Puerto Vallarta en casi un siglo se pueden sintetizar en la siguiente premisa: pasó de pueblo de pescadores a un centro turístico internacional. Este proceso tomó dirección y se intensificó en el último tercio del siglo XX. El proceso de modernización asincrónico y segmentado, colocado en el contexto de políticas nacionales encaminadas a la industria turística, trajo graves problemas en la ahora ciudad internacional. Problemas como la desigualdad económica que vive el país, harán que Puerto Vallarta continúe siendo un polo de atracción para miles de personas que buscan una oportunidad de empleo…” (“La transformación urbana de Puerto Vallarta”, Éricka Patricia Cárdenas Gómez y otros, Universidad Autónoma del estado de México, 2012).

La naturaleza palidece: según la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Territorial, en los alrededores de la ciudad habitan más de dos mil especies de plantas, 80 de mamíferos, 300 de aves, 85 de anfibios y reptiles, y 500 de mariposas, con un altísimo endemismo (exclusividad). Ese reino que dominaba en la infancia del profesor y telegrafista jubilado, hoy está amenazado.

Don Pablo tiene 90 años y perdió a su esposa hace siete, por lo cual, pese al mundanal ruido, cultiva la soledad. Su vida ya es longeva, pero quién sabe si alcance a ver en Vallarta el regreso del ciclo, el viejo edén restaurado: los esteros y las selvas de la antigua frontera, las guacamayas bulliciosas en los acantilados, los arroyos cristalinos, los árboles gigantescos pero humillados ante la eternidad del mar, ese testigo imperturbable de los sueños efímeros del hombre.


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Claves

Los datos

1851 es el año de la fundación de Puerto Las Peñas

1918 Es el año en que se elevó a municipio a Puerto Las Peñas, el día 31 de mayo, y cambia a Puerto Vallarta

1,107 kilómetros cuadrados tiene el municipio; es más grande que Zapopan pero menor a Tomatlán, Cabo Corrientes y Talpa, sus grandes vecinos

1,384 milímetros es su promedio anual de lluvias, el más copioso de Jalisco

275,560 habitantes tiene Puerto Vallarta, de acuerdo al conteo de 2015

Fuente: Instituto de Información Estadística y Geográfica de Jalisco

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