La cuenta de los años II
Defensor del lector
Juan Carlos Núñez Bustillo
2010-02-07• PÚBLICO-MILENIO
Agustín del Castillo, reportero de Público, me envió su opinión en torno a la columna que publiqué hace tres semanas. En ese texto presenté un correo del lector Francisco Arvizu a propósito del uso de la palabra “década” en una serie que apareció el 27 de diciembre pasado. “No son personajes de una década, terminará en 2010. Para colmos, ahora se viene otra vez eso de llamar década a año terminado en número 9, cuando el sentido común, y la Real Academia Española (RAE) prescriben el terminado en cero, con inicio en año en 1”.
En ese texto presenté los argumentos de la RAE, del Libro de estilo de El País y de José G. Moreno de Alba, que los llevan a coincidir en que las décadas de cada siglo comienzan en un año acabado en 1 y terminan en un año acabado en 0, aunque Moreno advierte: “Todo depende del año en que queramos comenzar a contar”.
Del Castillo opina: “La versión de que los siglos y las décadas comienzan en los años ‘uno’ no es algo universalmente aceptado, aun si la RAE define así las cosas —empecemos por destacar que esa entidad no es ni academia de ciencias ni de matemáticas, y sabemos que las lenguas son históricas, y por ende, relativas—.
“Los remito a la lectura del libro Milenio, de Stephen Jay Gould. Este excelente divulgador científico aborda el debate de si el siglo XXI comienza el 1 de enero de 2000 o el 1 de enero de 2001, y para nuestro cuento, tiene plena validez: ‘me complace informar que debemos nuestras dificultades infernales [...] a un monje llamado Dionysius Exiguus o (literalmente) Dionisio el Bajo. Habiéndose ordenado preparar una cronología para el papa san Juan I, el Pequeño Dionisio decidió empezar los años contables con la fundación de Roma. Pero, equilibrando pulcramente sus lealtades seglar y sagrada, Dionisio volvió a dividir el tiempo en el momento de la aparición de Cristo. Computó el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre, hacia el final del año 753 a.u.c (ab urbe condita, o ‘desde la fundación de la ciudad’, es decir, Roma). A continuación, Dionisio hizo que el tiempo empezase de nuevo unos pocos días después, el 1 de enero de 754 a.u.c (no el nacimiento de Cristo, sino la Fiesta de la Circuncisión en su octavo día de vida, y asimismo, y no fortuitamente, el día del Año Nuevo en los calendarios romano y cristiano latino).
“Sigue: ‘El legado de Dionisio no ha hecho otra cosa que proporcionar problemas. En primer lugar, ni siquiera acertó en la fecha, porque Herodes murió en el año 750 a.u.c. Por tanto, si Jesús y Herodes coincidieron en el tiempo (y habría que revisar drásticamente los evangelios si no fue así), entonces Jesús debió nacer el año 4 aC, o antes... ¡lo que le confiere al propietario del título del tiempo algunos años de vida con anterioridad a su propia era! (a mí, en todo caso, me gusta el oxímoron: Jesús nació al menos cuatro años antes de Cristo...).
“Más adelante: ‘Pero el error de Dionisio en la fecha del nacimiento de Jesús es sólo un mero pecadillo si se compara con las consecuencias de su segunda decisión equivocada. Hizo que el tiempo comenzase el 1 de enero de 754 a.u.c. y llamó a esa fecha 1 de enero del año 1 aD (anno Domini o año del Señor)... no el año cero —lo que, visto desde el presente, nos hubiera ahorrado muchísimos problemas. En resumen, Dionisio olvidó empezar el tiempo por el año cero, con lo que dio al traste con todas nuestras nociones usuales de cálculo. Durante el año en el que Jesús tenía un año de edad, el sistema de tiempo que supuestamente empezó con su nacimiento tenía dos años de edad (los niños tienen cero años hasta su primer aniversario; el tiempo moderno ya tenía un año de edad en su mismo inicio)...’. Hasta aquí la cita.
“Una de las explicaciones que da el ilustre científico sobre la omisión del año 0 es que en el siglo VI esa noción no existía en los monasterios, pues los árabes y los hindúes la empezaron a usar hasta el siglo VIII.
“Es decir, si el calendario hubiera empezado en año 0, como lo dictan las matemáticas elementales, lo natural es que celebráramos la década, el fin de siglo y de milenio con año en 0. Pero la realidad es que hay dos posturas: la de quienes se ciñen a un error de cálculo que se convirtió en verdad histórica —y por ende, asumiendo su relatividad—, y dicen que la década empieza en 1, o a quienes se ciñen a la lógica matemática y empiezan las décadas en 0.
“Finalmente, cito otro pasaje del libro de Stephen Jay Gould: ‘¿Me pregunta el lector de qué lado estoy? Bien, desde luego públicamente no tomo ninguna posición porque, como acabo de afirmar, la cuestión es irresoluble: cada bando posee un razonamiento absolutamente consistente dentro de confines de sistemas diferentes, pero igualmente defendibles. Pero en privado, sólo entre el lector y yo, bien, permítaseme plantearlo de esta manera: conozco a un joven con graves limitaciones cognitivas como resultado de discapacidades mentales de nacimiento, pero que resulta ser un prodigio en el cálculo de fechas (puede, de manera instantánea, decir el día de la semana para cualquier fecha, situada a miles de años en el pasado o en el futuro). Está perfectamente al tanto del gran debate del siglo, pues nada podría interesarle más. Recientemente le pregunté si el milenio llega el 2000 o el 2001, y me contestó sin dudarlo: el 2000 la primera década sólo tuvo nueve años”.
Creo que la conclusión ha sido expuesta ya por Moreno (“todo depende del año en que queramos comenzar a contar”), Stephen Jay Gould (la cuestión es irresoluble: cada bando posee un razonamiento absolutamente consistente) y Del Castillo (“Hay dos posturas: la de quienes se ciñen a un error de cálculo que se convirtió en verdad histórica […] o a quienes se ciñen a la lógica matemática”).
Me parece que el periódico debe definir y explicitar cuál criterio hace suyo; el lógico matemático que sostiene la Real Academia Española y que utiliza El País o el que asume el “error de cálculo” y la “década” de nueve años.
defensor.gdl@milenio.com
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