martes, 28 de julio de 2009

Llegó El Niño y alejó las lluvias







El bajo nivel de agua llovida hasta el momento, efecto del fenómeno climático. Hasta 20% podría descender el volumen de las precipitaciones en el temporal, según estimaciones de la UdeG, lo que pone en alerta a diversos sectores productivos; de todos modos se esperan desastres, pues habrá lluvias torrenciales y huracanes.



Guadalajara, Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO, Edición del 27 de julio de 2009
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La meteorología y la climatología no son ciencias exactas. Pero la experiencia de decenas de años de observación en el océano Pacífico oriental dio con dos fenómenos decisivos de la salud planetaria: El Niño y La Niña. Y apenas el pasado 9 de julio, la National Oceanic and Atmospheric Administration de Estados Unidos dio a conocer el surgimiento de un nuevo ciclo de El Niño y, con ello, un descenso de lluvias en Jalisco y en buena parte de México y el continente.

El Instituto de Astronomía y Meteorología de la Universidad de Guadalajara estimó, el mismo día, que los vaticinios previos de lluvia se podrían desplomar hasta en 20 por ciento en esta región.

De hecho, el pronóstico climatológico que elabora el doctor A. Douglas para la Comisión Nacional del Agua (CNA) y el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) señalaba apenas semanas atrás, para los meses de agosto, septiembre y octubre, un nivel de lluvias con pocas anomalías negativas en la región Lerma-Santiago-Pacífico, incluso con octubre al alza, de 50 a 100 por ciento más lluvia en algunos puntos. De cualquier modo, en el documento ya se apuntaban las posibilidades de la emergencia de El Niño, pues el Pacífico ecuatorial registraba una tendencia a calentarse.

Hoy, está confirmado que El Niño está activo y va a hacer su trabajo: no sólo más calor en la zona del litoral americano, sino disipación de nubes y lluvias, empujadas hacia el poniente. Un fenómeno que puede tener efectos sociales, ambientales y económicos desastrosos, pese a que es más viejo, mucho más, que la especie humana.

En Guadalajara, el termómetro más evidente son las percepciones de sus habitantes. “Se supone que estamos en el temporal, pero llueve tantito y cae después más calor”, opina Marco, propietario de un café que esperaba ver recuperados sus ingresos con el descenso de temperaturas, que se traduciría en clientes dispuestos a beber lo que su pequeño giro ofrece. Pero no pasa así, aunque los noticiarios siguen registrando tormentas apocalípticas que derriban árboles y provocan inundaciones en los 73 puntos del valle de Atemajac que año con año lo padecen, por la pésima planeación urbana.

En el campo la preocupación es mayor. Más de 90 por ciento de las tierras de cultivo es de temporal, lo que significa que dependen exclusivamente del agua de lluvia, pues carecen de sistemas de irrigación. Si las lluvias “se mueven”, la milpa puede cocerse por el calor y morir, o bien, ahogarse o destruirse con una lluvia torrencial. De forma natural, a finales de julio y buena parte del mes de agosto se presenta en fenómeno de la Canícula, que es un paréntesis en que deja de llover y abre ciertas oportunidades con los brotes tiernos de los pastizales, delicia para el ganado, así como permite vigorizar las plantas que demandan generosa luz solar. Pero si se prolonga, puede ser la muerte, y eso mantiene en vilo a miles de productores agropecuarios.

La estadística regional de la Comisión Nacional del Agua (CNA) sólo confirma las malas noticias: el lago de Chapala, el principal embalse que funciona como indicador de lo que sucede en esta vasta zona occidental del país, sólo ha podido ascender durante el actual temporal en catorce centímetros, esto es, 154 millones de metros cúbicos, equivalente aproximadamente a lo que le extrae la zona conurbada de Guadalajara para el uso público urbano. Un año atrás, la recuperación total era de 64 cm, con 687 millones de m3, es decir, casi cuatro tantos más.

Esto también revela que la naturaleza está sujeta a ciclos más o menos regulares: el propio lago ganó apenas 39 cm en el cercano año 2005, y se pudo extinguir en 2002, su segunda peor cota histórica en 110 años. Ahora contiene 68 por ciento de su nivel máximo, lo que revela que tiene existencias suficientes para sortear este mal temporal… siempre que no sea el comienzo de un periodo de descenso, como se han registrado al menos cuatro, prolongados y cada vez más frecuentes, desde 1899, según los registros oficiales.

Lo que es más preocupante es el bajo nivel de las presas que existen tanto en la cuenca Lerma, alimentadora de Chapala, como en el resto del territorio de Jalisco. Los 52 principales embalses ratifícales de esta entidad tenían el pasado viernes 24 de julio, en conjunto, 1,160 millones de m3, contra una capacidad total de 2,076 millones de m3, esto es, están a 55.9 por ciento.

Un año atrás, al mismo 24 de julio, albergaban 1,536 millones de m3, esto es, 74 por ciento.

El Lerma, una de las cuencas más sobreexplotadas del país, tiene 1,088 millones de m3 en sus once principales vasos, contra 1,473 millones de m3 del año anterior. Estaban en julio de 2008 a 71.7 por ciento de su capacidad. Hoy tienen apenas 52 por ciento. El escenario de disputa política por el agua puede estar de nuevo, a la vuelta de la esquina, como sucedió un lustro atrás.

Los caprichos cíclicos de El Niño
El Niño “es un calentamiento del centro y oriente de las aguas tropicales del Pacífico, se produce en promedio cada dos a cinco años e influye de manera significativa en el clima mundial”, sostiene un comunicado de la Coordinación General del Servicio Meteorológico Nacional, fechado el pasado 16 de julio.

En México, “El Niño provoca durante el verano, que las lluvias en la mayor parte del país disminuyan, llegando con cierta frecuencia a producir sequías. Varios son los procesos dinámicos que se combinan y que resultan en una disminución en la actividad convectiva (formación de nubes) sobre México en los veranos de El Niño. Estos tienen que ver principalmente con cambios en los sistemas atmosféricos relacionados con la lluvia”, añade el documento.

Por ejemplo, la llamada “zona intertropical de convergencia” del Pacífico oriental tiende a permanecer más cerca del Ecuador. “Esto se debe a que la convergencia de humedad para las lluvias tiene a ser mayor en el Pacífico ecuatorial del este que frente a la costa oeste de México […] al desaparecer este contraste térmico meridional durante El Niño, la convergencia permanece cerca de la región de agua anómalamente caliente frente a Sudamérica”, y los movimientos de nubes masivos quedan lejos del territorio del país.

La falta de nubes ocasionará que la radiación solar llegue plena a la superficie mexicana, y aumenten las temperaturas, como ya se empieza a sentir.

Así, el vaticinio es concluyente: “Lluvias deficitarias de verano sobre amplias zonas del país”. Lo que no impide que el agua caiga en algunos casos apretada, y pueda ocasionar los daños habituales: semáforos y árboles caídos, casas anegadas, autos varados en pasos a desnivel; y en el campo, tormentas apocalípticas, como la de 65 milímetros —12 por ciento de lo que llueve cada año en la región Norte de Jalisco— que se registró en Tenasco, municipio de Santa María de los Ángeles, el pasado viernes 24, para estremecimiento de sus escasos pobladores habituados a un mundo cada día más seco.



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CLAVES

Cosa de niños y niñas

El nombre de El Niño se debe a pescadores del puerto de Paita, al norte de Perú, que observaron que las aguas de la corriente de Humboldt, que corre de sur a norte, se calentaban en la época navideña y los cardúmenes huían hacia el sur, debido a una corriente caliente procedente del golfo de Guayaquil (Ecuador). A este fenómeno le dieron el nombre de El Niño, por la fiesta que los cristianos conmemoran del nacimiento de Jesucristo

El nombre científico del fenómeno es Oscilación del Sur El Niño. Es un fenómeno con más de once milenios de historia climática

Durante El Niño los vientos alisios se debilitan o dejan de soplar, la máxima temperatura marina se desplaza hacia el sistema de corrientes Chileno-Peruana, que es relativamente fría, y la mínima temperatura marina se desplaza hacia el sudeste asiático. Esto provoca el aumento de la presión atmosférica en el sudeste asiático y la disminución en América del Sur. Todo este cambio ocurre en un intervalo de seis meses que, aproximadamente, va desde junio a noviembre; es muy fuerte con alteraciones en el clima

Hay un fenómeno aparejado que se llama La Niña, el cual en México provoca más humedad y, en general, es un descenso de temperaturas en los mares intertropicales, lo contrario a El Niño

Los efectos: en México y las zonas continentales, fuertes sequías, así como lluvias torrenciales e inundaciones en las costas de Perú y Ecuador

Fuente: Organización Meteorológica Mundial



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Abundancia y escasez, extremos de desastre

Jalisco, con unos 80 mil km2, tiene todos los climas del país y padece de forma diferenciada los extremos climáticos que acciones locales como la deforestación, la erosión y las emisiones de gases de efecto invernadero están provocando, aparejado a los grandes fenómenos climáticos del planeta

Con más de 300 kilómetros de costa, esa región recibe año con año desde tormentas tropicales hasta huracanes, y en lo que respecta a esta anualidad, ya pegó, de forma benigna, el primero de seis que se esperan por la vertiente del Pacífico (ver tabla anexa)

Además, el Monitor de sequía de América del Norte, que agrupa información sobre el impacto de la escasez de agua en esta región del mundo, reportó hasta mayo de este año lluvias por debajo de la media en vastas porciones territoriales del subcontinente, entre ellas, la región Lerma-Santiago-Pacífico, en la que está enclavada el occidente mexicano

El monitor señala en su último boletín climático: “Continúa sin cambios la gran extensión de sequía con impacto hidrológico observada durante los últimos meses sobre el centro del país, así como las intensidades de anormalmente seca a severa; estas cubren los estados de Nayarit, Jalisco y Colima; Michoacán, Guanajuato, Estado de México, Distrito Federal, Morelos, Tlaxcala, Puebla, sur de Hidalgo, centro y sur de Veracruz, norte de Guerrero y Oaxaca…”

Los años de El Niño han sido dañinos para este territorio. Entre 1997 y 1998, con un intenso El Niño, hubo récord en superficie quemada de bosques y un periodo crítico de desecación del lago de Chapala y de sequías en Los Altos y el Norte de Jalisco, que se prolongó hasta 2001

Eso no impide el paso de huracanes violentos o tormentas copiosas; de la segunda, figura Greg, de 1999, que provocó anegamientos en la Costa Norte y destrucción de infraestructura, con cientos de desplazados. Del primer caso, el ejemplo es Kenna, de 2002, que devastó la costa Norte y Nayarit

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