viernes, 5 de febrero de 2016

Agua, ignorada en la planeación del AMG



El ciclo de ese recurso ha sido destruido por el crecimiento caótico, pero el plan de ciudad no contempla restaurarlo.

Agustín del Castillo / Guadalajara. MILENIO JALISCO. 

El agua es el recurso cuyo acceso ha sido el factor crítico para asentar las ciudades, y en particular, la historia de los fracasos previos de Guadalajara, en lo que hoy son los poblados de Nochistlán (Zacatecas) y  Tlacotán (Ixtlahuacán del Río), va aparejada a la apremiante escasez de ese elemento, independientemente de las tribus insumisas que asolaban a la naciente comunidad de colonos del siglo XVI.
Esa memoria de poco ha servido para que hoy los planificadores se la tomen en serio, lamenta el consultor en hidrología Arturo Gleason Espíndola. “Los tapatíos estamos enfermos y la mayoría no lo sabemos. La enfermedad se llama ‘deterioro del ciclo del agua’. Este sistema natural es el que  realmente provee de agua a Guadalajara a través de sus lluvias; parte de esta agua se infiltra en un suelo que permite resguardarla, alimenta a las plantas y  árboles que generan oxígeno y a la vez funcionan sus raíces como tuberías naturales para canalizar el agua a los acuíferos y alimenta los escurrimientos que dan vida a los ríos. Este maravilloso sistema  ha sido modificado por la urbanización desordenada”, señala, en una opinión entregada a MILENIO JALISCO.

Ni el Instituto Metropolitano de Planeación ni las otras instancias de coordinación han considerado el problema de disponer de agua, de regularla de forma satisfactoria, de preservarla en sus fuentes y de tratarla y reincorporarla a su ciclo natural. La prueba es que el Observatorio Ciudadano del Agua le hizo una petición formal para ello al presidente municipal de Guadalajara, Enrique Alfaro Ramírez. Este aceptó. Pero la única reunión entre Imeblan y observatorio fue poco fructífera, admite su coordinador, el presidente del Consejo Regional para el Desarrollo Sustentable, Juan Guillermo Márquez Gutiérrez (ver recuadro abajo).

“Ahora la lluvia cae, toca las superficies sucias y luego se mezcla con las aguas negras que luego son canalizadas al río Santiago. Lo que no cabe en las tuberías se convierte en avenidas de aguas contaminadas que recorren plazas comerciales y avenidas causando pérdidas humanas y económicas.  La lluvia que tenía alimentar el acuífero del subsuelo. Secar los acuíferos es sinónimo de muerte, y ahí no habrá instrumento de planeación que salve a Guadalajara”, añade Gleason, investigador por la Universidad de Guadalajara.

¿Por qué preocuparse? “La ONU y la NASA en el Día Mundial del Agua del 2015 establecieron a través de sus estudios que las aguas subterráneas en el mundo se terminarán en el 2050. ¿Guadalajara tiene el dato exacto de cuánta agua queda en estos momentos en el subsuelo? Las fuentes actuales subterráneas están siendo sobreexplotadas sin un sistema de monitoreo que permita saber cuánta agua está disponible  y por cuánto tiempo. ¿Qué persona madura le carga a su tarjeta de crédito sin revisar con cuidado el estado de cuenta? Un estado de cuenta que le permita determinar un balance sano entre lo que gasta y abona… pero no tenemos el ‘estado de cuenta de agua subterránea’, por lo tanto seguimos sacando agua del subsuelo sin la conciencia de cuánto nos queda. ¿Cómo se planea la ciudad sin posesionar que primeramente se debe saber cuánta tenemos y cuánta nos queda en forma instantánea?”.

Por otro lado, “al alimentar la mancha de concreto vía calles y casas estamos modificando otra parte del ciclo de agua llamada evapotranspiración […] ¿cuánta área verde hemos perdido? ¿Cómo esta ausencia de área verde ha modificado la lluvia? ¿Cómo se van a modificar las precipitaciones si seguimos urbanizando sin control? Estas preguntas se resuelven con  investigaciones a fondo, con sistemas de medición de alta tecnología, los cuáles no tenemos instalados de manera sistemática en Guadalajara”.

Concluye: “el sistema de planeación actual no le da el peso específico a la gestión del ciclo del agua […] es considerado solo en términos de infraestructura de agua y saneamiento. Hasta ahí llega la reflexión en torno al tema del agua y la planeación urbana. Como ejemplo basta analizar la  realización de los planes parciales que solo consideran para su autorización, la disponibilidad de agua y drenaje en términos del dictamen del sistema operador. No se evalúa cómo esos edificios afectan los escurrimientos superficiales y subterráneos, no se considera que el excavar diez a quince metros habrá agua la cual será bombeada hacia los colectores. No se estudia antes de  realzar el plan parcial cómo esos edificios modifican el funcionamiento de las redes de agua potable, afectando las presiones en la misma y la disponibilidad para los vecinos […]”.

Es una carrera contrarreloj. Si el agua no se convierte en eje de la planeación, el acuífero se perderá, los riesgos de desastre se incrementarán, y la conurbación apuntará a un nuevo fracaso. Como en Nochistlán, como en Tlacotán, como en el no tan lejano siglo XVI.

IMEPLAN, POCOS AVANCES
Los integrantes del Observatorio Ciudadano del Agua de Jalisco le pidieron el 13 de enero pasado al alcalde tapatío, Enrique Alfaro Ramírez, que la planeación de la ciudad incluyera como eje el tema agua. El primer edil les hizo caso y los canalizó al Imeplan. Se reunieron, “fue una junta superficial, propusimos una agenda de trabajo y no ha pasado nada más”, señala el coordinador del observatorio, Juan Guillermo Márquez Gutiérrez. Por allí alguien les confesó en lo corto: “no lo consideramos porque es un tema muy polémico…”.

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