martes, 22 de diciembre de 2015
60 años después, en una tierra de caciques
Ficción y realidad: las tierras que inmortalizó Juan Rulfo en su novela que cumple 60 años de publicada, son sede de cacicazgos antiguos, y de un moderno y hasta hace poco sangriento reinado del más famoso cártel del occidente mexicano (1 de 3). Arriba, sierra de Apango y tapia de hacienda de Totolimispa
Agustín del Castillo / Guadalajara. MILENIO JALISCO.
Le decían El Viejón y era nativo de San Gabriel. Felipe Córdova Torres ha terminado su accidentada vida en el famoso crucero de Cuatro Caminos, de donde salen las rutas a todos los recovecos de El llano en llamas, el tórrido amanecer del 24 de junio de 2014.
“Esto me pasa por andar robando y secuestrando y matando jente [sic] inocente”, dice la tétrica leyenda que parpadea a lo lejos, bajo la cauda solar y entre una ligera brisa matinal. No es el mensaje de un suicida arrepentido, previo a su viaje sin retorno hacia una insondable eternidad: la corriente cartulina con letras titubeantes de grueso plumón, y la naturaleza de las heridas, revelan la autoría de anónimos justicieros. No hace falta demasiada imaginación para saber quién lo ha ordenado.
En los días previos, han caído asesinados otros maleantes, casi dos decenas, que convirtieron la vida en los municipios de El Bajo (San Gabriel, Tuxcacuesco, Tolimán, Zapotitlán de Vadillo y Tonaya) en algo peor que el purgatorio a que alude el relato de Pedro Páramo, mito literario de resonancia universal que este 2015 cumplió 60 años.
Esta Comala se hizo el infierno en la Tierra en los tres años previos: cientos de habitantes hoy permanecen desaparecidos. Muchos terminaron a la vera de las brechas: descuartizados, acribillados, sin cabeza o sin órganos; algunos más podrían haber sido deshechos por los fuertes ácidos de laboratorios clandestinos. Otros más yacen en profundas barrancas, en espera de ser descubiertos. Varios fueron arrancados violentamente de su región solar. La mayoría jamás regresará, y el dolor de su memoria será tan largo como el de los camposantos espectrales de estos caseríos enjutos.
La súbita acción que recupera el equilibrio para las vidas de los atribulados campesinos y comerciantes del llano, ha partido del moderno Señor de estos vastos eriales: Nemesio Oseguera Cervantes Ramos, alias El Mencho, cabeza visible del famoso Cártel Jalisco Nueva Generación, de origen michoacano y presumiblemente asentado en algún rancho de la sierra de Tonaya, la misma que un siglo atrás ocultó al temible Pedro Zamora, y que hace menos de 90 años sirvió de refugio de los rebeldes cristeros.
Los vecinos señalan que la gota que derramó el vaso fue el asesinato de un justo, muy querido por sus coetáneos: el agricultor y ganadero Ramiro Benavides Preciado, de 56 años de edad, en las cercanías de la ruinosa hacienda de Telcampana. “Lo asesinaron sin motivo, era vecino de un rancho donde ellos tenían sus equipos y armas, y el pretexto fue que una de sus vacas se pasó […] lo llenaron de balas”, comenta un lugareño. Los hechos quedaron registrados el 30 de diciembre de 2013, según el periódico regional La voz del Sur. “La gente se empezó a molestar mucho, a perder el miedo…”. Los rumores preocupantes llegaron al rancho del amo. Éste decidió poner un alto a quienes abusaban en su nombre.
Tierra prometida
No siempre ha sido la región un teatro de desgracias y muerte. Hubo prosperidad en el tiempo de las haciendas, que parte del último cuarto del siglo XIX, cuando buena parte de estas vastas soledades, que eran propiedad de órdenes religiosas y de comunidades indígenas, fueron “metidas las mercado” y constituyeron latifundios: El Jazmín, Telcampana, Totolimispa, La Croix, Apulco o El Refugio fueron nombres de prósperas unidades de producción agrícola, donde la ingratitud de la tierra era paliada con una escala de miles de hectáreas que daba rentabilidad, y un fuerte componente de trabajadores agrícolas, en su mayor parte, encasillados.
Pero no era el paraíso: los descendientes de los jornaleros y algunos ancianos que alcanzaron a trabajar en sus mocedades, recuerdan la mano dura de los señores y el escaso margen de libertad, lo que se prolongó incluso mucho después de la revolución mexicana y la guerra cristera. Fue en los años 30 y 40 del siglo XX cuando la historia, con tres decenios de retraso, llegó a la región y abrió el capítulo agrario.
Lo que nunca se acabó fue la estrechez de la vida. Pobres y aislados, los moradores del llano tenían apenas acceso a servicios básicos y sus comunicaciones eran lentas y pesadas, interrumpidas durante los meses del temporal en que los arroyos y ríos crecían. Las escuelas eran apenas de nivel básico –hasta tercer o cuarto grado- y sólo en las cabeceras municipales. No había médicos. Don Mónico Soto Grajeda, hoy nonagenario, recuerda desde Tonaya que por mucho tiempo fue el único asistente de esas almas perdidas entre las aldeas marginadas del vasto páramo.
La vida pareció cambiar con la debacle de los cacicazgos locales, a partir de los años setenta –para lo cual se requirió del poder de un cacique de otro nivel: José Guadalupe Zuno Arce y su Comisión del Sur, quien permitió la alternancia en las alcaldías-. También llegaron las carreteras pavimentadas, escuelas de bachillerato, centros de salud, nuevos capitalistas que harían producir la dureza del comal. Con la apertura comercial de los 80, y sobre todo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, llegaron los invernaderos para hortalizas: variedades de jitomates, especialmente berries –muy apreciados en Europa y Estados Unidos- y chiles jalapeños, serranos y morrones, también para exportar.
Esto podría estar generando hasta cuatro mil empleos permanentes. Amplios caseríos de nueva traza en la región están atiborrados de jornaleros migrantes, originarios de la Costa Chica de Guerrero, la región del istmo en Puebla y Oaxaca, y diversos poblados del centro de Veracruz. Si bien, los presidentes municipales han presumido que se trata de empleos justamente remunerados, la Secretaría del Trabajo de Jalisco ha denunciado condiciones cercanas a la esclavitud en algunos sitios. El más famoso es Bioparques, de San Gabriel, que tras ser intervenido, ha mejorado ostensiblemente la calidad de vida de sus ocupantes, de acuerdo a la visita que hizo el pasado 4 de diciembre al sitio, la delegada de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), Gloria Rojas Maldonado.
Por citar el caso de los berries, la Secretaría de Desarrollo Rural (Seder) informa que cada hectárea debidamente tecnificada exige una inversión de un millón 100 mil pesos, pero su rentabilidad da para ingresos promedio anuales de 257,700 pesos, lo cual paga la inversión en menos de cinco años, sin considerar que hay subsidios directos del gobierno que reducen en casi dos años el tiempo de amortización.
La región denominada El llano en llamas (título del otro libro de Juan Rulfo, publicado en 1953) tiene la desventaja de la escasa precipitación pluvial, pero el enorme atributo de su estabilidad climática: las heladas, el diablo de las plantaciones, son aquí marginales.
Orígenes negados
Juan Rulfo generó aún en vida numerosos equívocos respecto a su origen, advierte el cronista de Sayula y periodista con 74 años de carrera a través del semanario Tzaulan, Federico Munguía Cárdenas.
Sin llegar a ser un amigo íntimo, el historiador local fue apoyado por el novelista para publicar una importante historia regional de Sayula, con miras a llenar “un importante hueco” que había en los registros de Jalisco. Lo trató de forma directa en al menos cuatro ocasiones. Siempre negó haber nacido en esa cabecera que algún tiempo le disputó a Ciudad Guzmán (Zapotlán el Grande) el liderazgo del sur de la entidad.
“Cuando la revolución, las familias de hacendados de la zona se refugiaron aquí, porque el campo era muy violento, había secuestros, robos y violaciones […] si bien ellos tenían casa en San Gabriel, y la hacienda en Apulco [Tuxcacuesco], debieron venir en 1917, cuando nació Rulfo, yo encontré sus registros y los publiqué aún en vida de él”, explica.
- ¿Por qué empeñarse en negar el lugar de su cuna?
- Porque a Sayula le hicieron fama de tener muchos homosexuales, por la leyenda del ánima… la verdad siempre ha habido, pero como en todas partes […] a Rulfo le causaba mucha incomodidad porque lo bromeaban [el moderno bullyng] incluso los padres del seminario de Guadalajara. Pero su hermana Eva me confirmó lo que yo investigué.
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Claves
La gran novela
Pedro Páramo tuvo una larga gestación en la mente de Juan Rulfo, inicialmente con el título de Los murmullos, y vio la luz en marzo de 1955
Significó una revelación en el mundo de las letras mexicanas y mundiales, y ha alcanzado hasta ahora su vertido a 70 idiomas, según la Fundación Juan Rulfo
El mundo sombrío de caciques que retrata está inspirado en la historia de su región e incluso los anales de su propia familia
Pedro Páramo es uno de los tres libros que ostentan el récord de ventas del Fondo de Cultura Económica
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