miércoles, 30 de noviembre de 2011

Tecalitlán, denuncian talamontes armados


Presumen que actividad que se desarrolla ilícitamente en la sierra de El Halo tiene ligas con crimen organizado; ya conocen de los hechos la Profepa y la PGR, pero nadie detiene a los infractores

Guadalajara. Agustín del Castillo. MILENIO-JALISCO. Edición del 14 de noviembre de 2011

Moradores de la región de la sierra de El Halo, ubicada en Tecalitlán, entre la cabecera municipal y la delegación de Ahuijullo, denunciaron ante la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) y en los buzones de “denuncia anónima” de la Procuraduría General de la República y de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), la tala clandestina de sus bosques por parte de presuntos integrantes del crimen organizado.

Al ubicarse en la zona limítrofe con Michoacán, una de las áreas con mayor incidencia de bandas criminales ligadas al narcotráfico del país, los moradores de estas montañas se sienten en el abandono de los poderes civiles. “Nos dejan solos, tenemos un año con el problema y nomás no hay quien le ponga freno; la gente ya tiene miedo de andar por la sierra y de meterse a trabajar sus predios”, dijo un lugareño que pidió no ser identificado.

Estos bosques templados, con selvas bajas caducifolias en sus partes bajas, al sur y al este, han sido un emporio maderero durante más de medio siglo, pero todo comenzó bajo la tutela de la concesión maderera que recibió la papelera Atenquique, lo que hizo que los ejidos y pequeñas propiedades estuvieran obligados a venderle a la paraestatal, que fue privatizada en 1987 y cuya concesión venció en 1994.

Desde entonces, es un mercado liberado con bajos márgenes de utilidad ante la ineficiencia del sector industrial, lo que estimula el clandestinaje para incrementar las ganancias. La Comisión Nacional Forestal calcula que por cada árbol legalmente talado se derriba otro de forma ilegal.

Pero el caso de estas rancherías es más grave: las bandas comenzaron a incursionar desde el vecino municipio de Tepalcatepec, hace poco más de un año. Llegaban armadas, transitaban las brechas en vehículos de doble tracción y la autoridad simplemente se hizo a un lado.

“Cuando comenzaron a derribar los bosques, nadie dijo nada, porque saben que está en peligro la vida de sus familias si pretenden oponerse a ellos”, añaden los testigos, que tuvieron contacto con este diario.

Parte de esa madera, se presume, va a alimentar el mercado de la transformación de la madera en Ciudad Guzmán y en Colima. A la ofensiva de los talamontes se añade el crecimiento de la frontera aguacatera en el sur de Jalisco, fiebre traída de las montañas de Michoacán, con un fuerte cambio de uso de suelo en los viejos bosques de pino y encino, y también ligada al lavado de dinero del crimen organizado (ver PÚBLICO-MILENIO, 14 de diciembre de 2008 y 17 de mayo de 2010).

Los moradores de la sierra de El Halo no ven interés de las autoridades en frenar un problema ambiental cuando la prioridad es combatir delincuentes violentos. Pero la tala de esta serranía demuestra cómo estas realidades han quedado entreveradas, en las montañas del occidente mexicano.

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