martes, 19 de agosto de 2014

Fauna de los volcanes, las vidas bajo riesgo



Destrucciones del bosque y cambio climático amenazan con extinciones que alterarán la cadena biótica con efectos nocivos para comunidades humanas. Fotos recientes del programa de monitoreo de fauna, cortesía del Parque Nacional Nevado de Colima

Agustín del Castillo / Sur de Jalisco.  MILENIO JALISCO

Los vecinos de las rancherías desperdigadas entre el inmenso bosque de la infancia de don José Macías Gudiño, vivían aislados buena parte del año, sobre todo en los tiempos de lluvias. Allí eran cotidianos los encuentros con animales silvestres: venados, pumas, “onzas” (jaguarundi), coyotes, “jabalíes” (pecaríes) mapaches o “tejones” (coatíes). Hoy, de tan raro, les parece milagro.

“Al que le teníamos más miedo era a la onza, porque en los lugares sombríos se posesionaba; subían a unos encinos que estaban medio hundidos, se quedaba arriba, y lo que pasaba por abajo lo cazaba [...] no comía personas, pero sí animales; era como una pantera grande, grande, y como ceniza, del color de los lobos”, refiere el hoy guardabosques.

La historia cambió. La agricultura y la ganadería ocuparon los espacios salvajes y trajeron como consecuencia la destrucción de los hábitats naturales.

“La desaparición de especies se presenta por grupos, tres con mayor número de especies en peligro: los gatos, con el lince (Lynx rufus); el ocelote (Leopardus pardalis);  el tigrillo (Leopardus wiedii) y el jaguarundi (Puma yagouaroundi); entre las aves, los psitácidos: el perico frente lila y el perico cabeza verde; de entre los anfibios y reptiles, la salamandra (Pseudoricea belly) […] y hay especies menores como tuzas, ratones y murciélagos entre las más amenazados de los mamíferos”, señala la responsable del programa de monitoreo de fauna del macizo volcánico, la bióloga Sonia Navarro.



Más de las aves: “También es caso de especies pequeñas como las matraquitas del genero Tiotorus, y de 30 a 40 por ciento de las especies de colibríes […] el complejo volcánico es una isla biogeográfica que da disponibilidad de hábitat  para un porcentaje alto [hasta 40 por ciento] de aves migratorias, muchas en categorías de protección”, indica.

Nada de esto se discutía en los años 50 del siglo XX. “Ya solamente quedan esas panteras por el volcán de Fuego”, añade don José.

Como se carecía de carreteras, las rutas eran “a campo traviesa” a Ciudad Guzmán, Guadalajara, Atenquique o Colima.  “No había escuelas, y los médicos venían de ciertas partes,  los traían a caballo; lo mismo cuando daban a luz las mujeres, se tenía que traer a la partera a caballo, porque tampoco había hospitales”.

Durante las lluvias, “los pueblos se quedaban incomunicados; en esos tiempo era como en las películas, los carteros en bestia llevaban la correspondencia de un pueblo a otro pueblo, así uno se comunicaba […] si picaba a alguien un alacrán, había métodos para curar, a lo indio, porque los indios tienen sus propias medicinas,  y prefieren mejor la herbolaria que la otra medicina con droga y con químicos de farmacia”.

Las noches, o antes del alba, eran los momentos propicios con la naturaleza. “Lo giorno se n’andava, e l’aere bruno toglieva li animai che sono in terra dalle fatiche loro…” (íbase el día, el aire empardecido libraba a los vivientes de la tierra de sus fatigas).  Una suerte de epifanía que nutría temores y supersticiones, que en sus formas antiguas, también se van lentamente de las montañas.

LOS ENEMIGOS



Los monitoreos con cámaras de fototrampa arrojan una luz esperanzadora, al menos en el caso de las zonas protegidas de la región: hay animales variados a lo largo de toda la cadena trófica. Pero la observación a través del tiempo ha permitido advertir de los riesgos que trae la destrucción ambiental.

“Por orden de importancia, los principales factores de desaparición de especies en la zona son la pérdida de hábitat, el cambio de uso del suelo [agricultura extensiva y cultivos intensivos como aguacate, caña de azúcar, café], ganadería y contaminación de agroquímicos, y deforestación. Esta se encuentra en el cuarto sitio de la lista, pero debido a que recientemente se reactivaron los permisos de corta, puede ocupar en pocos meses el primer lugar”, explica Sonia Navarro.

También señala su preocupación por los incendios accidentales y provocados “para dar lugar a plantaciones de aguacate”; y la nunca extirpada caza ilegal: las cámaras de foto trampeo ha registrado la presencia de depredadores humanos.

El bosque mesófilo de montaña, recientemente protegido en los volcanes, presenta diagnósticos aciagos tanto en lo local como con el calentamiento global, que le quitan oportunidades.

La doctora en ciencias subraya: “los desequilibrios, la remoción y la desaparición de especies contribuyen a los cambios de temperaturas y en la calidad de los factores del hábitat, particularmente en los bosques mesófilos o de niebla; estos cambios son irreversibles y se suman  al cambio climático que a su vez afectará a las especies de vertebrados mayores, a las más vulnerables y a las de movilidad limitada como los anfibios, ranas, que dependen de la cantidad de luz y humedad dentro y fuera del bosque […] aves y murciélagos dependen de los periodos de floración y fructificación en forma sincrónica, con exactitud y precisión; al existir cambios en el clima, son las especies que resultan afectadas por la pérdida de recursos alimenticios, recursos para madriguera y apareamiento”.

Y aunque son problemas muy graves y con efectos potenciales devastadores para las comunidades humanas –merma en captura de agua, aumento de temperatura y mayor gasto de energía, reducción de suelo fértil, pérdida de polinizadores, plagas- los recursos para la protección son escasos. La economía y la política no parecen tomar nota de este inquietante futuro que se hace cada vez más posible.



¿HAY ESPERANZAS?
“Antes había mucho bosque, y ahora no hay ni la mitad; en cambio, sí hay mucha reforestación, pero se deben combatir plagas en los árboles que le pegaron al bosque muy fuerte”, dice don José en la quietud de su cabaña, este mediodía gris donde el sol se ha ocultado y el pico del Nevado apenas es una silueta entre nubes de vapor.

75 años de edad; cuerpo macizo, fuerte; canas que cubren la cabeza, arrugas que no apagan los ojos flameantes, severos, transparentes. Voz firme, a ratos exasperada por el invasivo corresponsal. Sigue: vive seis días de la semana en el volcán, y regresa a Tecalitlán por su lonche. No recuerda a todos los hijos, pero uno es cirujano, otro estudia derecho de empresas internacional, la otra se fue para hablar inglés a Estados Unidos.

- ¿Qué fue de sus demás hijos?

- Pos yo no tuve ni tiempo de anotar, ni los conozco; sólo son tres los que reconozco: Juan Pedro, José Francisco y Santiago de Jesús, responde incómodo.

Regresa a la floresta: sin protección ni manejo se sigue destruyendo. “Porque reforestan y se seca, o no la cuidan, o si les dan dinero, se va a la bolsa y no al bosque”, en  un círculo vicioso casi irrompible. Entonces, el viejo podría deletrear el famoso verso dantesco de la casa de los condenados, y construir una interrogante nueva, gran urgencia  de un mundo inmerso en otro tipo de extinciones y acabamientos. “Lasciate ogni speranza”? (¿abandonad toda esperanza?).


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