jueves, 14 de agosto de 2014

Bosques que caen por mandato de los nuevos caciques



Una destrucción aún no inventariada ha pasado por la sierra de El Halo, pero la ingobernabilidad forestal afecta a todo el sector en Jalisco

Agustín del Castillo / Sur de Jalisco. MILENIO JALISCO.

La camioneta tomó la ruta de brecha entre Tecalitlán y Ahuijullo, hacia los bosques de la sierra de El Halo, en el confín sureste de Jalisco; el grupo de técnicos forestales y de rancheros que los contrataron se topó con un convoy de ocho vehículos y dos decenas de hombres armados con fusiles M-50, que les apuntaban, entre palabras altisonantes y miradas hostiles. La disuasión fue instantánea.

“¡Qué cabrones van a levantar actas del robo de maderas, ni que nada!”, les espetó el líder de la gavilla. Tuvieron suerte, porque no tomaron rehenes ni les robaron objetos: sólo debieron regresar hacia la carretera pavimentada. Los propietarios decidieron poco después abandonar su residencia en el área. En dos años no han regresado. “Ni ganas te quedan, que se queden con todo”, confiesa el profesional que encabezaba la arriesgada expedición.

Las consecuencias son casi lógicas: diversos observadores de la región, metidos al negocio de la madera, piensan que desde 2007 o 2008, cuando llegaron los narcos michoacanos a las montañas templadas y las selvas secas de Tecalitlán, Pihuamo y Jilotlán, esa amplia demarcación se ha deforestado en más de siete mil hectáreas, de forma completamente ilegal.

Ejidatarios, pequeños propietarios, responsables municipales y técnicos han visto así convertirse el bosque apacible y solitario en el verdadero Inferno: despojos de tierras, cobro de “impuestos” por protección, secuestros o desapariciones, trabajo forzado para motosierristas y técnicos, amenazas a funcionarios municipales y una tala descontrolada.

“Esta situación fue tema de discusión con la gente de la Profepa [Procuraduría Federal de Protección al Ambiente] en el pasado foro forestal que convocó el gobierno del estado; ellos dicen que el manejo del bosque es responsabilidad de los dueños, y estos serán sancionados […] pero resulta que los dueños se salieron y prefirieron largar sus predios a enfrentar el riesgo de perder la vida o la libertad. Profepa supo de esto, y nunca actuó”, comenta irritado el testigo (ver MILENIO JALISCO, 30 de diciembre de 2011: Profepa ofrece a vecinos indagar tala en Tecalitlán”).

Y aunque se pueda pensar que sólo ocurre en las colindancias michoacanas, la anarquía generada por un crimen cada vez mejor organizado que se ha convertido a la “silvicutura”, en realidad se extiende mucho más allá: en Ciudad Guzmán, la madera ilegal es vendida “a la fuerza” y al precio que los mafiosos señalan, en el centenar de aserraderos locales (otra oportunidad perdida por la Profepa: revisar los ingresos de materia prima en esos establecimientos). En Autlán, un prestador de servicios fue secuestrado para darle componente técnico a un aprovechamiento. En la costa, motosierristas experimentados son arrancados de sus pueblos “voluntariamente a fuerzas” para cortar las maderas duras que piden los clientes chinos. En la zona de los volcanes, en Tapalpa y la sierra del Tigre, algunas de las huertas aguacateras tienen ese origen dudoso: si no, por qué las amenazas a quienes denuncian el cambio ilegal de uso de suelo.

“Pero como todos tienen miedo, no hay denuncias […] entonces los van a culpar a ellos de los destrozos”.



LOS CACIQUES
Estos son los actos de “il mal seme d’Adamo” (la mala semilla de Adán), fruto podrido de ambiciones desmesuradas de riqueza, tierras y poder sobre otros hombres. No es un impulso distinto al de medio siglo atrás, recuerda don José Macías Gudiño, guardabosques del Nevado, obligado a mirar el pasado sobre su natal Tecalitlán.

“Nosotros éramos cuatro hermanos nada más, pero para qué quiere saber tanto […] todos fuimos huérfanos, mi padre, Francisco Macías Torres, murió cuando yo tenía tres años, mi mamá fue a la vez papá, y eran muchas limitaciones; había veces que había dinero y veces en que no había nada; así nos la pasábamos con un comida al día, o a veces con dos; luego no había en dónde trabajar, había puro cacique, hasta el pueblo estaba divido entre cuatro, y hacían su voluntad”, señala con un leve dejo de pena.

Tantos años, ya no recuerda todos los nombres de esos detentadores provincianos de la “voluntad de poder”, que estaban tan lejos de los centros de decisión nacional, que nadie les hacía sombra. Vivían sobre una pequeña república de pinos, maizales, cerdos, vacas y campesinos miserables. Que esos caudillajes se opongan a la llegada de carreteras, escuelas e infraestructura, no es sólo tema de dramas como el Río escondido del cacique Regino Sandoval o sátiras como El padrecito, del cacique Silvestre Manzano. Tecalitlán, como tantas regiones rurales de México, lo vivió.

“Recuerdo a uno de ellos, se llamaba Julio Mora; otro se llamaba Gonzalo Ochoa y un tercero era Faustino Contreras… del último ya no me acuerdo...”.

- ¿Cuatro caciques en un pueblo tan pequeño, no son demasiados?< - Bueno, el municipio es muy grande y se lo repartieron, y cada uno mandaba en su zona […] el pueblo creció sobre sus tierras, ellos fueron vendiendo y haciendo dineritos. Un día se fueron a Guadalajara y dejaron el pueblo, ya estaba Atenquique y las cosas habían cambiado.< Hoy, tras décadas de tranquilidad, los nuevos caciques han llegado.



CAMINOS SIN LEY
Al pie del Nevado de Colima, la fronda de pinos es sustituida por aguacateras, no siempre de buen modo. “Si ocupan un lugar que antes era tierra deforestada de mucho tiempo o parcelas agrícolas, no sólo no daña, sino que es bueno”, señala un ecologista de Zapotlán. Pero en lugares como El Fresnito, Los Mazos, El Jazmín, Tonila, o Zapotitlán, saben que no siempre es así.

“Cuando ellos comenzaron a llegar, en el gobierno de Calderón, que pegó el ‘michoacanazo’, empezaron a barrer con el bosque; los incendios supuestamente accidentales fueron mucho más frecuentes; pero la que nunca vino ni se dio por enterada fue la Profepa”, dice un indignado lugareño.

El temor es que al Nevado le ocurra lo que al Tancítaro, su gigante vecino oriental en tierras purépechas, donde ahora no sólo no se puede transitar libremente, sino que “las aguacateras llegan casi hasta la cumbre” de 3,900 metros sobre el nivel del mar.

Un viejo silvicultor se queja de la falta de inversión y de prioridad de los proyectos forestales como fuente de la pobreza en los bosques. Sin oportunidades económicas no puede haber manejo adecuado de los ecosistemas, y con el arraigo de una actitud “rentista” que fomentó por décadas el monopolio de la papelera de Atenquique, los recursos quedan disponibles al mejor postor. Más si hacen sus ofertas a punta de fusiles.

“La sierra de El Halo es tierra de nadie, yo creo que sí se deforestó entre siete mil y ocho mil hectáreas; si tu vas a los ranchos cercanos a Tecalitlán, no puedes entrar a más de dos kilómetros cuando te topas con una banda armada; yo creo que fácilmente se han comercializados de 60 mil a 70 mil metros cúbicos de madera por año sin ninguna regulación, sin manejo ni orden, sin guías ni documentos de ningún tipo […] mucha gente huyó. Cuando hay oportunidad de hacer inventarios profundos, se podrá ver la gran dimensión del daño”, añade el empresario.

La tibieza en la aplicación de la justicia deriva en la impunidad. Por eso los tibios yacen en las orillas del Aqueronte “questo misero modo tengon l’anime triste de coloro che visser sanza infamia e sanza lodo” (de las almas que han vivido de modo que ni el bien ni el mal hicieron, brota este triste y mísero alarido), mientras selvas y bosques del mundo visible, retroceden entre fuego, sierras y metralla.





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Claves


- La economía del sector forestal, en Jalisco y México, siempre ha estado inmersa en actividades ilegales: cuando se creó la Comisión Nacional Forestal, a comienzos del siglo, el organismo reportaba que prácticamente la mitad de la madera que entraba a los aserraderos no estaba marcada ni tenía modo de acreditar su legal procedencia

- Un golpe severo fueron los tratados de libre comercio, que inundaron el país de maderas baratas de países como Chile, Indonesia y Brasil, lo que fue un golpe severo más al sector

- Está demostrado que los bosques manejados, sobre todo –aunque no exclusivamente- si son de tenencia social, están mejor protegidos en los hechos que muchas áreas naturales protegidas. El auge de la narcoviolencia de la última década trató de destruir esos tejidos sociales, que a su vez, fueron las áreas que mejor resistieron a sus embates

- El problema de la impunidad ambiental es el mayor del país, porque los delitos de ese orden no son prioridad para las fuerzas policiacas o de investigación criminal. “Si tenemos decenas y cientos de asesinatos, asaltos, riñas, despojos, cómo espera que vamos a darle prioridad a sus animalitos”, le dijo un agente del Ministerio Público Federal a un administrador de área natural protegida que había capturado cazadores ilegales en una reserva ecológica< - Otro problema serio es la economía: ante la prioridad de empleos y desarrollo a corto plazo, la protección de los bienes naturales pasa a segundo plano

3 comentarios:

Unknown dijo...

Tener el valor de abordar públicamente el tema del clandestinaje y la presencia de bandas criminales en el bosque merece elogio y soporte para el periodista Agustín del Castillo.

Se necesitarán más que notas periodísticas para cambiar el rumbo de la marea criminal que en sur de Jalisco ha ido de mal en peor. De todas formas, estos llamados al público son importantes, y obligan a los lectores a exigir del periodista la mayor seriedad. Presentar hechos, evitar sermones y consejos infundados, evitar lugares comunes.

De lo criticable a la nota actual sobre la Sierra del Halo es que crea la ilusión de que se podría llegar a cultivar huertas en el Volcán de Colima hasta su cumbre, lo cual aparte de no ser viable biológicamente, crea la idea equivocada de que las bandas de criminales se van a dedicar a hortelanos de ahora en adelante. Cultivar huertas toma dinero, paciencia, tecnología, mercados, LEGALIDAD, y esas no son cosas que concuerden con el estilo de los bandidos del Halo (o los de la sierra de Tecalitlán, o cualquiera otra).

Mejores notas, más definidas, menos concesiones al sentimentalismo serían bienvenidas.

Martin Mendoza
martinmendoza@yahoo.com

Unknown dijo...

Tener el valor de abordar públicamente el tema del clandestinaje y la presencia de bandas criminales en el bosque merece elogio y soporte para el periodista Agustín del Castillo.

Se necesitarán más que notas periodísticas para cambiar el rumbo de la marea criminal que en sur de Jalisco ha ido de mal en peor. De todas formas, estos llamados al público son importantes, y obligan a los lectores a exigir del periodista la mayor seriedad. Presentar hechos, evitar sermones y consejos infundados, evitar lugares comunes.

De lo criticable a la nota actual sobre la Sierra del Halo es que crea la ilusión de que se podría llegar a cultivar huertas en el Volcán de Colima hasta su cumbre, lo cual aparte de no ser viable biológicamente, crea la idea equivocada de que las bandas de criminales se van a dedicar a hortelanos de ahora en adelante. Cultivar huertas toma dinero, paciencia, tecnología, mercados, LEGALIDAD, y esas no son cosas que concuerden con el estilo de los bandidos del Halo (o los de la sierra de Tecalitlán, o cualquiera otra).

Mejores notas, más definidas, menos concesiones al sentimentalismo serían bienvenidas.

Martin Mendoza
martinmendoza@yahoo.com

Unknown dijo...

Tener el valor de abordar públicamente el tema del clandestinaje y la presencia de bandas criminales en el bosque merece elogio y soporte para el periodista Agustín del Castillo.

Se necesitarán más que notas periodísticas para cambiar el rumbo de la marea criminal que en sur de Jalisco ha ido de mal en peor. De todas formas, estos llamados al público son importantes, y obligan a los lectores a exigir del periodista la mayor seriedad. Presentar hechos, evitar sermones y consejos infundados, evitar lugares comunes.

De lo criticable a la nota actual sobre la Sierra del Halo es que crea la ilusión de que se podría llegar a cultivar huertas en el Volcán de Colima hasta su cumbre, lo cual aparte de no ser viable biológicamente, crea la idea equivocada de que las bandas de criminales se van a dedicar a hortelanos de ahora en adelante. Cultivar huertas toma dinero, paciencia, tecnología, mercados, LEGALIDAD, y esas no son cosas que concuerden con el estilo de los bandidos del Halo (o los de la sierra de Tecalitlán, o cualquiera otra).

Mejores notas, más definidas, menos concesiones al sentimentalismo serían bienvenidas.

Martin Mendoza
martinmendoza@yahoo.com