lunes, 28 de febrero de 2011

La construcción de la Villa Panamericana alterará el acuífero

Requiere de 200 a 600% más pozos de absorción de agua de los que autorizó Semades. Experto critica simulación en el proyecto: es inevitable su daño a los ecosistemas. Los escurrimientos que lleguen a la zona en edificación “no podrán ser infiltrados de manera inmediata”

Guadalajara. Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO. Edición del 20 de febrero de 2011

El proyecto aprobado por la Secretaría de Medio Ambiente para el Desarrollo Sustentable (Semades) para conservar la recarga del acuífero en la zona de El Bajío donde se edifica la Villa Panamericana, se queda corto: haría falta establecer de dos a seis tantos más de pozos de absorción para que salgan las cuentas, e hipotéticamente, el agua precipitada vaya al subsuelo como ocurre en la zona en estado natural, afirma el consultor hidráulico Arturo Gleason Espíndola, de la Universidad de Guadalajara (UdeG).

Sin embargo, si se considera que el agua no es un flujo regular, pues hay tormentas de pocas horas que aportan miles de metros cúbicos a gran velocidad que no se pueden regular ni mucho menos recargar, la verdadera solución técnica era no hacer nada que alterara la zona, como se hizo sobre todo a partir de la edificación del estadio de chivas, subraya el experto.

“Yo les advertí a los diputados en una presentación, basado en los datos que aporta la manifestación de impacto ambiental que aprobó la Semades, que no había medidas para verdaderamente mantener el funcionamiento del sistema natural”, agrega.

En la citada presentación, remite a explicaciones técnicas: “Un acuífero es un parte del suelo que se encuentra saturada [mojada], cuya sección más húmeda es la parte más baja que se encuentra soportada por una capa de piedra. La frontera entre la zona saturada y no saturada [seca] se llama nivel de aguas freáticas […] los acuíferos, en general, tienen una zona de recarga [entrada] y una zona de descarga [salida] y entre estas dos zonas fluye el agua a distintas velocidades de acuerdo al material y a la inclinación del terreno”

Al urbanizarse las zonas de recarga “se producen inundaciones, se contamina el agua, y disminuye el ingreso de agua al acuífero, provocando de esta manera el descenso del nivel de agua freática y que la parte saturada se seque”.

Ante esos efectos negativos “es necesario establecer la protección tanto de la zona de recarga y descarga, con políticas y disposiciones legales que impidan el establecimiento de asentamientos humanos”, lo que no se ha hecho en el caso de El Bajío, sostiene Gleason Espíndola.

Algunos países han desarrollado disposiciones en ese sentido. Los predios de recarga “deben ser adquiridos, cercados y mantenidos por la autoridad”. Por citar un caso, en Bielorrusia “el perímetro de protección de una zona de recarga abarca una de 30 a 50 metros alrededor de la instalación de la captación”.

Luego hay un segundo anillo de protección que “se basa en una evaluación de riesgos de migración subterránea de sustancias contaminantes. Aquí se prohíben o se limitan actividades como la construcción, agricultura, industria, depósitos, extracción de metales, vertidos de aguas residuales”. Hay sitios donde se protege incluso la cuenca alimentadora, como es el caso de Austria.

El caso de la Villa Panamericana en el municipio de Zapopan se contrapone a esos principios. Y además, la Semades permitió obras sin sustento técnico adecuado. Su autorización pretende “infiltrar toda el agua pluvial a través de un sistema de infiltración compuesto básicamente por pozos, en un canal de captación, conducción y descarga de 243 metros de longitud, 817 metros de una red de venas permeables distribuidas en las áreas verdes alrededor de los edificios y 20 pozos de absorción cilíndricos”.

El consultor señala que la capacidad de infiltración de agua que se ha obtenido en pozos de las zonas norte y suroeste del valle de Atemajac, va desde 0.219 litros por segundo y metro cuadrado (l/s/m²) hasta 2 mil l/s/m², “por lo que se considera para un estrato poroso de tres metros de espesor, un área filtrante de 14.13 m², que aportaría 28.26 l/s al pozo de absorción”.

El escurrimiento de la subcuenca que llega a la zona de la villa es de 1,660 litros por segundo aunque la MIA autorizada habla de 4,120 l/s. En cualquiera de los casos, los 20 pozos son insuficientes. Gleason Espíndola habla de un mínimo de 58, en el primer caso, a 145, en el segundo.

“Los escurrimientos que lleguen a la Villa no podrán ser infiltrados de manera inmediata, ya que el volumen es mucho mayor y tardará en penetrar al suelo. En otras palabras, tendría que estar la zona muy perforada para lograr captar el agua e infiltrarla. Por lo tanto, la cantidad de agua a infiltrar al acuífero disminuirá y la poca que sea infiltrada estará contaminada”, asegura.

De este modo, no se protege, sólo se simula. “Es lamentable que por un lado, la autoridad se alarme sobre la evidente disminución de la calidad y cantidad de agua subterránea, cuando por otro lado, intencionalmente se están dañando los acuíferos permitiendo urbanizaciones y dejando de lado las disposiciones protección y conservación de los acuíferos”, concluye.

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