domingo, 6 de enero de 2019

Demandan intervención mil 200 ha de bosque


Agustín del Castillo/Guadalajara-NTR

De las 44 mil 401 hectáreas de bosques, selvas y pastizales que se quemaron en Jalisco durante todo 2018, el efecto más severo rebasa mil hectáreas (ha): 816 ha de arbolado adulto y 357 ha de renuevo. En esa superficie se deberán concentrar los esfuerzos de restauración de 2019, independientemente de la fuerte labor de prevención por la que se apuesta durante el ciclo. Qué se requiere para una restauración efectiva? Primero, un diagnóstico preciso de los daños y de las posibilidades de resiliencia (reconstitución) del propio ecosistema. Con base en eso, se deberá definir el papel de intervención sobre los siguientes 10 ejes, de acuerdo a los principios que aplica Departamento de Bioquímica del Suelo del CSIC de Galicia, que se pueden consultar en su web (www.campogalego.com)

Uno, proteger el suelo contra la erosión; dos, si no hay suelo no puede regenerarse la vegetación: sobre las rocas no crece la vegetación; tres, “la conservación del suelo afectado por los incendios y la recuperación de las propiedades de éste, dependen estrechamente del proceso de revegetación, es decir, de la regeneración de la cubierta vegetal, y para ello es necesario evitar primero las pérdidas de suelo y nutrientes”; cuatro, “como primeras medidas para evitar la erosión postincendio, en áreas susceptibles a la misma, se recomienda el acolchado de paja”; cinco, “el proceso de restauración ha de iniciarse inmediatamente o poco tiempo después del incendio para evitar que con las primeras lluvias después de la quema se inicien el lavado de nutrientes de la capa de cenizas y/o los procesos de erosión”.

Seis, “es importante y urgente retener en los órganos de las plantas, mediante la implantación rápida de una vegetación, que lógicamente ha de ser herbácea, los nutrientes acumulados en la capa de cenizas para evitar la pérdida de los mismos”; siete, “siempre que sea posible, la restauración del monte afectado por incendios forestales debe tender a la regeneración del bosque, el sistema natural más evolucionado, con sus tres estratos, herbáceo, arbustivo y arbóreo, para garantizar su estabilidad, utilizando especies preferentemente autóctonas que se adapten a las características del medio físico”.

Ocho, “para tener árboles de calidad hay que garantizar a la especie que se plante los recursos y condiciones que necesitan para su desarrollo [tipo de suelo y profundidad del mismo y clima]”; nueve, “se necesitan protocolos de actuación para la restauración de los sistemas forestales quemados [sistema suelo-planta], que son específicos para cada zona climática y que deben ser ejecutados por los gestores forestales; y diez, advierte: “si no se protege el suelo, si no se conserva, si se pierde, la desertización no será una probabilidad sino una dramática realidad”.


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