domingo, 13 de enero de 2019

Debilitan la defensa de la selva del jaguar


Agustín del Castillo/Guadalajara-NTR

Los nombres de James Goldsmith, Giorgio y Giancarlo Brignone, Luis de Rivera y Roberto Hernández, que forman parte del jet set internacional, están indisolublemente ligados a la zona de playas, islas y acantilados donde se ubica la reserva de la biosfera Chamela-Cuixmala, de cuyo paisaje se enamoraron y por toda clase de medios, convirtieron en sus paraísos privados.

Pero tantos egos juntos tenían que provocar una colisión que aún ahora, 22 años después de la muerte de Goldsmith, caballero del Imperio Británico y aportador de la mayor superficie para la conformación de la reserva de selva baja caducifolia, ocasionan las tensiones entre desarrollismo y conservación. El empresario británico incluso hoy es icono del respeto a la selva, aunque sus críticos lo ven como disfraz del afán de preservar su paraíso privado, el rancho Cuitzmala, a costa de frenar otros negocios inmobiliarios. Su aliado principal fue y es la UNAM, pues era amigo personal del ex rector José Sarukhán, quien hizo sus prácticas en el laboratorio natural que la casa de estudios posee en la zona, y del ex presidente Carlos Salinas de Gortari, que allanó el camino para el decreto de reserva de la biosfera, en 1993.

Ese núcleo de intereses frenó por dos décadas las tentativas desarrollistas, que hoy se fortalecen con apoyos de los últimos dos gobernadores de Jalisco, y un número creciente de aliados empresariales.

De este modo, lo que los científicos de la fundación que gestiona la demarcación integrada a la red de reservas mundiales de la biosfera de la Unesco (2006) han constatado en la última década es el progresivo debilitamiento de la causa de la preservación. Viejos aliados de la selva, como el abogado Alberto Székely y algunos científicos de la UNAM, han avalado en los últimos años la propuesta de ampliar la zona turística sobre el litoral, a costa de los ecosistemas.

El mayor encontronazo se dio entre 2015 y 2016, pero su desenlace está todavía en suspenso. Fuentes de la Fundación Ecológica Cuixmala admiten a El Diario NTR Guadalajara que ya no tienen los aliados poderosos del pasado, por lo que se desconoce por dónde caminará la tentativa de privatización, de facto, de la carretera panorámica que atraviesa, pegada al litoral, los predios de la reserva y las playas más codiciadas: Cuixmala, Careyes, Careyitos, y la bahía de Chamela.

La historia: La Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) negoció en octubre de 2015 con el Instituto de Ecología de la UNAM, la administración de la reserva de la biosfera y la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), una serie de medidas que permitieran la ampliación y modernización del tramo sur de la carretera federal 200, entre Melaque y Tomatlán (87 kilómetros), es decir: que los impactos acumulativos fueran mínimos para el entorno natural.

El compromiso esencial fue no modificar el trazo de esa vieja ruta creada en el gobierno de Luis Echeverría, pues los empresarios buscaban una carretera totalmente para despejar de transporte masivo el área de acantilados que comienza al norte de la desembocadura del río Cuitzmala.

No obstante, el resolutivo firmado por la Dirección General de Impacto y Riesgo Ambiental (DGIRA) de la Semarnat, con fecha 14 de octubre de 2015 (oficio SGPA/DGIRA/DG/07126) con anuencia de todas las partes, nunca advierte que el 28 de mayo del mismo año, casi cinco meses antes, la misma dependencia ya había autorizado un cambio de trazo justo en esa zona de alta fragilidad (oficio SGPA/DGIRA/DG/03903), en beneficio de desarrollos inmobiliarios consolidados o en proyecto como Costa Careyes, Careyitos, Rancho don Andrés y Zafiro.

El resolutivo de octubre, correspondiente al tramo de 87.1 km, señala que desplazar el trazo “plantea varios inconvenientes, no solamente de índole económica sino además ambiental, pues el proceso de clausurar la carretera existente, levantar el pavimento y transportar los residuos puede generar impactos adversos de considerable magnitud, lo cual tendría que añadirse al proceso de realizar el desmonte, despalme, excavaciones y nivelaciones, además de la construcción del terraplén y tendido de bases que implicaría el nuevo trazo. Debido a que el despalme, las excavaciones y nivelaciones pueden generar material no consolidado que podría ser transportado a los esteros, lo cual provocaría riesgo de depositación y afectación en la calidad del agua. Por lo anterior esa alternativa se desechó”.

Así, “se proyecta realizar la ampliación sobre el lado opuesto a los esteros […] la operación de la carretera durante 40 años no ha afectado de manera perceptible la composición ni desarrollo de la vegetación de manglar ni la hidrodinámica del sistema, por lo que se considera que la ampliación es compatible con la conservación”.

La UNAM y la reserva de la biosfera lograron obligar a los ampliadores de la carretera a que realizaran monitoreo biológico, antes, durante y después de la obra; incluir a la administración de la reserva como “testigo social”, y “garantizar el trazo propuesto y que no surja modificación sobre la marcha…” (ver página 87 del resolutivo).

Sin embargo, el documento de mayo ya había dado el golpe temido. En ese documento se atiende solamente al tramo que va del kilómetro 61.374 al 70.93, de la misma carretera. Ese resolutivo  señala en la página 13: “se identificó la necesidad de considerar este desvío del trazo actual en un segmento de 9.206 kilómetros con la intensión [sic] de poder minimizar todos aquellos impactos acumulativos que eventualmente puedan presentarse en la ampliación de la carretera federal 200 y alterar así las condiciones ambientales de la región que de por sí ya presentan una fuerte presión que ha provocado la alteración ecológica […] es importante señalar que el primer benefactor (sic) de este proyecto será el medio ambiente debido a que los desarrolladores inmobiliarios que se beneficiarán indirectamente por la construcción de este tramo […] se sumarán a los esfuerzos de desarrollar e implementar programas de rehabilitación que reviva los humedales y su función ambiental en la zona”.

Un elemento técnico argumentado para avalar el cambio de trazo es un dictamen solicitado a un miembro de la Alianza Nacional del Jaguar, connotado científico, quien no ve problemas para la especie en que la carretera se mueva hacia el interior de la selva.

Tras el escándalo, la Semarnat se comprometió a buscar conciliar los dos intereses. Y desde hace dos años, permanece un impasse. Ninguna propuesta para ampliar la reserva bajo la premisa de que es pequeña e insuficiente para proteger jaguares, pumas, y la vida silvestre en general, y que sería a costa de esos intereses turísticos, ha pasado a las instancias oficiales.

131 kilómetros cuadrados es la superficie protegida por el decreto presidencial de 1993 que creó la reserva de la biosfera Chamela-Cuixmala

730 milímetros de lluvia caen por año, en promedio; 8 meses en promedio dura la estación seca, por eso alberga de forma dominante el ecosistema denominado selva seca o selva baja caducifolia, en el que 75 por ciento de sus árboles pierden hojas en meses de sequía

1,200 especies de plantas, además de 400 vertebrados. Su riqueza de especies exclusivas o endémicas es de las más altas del planeta

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