La diversidad biológica fundamenta las sociedades humanas y diversifica la economía; por eso, el monitoreo en la mayor montaña de occidente es un trabajo necesario, destaca experta.
Agustín del Castillo / Guadalajara. MILENIO JALISCO.
Los viajeros descienden la montaña, un tarde ceniza de invierno, con el volcán que se afana en ocultar la bóveda celeste con su cortina de humo extraída desde las entrañas de la tierra. Han pasado el Borbollón y se dirigen a la barranca de la Lumbre, un poderoso cañón tallado por la lava de muchos milenios, y que sirve de límite artificial a dos estados, Colima y Jalisco. Entonces, el animal se aparece.
Una rauda y colorida sombra atraviesa el temblor de la penumbra. Los ojos se encandilan, el pelaje brilla un moteado de negro y naranja, la esbelta efigie da la impresión de ser más rápida, como para que el ojo la capte con alguna certeza. Es una aparición, una epifanía de tres o cuatro segundos. El felino furtivo se hunde en la tiniebla, como con afán de desmentir que existe, mientras a la izquierda del cielo, a un costado del ocaso, la cumbre del volcán de fuego manifiesta su rojo de incandescencias más primitivas que la vida y más reales que los fantasmas de la selva.
Es el pie del complejo volcánico de Colima, que reúne las dos montañas mayores del occidente mexicano. Este paisaje majestuoso fue reconocido tempranamente al obtener un primer decreto de parque nacional en el año 1936, al tiempo que todos los demás colosos del eje Neovolcánico. No obstante, ese decreto fue sólo papel. Las enormes umbrías que no dejaban ver el sol en los años mozos del autor de La feria, Juan José Arreola, desaparecieron por medio siglo con millones de metros cúbicos de madera para satisfacer la voracidad de la Compañía Industrial Atenquique. Pero a 20 años de que la concesión maderera terminó, natura reclama sus viejas heredades.
No se diga en las hondonadas del bosque mesófilo de montaña o bosque de niebla, una comunidad biológica-la más diversa de la montaña- que fue históricamente poco agredida porque carecía de especies maderables, comerciales. Esa característica allanó también la posibilidad de decretar allí el primer parque estatal, es decir, área natural protegida con decreto del gobierno de Jalisco, en el cercano año de 2009. Si se juntan los dos polígonos con la reserva privada El Jabalí, de Colima –testimonio del breve amor del multimillonario James Goldsmith, uno de los hombres más ricos de Europa, por esta Terra ignota- , se obtienen más de 18 mil hectáreas protegidas, todas inteconectadas, lo que permite funcionar corredores de fauna que hace de la región un punto de contacto entre especies tropicales y animales de clima templado, con diversas adaptaciones mutuas que extiende territorios sea en el frío o en el calor. El puma (Puma concolor) es el más conspicuo animal viajero, además de la miríada de aves que van y vienen.
La bióloga Sonia Navarro Pérez, investigadora de la Universidad de Guadalajara, ha trabajado desde antes de la constitución del parque estatal en Jalisco, y es la responsable del programa de monitoreo de fauna, parte de cuyos resultados se ofrecen en estas páginas.
“Es importante la biodiversidad del complejo volcánico por su papel fundamental de mantener en equilibrio y en constante evolución los ciclos biológicos y los flujos energéticos que sostienen la riqueza natural”. Al conservar animales y plantas eslabonados en cadenas tróficas que van desde el suelo hasta la copa de los árboles, se mantienen las comunidades biológicas, sin las cuales no es posible la recarga del agua, la captura de carbono, el sostenimiento de temperaturas promedio, los ciclos minerales y de nutrientes de los cuales dependen todas las actividades humanas.
“De la riqueza biológica vienen los alimentos que todos los días buscamos en los mercados y supermercados, sean alimentos colectados directamente, sean polinizadores (aves, insectos, murciélagos) que hicieron posible su desarrollo, sea el control de plagas que permite que nuestros cultivos de cereales sean exitosos, sea el suelo que se forma en este equilibrio delicado, y que sustenta los productos que consumimos”. La doctora destaca el papel de los vilipendiados depredadores, como el puma, como el ocelote (esa sombra de la penumbra al pie del volcán) o el águila, que son más que animales hermosos y de fama siniestra; “ellos mantienen controladas las cadenas alimenticias y de flujo de nutrientes en todo el sistema”.
Por eso, es una buena noticia el auge de formas de vida de estas grandes montañas. Miles de insectos que pululan en el suelo, entre piedras y árboles; hongos, micorrizas y formas de vida microbiana en la formación de suelos; líquenes, hierbas, matorrales que tapizan suelos y cortezas, hasta la majestad de los pinos y oyameles, las formas delirante de los enormes encinos y las variadas y estrambóticas arboledas tropicales, todo “administrado” y gestionado por aves que controlan excesos de insectos y polinizan flores; por murciélagos polinizadores, controladores de plagas y frutivoros que esparcen semillas lo mismo que los pecaríes (el jabalí americano), venados, y la pléyade de herbívoros. Encima, los depredadores que eliminan débiles genéticos, enfermos y viejos, evitan la sobreexplotación de los pastos y permiten otras oportunidades a otros seres. Todo sin razonarlo, sin deliberarlo, sin proponérselo. La prueba de la armonía divina, dice un religioso. La prueba de la formidable construcción involuntaria de un universo sin creador, le contesta un lector del famoso Hawking.
El bosque y la selva también están entre las últimas representaciones de ese dosel sagrado (Berger dixit) que el hombre creó para darse sentido. Y como “toda sociedad humana es una empresa de edificación de mundos”, los naturalistas apuestan porque esta construcción cósmica “imaginada” sea un buen pretexto para asegurar que la variopinta e indiferente vida se manifieste en todos sus misteriosos e insospechados caminos.
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Necesidades urgentes
Se cuenta con el inventario de la biodiversidad destacando la importancia de un gran número de especies endémicas o en estatus de protección (norma oficial mexicana 059). Esto es la base para arrancar decisiones de manejo, pero falta:
“Que nos den luz verde en el programa nuevo de evaluación de variables ambientales [cambio climático y aumento de temperatura] para su integración a las bases de recursos biológicos, para fortalecer esas decisiones de manejo” y para verificar los procesos de ajuste que demanda el cambio climático
“Que nos permitan en el programa [incluir] nuevo de patrones biogeográficos, mapeo detallado para manejo de la biodiversidad en unidades de gestión, para implementar las decisiones que de ello deriven”. Por ejemplo, “hay un entramado único en occidente y quizás en el país, de [especies] de coníferas, que necesitan más investigación y monitoreo”
“Que nos den respuesta al control de los problemas” como la presión sobre el agua para la expansión aguacatera o el cambio de uso de suelo; “es decir, que la gobernanza de verdad exista”
“Que nos hagan realidad la implementación de la estación de biología, para la investigación, el monitoreo y la exploración de la biodiversidad del complejo volcánico y montañas colindantes”
Fuente: Sonia Navarro, coordinadora del programa de monitoreo
Algunos números
70 especies de murciélagos
452 especies de flora
237 especies de aves
5 de los seis felinos reportados para México
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