miércoles, 3 de agosto de 2016
Degradación y plagas, los bosques rumbo a la muerte
Más de la mitad de las florestas de Jalisco están degradadas, y alrededor de 34%, enfermas de plagas. El monitoreo permanente y las curas, desafío esencial
Agustín del Castillo / Guadalajara. MILENIO JALISCO.
Los bosques sanos, valorados económicamente y bajo esquemas de manejo, pueden capturar en cada hectárea de 40 a 130 toneladas de carbono por año –carbono es el principal gas de efecto invernadero del planeta, que liberado a la atmósfera acentúa el cambio climático-, mientras su captura de agua va de 100 a 190 metros cúbicos por ha, de acuerdo a un análisis de los investigadores Juan Manuel Torres Rojo, ex director de la Comisión Nacional Forestal, y Alejandro Guevara Sanginés.
Esto podría dar un valor de mercado por ha de 8,900 a 27,170 pesos anuales, si se considera un valor realista por tonelada de carbono de 10 dólares en los mercados internacionales, y los 13 pesos que le cuesta al organismo operador de Guadalajara entregar mil litros de agua de óptima calidad a sus usuarios.
No pasa así con los bosques degradados, que son más de la mitad de la superficie forestal de Jalisco, si bien, en grados diversos de deterioro.
Por el contrario, un árbol atacado por descortezadores puede morir en tres semanas, y si bien, otro tipo de plagas generan una decadencia en el vigor y la tasa de crecimiento de una masa forestal que se puede prolongar por años, lo cierto es que sus servicios ambientales irán en descenso, admite la directora del Fideicomiso del Programa de Desarrollo Forestal del Estado (Fiprodefo), Gabriela López Damián.
El organismo ha logrado establecer un diagnóstico y un sistema de monitoreo para hacer frente al problema sanitario, consecuencia de bosques pésimamente manejados por décadas que derivaron en una declinación genética: los árboles de las diversas sucesiones han sido cada vez más débiles genéticamente; si a esto se agrega el fenómeno del calentamiento global, las plagas han colonizado nuevos territorios y se activan casi por todo el año.
“Juntamos la información en cuatro macizos principales: selvas bajas, selvas medianas, bosques templados y pastizales, es un mapa de riesgo [ver gráfico anexo]de la evidencia que hemos encontrado a lo largo de los años […] se redujo la deforestación mas no la degradación, y bajo esta condición, 56 por ciento de los bosques presentan algún tipo de perturbación, y estas perturbaciones por la estructura vegetal hablan de fase primaria, secundaria y terciaria; dentro de esta gama de degradación existen algunas problemáticas; por ejemplo, 34 por ciento están afectados por plagas”, explica en entrevista con MILENIO JALISCO.
Es decir, si un incendio es una situación catastrófica equivalente a un accidente o un problema de salud agudo y fulminante, la plaga es el padecimiento crónico y degenerativo.
Las plagas “quizás no tienen un efecto fulminante como un incendio forestal, pero a la larga te van a matar al arbolado y la perdida de la estructura de la biodiversidad se va a incrementar”, subraya.
Los servicios ambientales declinan; “si quieres hacer una proyección de captura de carbono en un bosque que tiene muérdago, no la vas a tener porque el árbol está concentrado en tratar de sobrevivir; no va a llegar una siguiente generación, y si la llega a tener, si los conos caen y hay buena germinación, esos arbolitos están condenados a que desde su nacimiento presenten muérdago; eso hemos encontrado en todo el ciclo arbóreo, desde plántulas, hasta arbolado adulto”.
El levantamiento informativo demanda un monitoreo constante. Lo recomendable es hacer sobrevuelos al menos cada dos años, y cotejarlos con mapas satelitales disponibles que ofrece la Conafor, además de las denuncias de daños por las propias unidades de manejo forestal, que deben ser las primeras interesadas en hacer frente a estos problemas.
HISTORIAS DE VILLANOS
Los descortezadores atacan de modo casi fulminante a los árboles, pero si se le quiere poner un nombre al organismo que ocasiona el daño más extenso sobre las florestas de Jalisco, este es el muérdago enano (género Arceuthobium), especies que agresivamente se expenden sobre el sistema troncal del árbol hasta matarlo.
“Estamos trabajando primero con insectos descortezadores o defoliadores, que en tres semanas terminan su ciclo y matan el árbol; en el caso del muérdago, aunque el ciclo es más lento, está muy extendido; el norte de Jalisco tiene problemas muy fuertes, y un punto que atendimos de modo prioritario es la zona de la Sierra de Quila [área de protección forestal y de fauna], un punto que concentra, climáticamente, todas las condiciones, porque está en confluencia y tiene influencia de las sierras madres del Sur y Occidental, y el Eje Neovolcánico; es un corredor para la presencia de distintos descortezadores, por eso es un sitio tan importante para monitoreo nacional de plagas”.
La lógica es que al ser Quila un eslabón que comunica ecosistemas distintos, es clave allí contener los efectos nocivos de las plagas. Un tema que se prestó a abusos en el pasado reciente (a pretexto de combatir plagas se cortaron árboles para aprovechar la madera comercialmente, aunque no estuvieran amenazados), y que incluso ha cobrado la vida del habitante vegetal más famoso de esa serranía: el pino arpa, un árbol cuya forma icónica, casi eurítmica, atestiguaba un triunfo sobre una antigua perturbación. No resistió el nuevo ataque de los patógenos.
Otros desafíos: en las selvas costeras se ha detectado la “declinación de parotas”, una enorme y vistosa especie tropical (Enterolobium cyclocarpum) de uso maderable, y un fenómenos similar es la “declinación de encinos”. En estos casos, el agente asesino puede ser bacteria u hongo, y plantea nuevos desafíos a la gestión técnica de los tratamientos.
La titular del Fiprodefo reconoce que uno de los problemas más típicos en el combate de plagas en el pasado ha sido la lentitud en la respuesta de la burocracia ambiental. Se denunciaba una infestación, se hacían los protocolos, se solicitaba el permiso de intervención… cuando llegaba la autorización, la plaga ya había brincado a otra parte del bosque.
“El comité de plagas forestales que parte del Coefys [Consejo Estatal Forestal y de Suelos] activó esta lógica de ir trabajando de manera conjunta, la Semarnat [Secretaría de Medio Ambiente federal, la que emite los permisos de saneamiento], La Conafor, los silvicultores y el gobierno del estado, que somos Semadet y la Fiprodefo, para afrontar los problema de manera oportuna, que no se demore la tramitología y que el silvicultor pueda solicitar rápidamente el recurso pertinente de Conafor para arrancar el combate en campo”.
Es un trabajo titánico y que demandará años. Porque las condiciones a las que llegaron los bosques, tras un esquema de extracción que sacó los mejores individuos por su perfil genético, que no aplicó abandonos y restauraciones, que devastó con ganadería intensiva umbrías antaño ricas y diversas, generan que ahora, sean enormes extensiones de sistemas desestructurados, con cadenas tróficas truncas y con deterioro que será irreversible si no son manejados, sensatamente, por el hombre que los destruyó. La deforestación mata bosques; la degradación los enferma y los lleva al mismo destino.
Claves
4.8 millones de hectáreas de Jalisco (60% del territorio) tiene vocación forestal
35 por ciento de esa superficie se perdió entre 1976 y la actualidad, según un análisis del IMCO, lo que la reduce en la actualidad a poco más de 3 millones de ha
54% de los bosques primarios y secundarios del estado están degradados; la infestación de plagas alcanza de 23 a 34%, es decir, más de la mitad de esa superficie
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