jueves, 16 de abril de 2015

Puerto Morelos, disputa por las últimas playas silvestres



Los hoteleros invaden poco a poco este espacio preservado de las inversiones de la Riviera Maya, con una estela de basura, contaminación y caos de usos de suelo

Agustín del Castillo / Quintana Roo. MILENIO JALISCO. 

La maquinaria invade la brecha abierta entre el bosque de mangle, paralela a la línea de costa. Un surtidor mana y da vida a un estanque oculto por la maraña de vegetación silvestre sitiada por la irrupción de automotores, ruido, diesel mal quemado, trabajadores con overoles de mezclilla y cascos naranjas, enmallados de propiedad privada –“es mío”: la marca de los conquistadores- y losas de concreto; un coctel con el que se edifica el nuevo condominio de cinco pisos, uno más, sobre este litoral antaño apacible.

La mañana está nublada y el Caribe se agita bajo cielos grises; choca primero con la barrera coralina, para arribar apaciguado al playón de arenas blancas y de restos de sargazos empujados por la marea.

Puerto Morelos está en disputa. Los desarrolladores turísticos de Cancún y Playa del Carmen quieren cerrar una colonización intensiva desplegada desde los años setenta del siglo XX, y no pueden dejar escapar el último filete fresco que le resta al área norte de Quintana Roo: una tajada de casi 16 kilómetros de frente de playa en medio de un corredor urbanizado de casi  120 km, en una de las zonas inmobiliarias más cotizadas del país.



“Estamos teniendo en estos momentos una gran presión; Puerto Morelos no había sido volteado a ver como paso en su momento con Cancún y con Playa del Carmen, porque no es para un turismo de sol y playa, por la condición de área arrecifal que tenemos, con mucho pasto marino, que no hace que las playas aquí estén  libres de sargazo, o que la gente entre a nadar al mar porque hay animalitos y eso no les gusta; cuando se recarga el sargazo, eso se ve como basura, sin embargo los desarrolladores de la Riviera Maya, como ya no hay más sitios por abrir, están volteando a ver aquí, y ya hay autorizaciones para al menos diez mil cuartos en el programa de desarrollo del municipio [-…] el problema es que no es nomás los cuartos, hay un largo impacto ambiental en cosas como basura, como aguas negras; una investigadora de la UNAM ha identificado una gran carga de materia orgánica en el agua, en la zona donde están los pastos marinos, los cuales de alguna manera reaccionan a estas cargas orgánicas, y esto es por la falta de un tratamiento adecuado”, reseña la directora del parque nacional, Martha Abundes, de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp).

Frente al enorme peso de esos intereses económicos, el investigador de la UNAM, Érik Jordán, apunta: “nosotros hemos sido muy ineficientes para lograr darle a los gobernantes datos del valor intrínseco de los ecosistemas, porque parece que no tenemos efecto; por ejemplo, el año pasado, con las lluvias e inundaciones estaban todas las carreteras rotas por los malos manejos de cuenca; nosotros ya tenemos rato en que queremos proteger los manglares, y los hoteleros, cuando vieron el desastre, les nació el interés y hasta pusieron dinero para avanzar en esa protección […] la cosa es que los hoteleros se controlen entre ellos, los restauranteros igual, los transportistas igual; el problema es que haya alguien que ponga  a sembrar esta semilla de lo que vale todo esto, y que esta semilla permee en los diferentes niveles de gobierno, e influya en la toma de decisiones”.

“Pero no es tan sencillo –se objeta a sí mismo-, porque el sistema económico que opera aquí es de pago reversible inmediato, que se sintetiza en esta fórmula:  yo hago una inversión, y si no se paga en cuatro o cinco años, ya no me interesa…”.



- El clásico cortoplacismo mexicano…

- El problema es que después de esos cuatro o cinco años los empresarios ya vendieron, lo rentaron o se fueron, y dejan un problema muy serio para el gobierno municipal, porque así cambian la razón social de las cosas cada tres días […] la economía de las zonas turísticas está acostumbrada al beneficio inmediato, y cuando tú les hablas de beneficios ambientales que son a mediano y largo plazo, no entienden […] entre que el mar es un basurero y que el medio ambiente le vale sombrilla…

Los pobladores de la centenaria aldea que alguna vez fue el rincón más remoto del país, también asisten perplejos al espectáculo de los intereses. Miguel Ángel Zetina Cuevas lo subraya:

“Cada vez es más difícil este asunto de la conservación, porque se le buscan vericuetos a la ley para violarla legalmente; los estudios de impacto ambiental se hacen a la medida del que los solicita, no para los intereses ambientales; por ejemplo, aquí se tumbaron 20 hectáreas de mangle, con traxcavos que sacaron sin autorización por un particular que tenía  la posesión del terreno; desmontaron, extrajeron, nos quejamos, demandamos; hubo grupos ambientalistas y activistas que se tiraron en el camino para que ya no pasaran las máquinas, pero de repente todo mundo se quedó callado; de repente ves que algunos ambientalistas cambiaron de casa o que tienen carro nuevo, y que ya no hay declaraciones, así que la corrupción llega a todas partes… yo no creo que podamos terminar con esto”.

La impunidad es la bisagra para toda clase de proyectos. “Está el caso del delfinario, ahí quisieron dar una especie de golpe de estado, ya estaba autorizado y se paró, pero según sé y sin ver ningún documento, esa autorización está vigente; quién la dio, no lo sé, ni cómo le hizo”.

Fernando Gómez Cusi, prestador de servicios y comerciante, admite que los grandes tiburones económicos ya sentaron sus reales en Puerto Morelos. “La única ventaja es que la franja costera es muy pequeña, no tiene mucho terreno, y aparte, que el manglar por decreto presidencial está protegido”, pero eso tampoco es garantía.

En el ejido de la localidad los efectos nocivos del desarrollismo se viven en el día a día. La basura es un dolor de cabeza. Los caminos de la selva colindante están invadidos por tiraderos clandestinos donde se encuentran desechos de hoteles, de comercios, de construcción, de espacios habitacionales.  “No podemos vigilar todos los caminos; nos preocupa que estos residuos se van al subsuelo y contaminan el acuífero, y aquí sabemos que la contaminación se va a todos lados, se infiltra en los cenotes, pasa a los manglares y llega hasta el mar”, indica el presidente del consejo de vigilancia de la comunidad agraria, Melesio Huitzil Canché.

El tesorero, Gerardo Kauffman, señala que amparados en la Constitución mexicana, detuvieron en flagrancia a un contaminador, “pero la jueza calificadora no pudo sancionar, y lo pasamos detenido al agente del Ministerio Público, y se designó a un perito para que investigara, pero ya no nos informaron […] ponemos denuncias y no nos hacen caso, le pedimos a la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente [Profepa] y no nos hace caso: a la dirección de Ecología municipal y no nos hace caso; vienen inspectores y como que amedrentan, pero no hay detenidos, no hay multas, se esconden por un rato, y ya que se van, salen de nuevo…”.

Más grave aún es la falta de saneamiento de las aguas residuales. Formalmente, los hoteleros deberían tratarlas, pero los investigadores del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM han demostrado que no cumplen, subraya el ejidatario.

“Hay eutrofización de los arrecifes y hay un crecimiento de algas por abundancia de nutrientes; eso todo mundo lo sabe, y qué se ha hecho, fastidiar las calles para meter un drenaje, cuando no hay planta de tratamiento; yo no sé cuándo van a echar a funcionar esa planta de tratamiento, ni siquiera si va a funcionar; la autoridad hace las tomas de drenaje, la gente no se conecta […] las aguas negras van a seguir ensuciando, porque aquí todo es mangle y arena, y todo se está permeando, y de ahí al arrecife…”.

Los hoteles no aportan la información necesaria, aunque algunos incluso inyectan aguas tratadas al subsuelo, mientras otros sólo arrojan sus desechos a la red de canales del manglar.

En el tema de los invasores, hay también otras  especies exóticas en estas aguas casi siempre apacibles, que siembran terror entre los peces nativos. Una hipótesis señala que el pez León, agresivo y vistoso depredador originario de la cuenca del océano Pacífico, fue literalmente vertido de un acuario de Florida hacia el mar, en 1992, al paso del huracán Andrew, y comenzó su lenta e implacable colonización que hoy pone en alerta a los gobiernos de la zona. Sin embargo, ni de lejos es la mayor de las amenazas para los ecosistemas locales, advierte el investigador Lorenzo Álvarez Filip.



“La del pez León que es una amenaza en todo el Caribe, pero para mí no es la amenaza principal en ninguno de los países, si comparas con el daño que genera el desarrollos costero de Cancún […] llama la atención que el gobierno, las organizaciones ecologistas y la sociedad se hayan metido de lleno a estudiarlo, creo que porque es muy fácil verlo y matarlo, incluso lo hacen como un juego para el fin de semana.

- Es decir, ¿es más fácil ir a matar peces León y decir que se hace algo por el ambiente, que pelear para que los desarrollos turísticos cumplan?

- Así es,  el pez es un problema, pero no se están concentrando en lo que es el gran problema,  poner plantas de tratamiento sería fundamental.

Moraleja neoliberal: el lobby del pez León es débil frente al lobby empresarial turístico. En la plaza de Puerto Morelos, hay una pintura vistosa del gran villano nacido en los acuarios: de colores deslumbrantes, espinas venenosas, altamente competitivo, exterminador de poblaciones nativas. Un verdadero conquistador. Casi tan exitoso como el hombre, que dirige la campaña en su contra para salvar al enfermo Caribe de selvas y playas arrasadas, de aguas contaminadas, de corales moribundos.


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