lunes, 24 de junio de 2013

Ganaderos contra huicholes, una vida en estado de sitio





Casi diez mil ha invadidas por ganaderos nayaritas están en proceso de ser restituidas a San Sebastián Teponahuaxtlán por tribunales agrarios

Agustín del Castillo / Huajimic, Nayarit. MILENIO JALISCO

Octavia y María Luisa Trinidad Chivarra llegaron con sus padres a fundar El Huanacaxtle hace 43 años, en las inmediaciones de Huajimic, cuando solamente había un ranchero invasor, un tal Crispín, su familia y sus capataces, los cuales desde el principio los hostigaron.

“No nos dejaban quedarnos; vinieron varias veces y hacían reunión, y me asustaban mucho por las amenazas; éramos muy chicas, pensaba que a mi papá [Lorenzo Trinidad López] le pasaría algo, y aunque pasó mucho tiempo -cuenta María Luisa- …al final sí pasó…”.

- ¿Qué le sucedió?

- Pos lo mataron, fue hace más de veinte años; no fue con cuchillo ni pistolas, lo colgaron por el camino que va a Mirador, y tardamos en darnos cuenta [..] pobre de mi papá, nunca se le hizo justicia, pero nos dejó esta tierra, este pedacito, y yo digo, por la batalla que dio mi papá, hay que mantenerla…

La familia Trinidad Chivarra ha vivido desde siempre en estado de sitio entre estos eriales donde una majestuosa parota (Huanacaxtle) cubre con su generosa sombra una parte del solar donde se desperdiga una típica aldea huichola de casas de adobe y techos de zacate, con el granero y los pequeños templos familiares sobre pisos de tierra. El asentamiento está asegurado por cercas de mediana altura y a un costado hay una escuela construida por el estado de Jalisco, último bastión en un territorio largamente invadido.

A un lado de las construcciones se advierte una bodega de granos y un rancho de mestizos. Al fondo de la llanura se extiende la Sierra Madre Occidental; en sus estribaciones, chaparrales, nopaleras, ganado y veredas; en lo alto, escarpados peñascos y bosques de pino que por siglos garantizaron la supervivencia de una cultura ancestral.

Octavia sigue: “No tenemos más que este pedacito de tierra, no podemos sembrar nada, no podemos meter vaquitas; de repente algún vecino nos ayuda y nos presta una parcelita para tener algo qué comer; por eso de más de 50 familias que éramos, la mayoría se han ido a otros lados, a buscar trabajo […] este señor del rancho se llama Edmundo Ramírez, vino el año pasado a amenazarnos, y nos quitó un ojo de agua, pero era de mi papá y no nos dejamos. Él tumbó las mallas, nosotros las volvimos a levantar. Ahora el ojo de agua se secó, nunca había ocurrido; pero vinieron de Nayarit a meter agua en tubos, y por eso tenemos…”.

Después de muchos muertos y desplazados durante más de medio siglo, la disputa por diez mil hectáreas de la vieja comunidad indígena de San Sebastián Teponahuaxtlán (Waut+a en lengua wixárica), en su anexo Tuxpan de Bolaños (Tutxipa), está llegando a su fin con sentencias judiciales firmes que reconocen el mejor derecho de los wixaritari sobre tierras reconocidas en la época colonial por el rey de España; pero los rancheros no están de acuerdo con perder los amplios potreros que les heredaron de dos o tres generaciones atrás, cuando se dio el apropiamiento del territorio a impulso de los caciques nayaritas y del propio gobierno de esa entidad, que con base en esa política “recorrió” toda su frontera oriental con Jalisco, estado que poco hizo por defenderla.

De 32 mil hectáreas invadidas a los largo del siglo XX a Waut+a, casi 20 mil ya han sido reintegradas en los históricos procesos judiciales que los enfrentó con los mestizos nayaritas de Puente de Camotlán, hace una década. Permanecen los invasores en posesión de estas casi diez mil ha en la vecindad de Huajimic, que son el tema de recientes determinaciones del Tribunal Unitario Agrario número 16.

“Ya han salido sentencias a nuestro favor para nueve predios, pero en total son como 49 posesionarios; estamos pidiendo apoyo a las instancias de seguridad pública, y nos preocupa mucho que la Sedatu [Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano] no esté dispuesta a respaldarnos como se hizo con el programa de Focos Rojos de la antigua Reforma Agraria en Puente de Camotlán”, explica en Tuxpan el presidente del consejo de vigilancia de Waut+a, Juventino González de la Cruz.

En su opinión, es la culminación de un proceso de justicia histórica que han debido echarse a cuestas los wixaritari, pues si bien fueron reconocidos y titulados por el gobierno mexicano desde finales de los años 50, ya tenían encima a los ganaderos invasores que llegaron con contratos de arrendamiento o con ocupaciones de facto, a pretexto de que se trataba de tierras de la nación que permanecían incultas, y que eran territorios del antiguo Cantón de Tepic, y por ende, no de los aborígenes que siempre estuvieron en el de Colotlán.

Otra aldea que ha vivido sitiada por los ganaderos es La Azalea, ubicada entre las lomas en que el terreno asciende hacia la sierra, con un acceso difícil que es complicado por los obstáculos que los rancheros ponen en diversos tramos de la vereda, lo que obliga a hacer la ruta a pie. No hay luz, no hay agua potable y la modesta escuela del sitio tiene cuatro alumnos, pues como pasa en El Huanacaxtle, la mayoría se han ido en busca de trabajo y tranquilidad.

“Este lugar se fundó hace 58 años; toda la vida hemos pasado amenazados, mi papá llegó antes de los 20 y ahora tiene 73 años, y no tenemos nada de nada, el que se dice dueño, Francisco Quintanilla, nos amenaza y no nos permite sembrar”, se queja Rafael de la Cruz Carrillo. Algunos vecinos han accedido a aceptar a los huicholes como medieros, es decir, sólo la mitad del producto queda para la comunidad y el resto paga el uso de la tierra. No hay asistencia médica: don Rafael, su padre, debe asistir al dispensario del poblado por medicinas y a consultar las enfermedades de los suyos.

El poder del finquero también hizo que perdieran a la primera maestra de primaria, una mestiza; “tuvo problemas con los jefes de Huajimic, entonces no la dejaron ya venir, y me vine yo hace como tres años, que soy de El Huanacaxtle, pero me paga el gobierno de La Yesca […] todas las semanas hago un viaje de tres horas a pie de ida y otro de regreso”, sostiene la joven profesora, María Tejeda de la Cruz Trinidad.

La avanzada huichola en tierras de ganaderos espera que estos abusos lleguen a su fin con las nuevas resoluciones judiciales. Ha sido una disputa larga y sus resultados finales no siempre fueron felices. Como contraste está la historia de Guadalupe Ocotán (Xatsitsarie), comunidad-anexo arrancada de la vecina y también huichola San Andrés Cohamiata (Tateikie) bajo el patrocinio de otra generación de mestizos de Huajimic, con un alto costo de sangre y desplazamientos en los años sesenta y setenta del siglo XX. Allí se refleja los intereses nayaritas por las tierras huicholas “ociosas” del antiguo cantón de Colotlán; allí, a la postre, los líderes wixaritari locales lograron recuperar el control para los aborígenes, con la condición de reconocer la soberanía impuesta por Nayarit.

En Huajimic, delegación municipal, la mentalidad de los colonos mestizos para justificar los despojos es típica del siglo XIX, una lectura irónica del famoso “la tierra es de quien la trabaja” zapatista. “Esos huicholitos, ¿para qué quieren las tierras, si no saben producir, no les hacen nada y las dejan enmontadas?”, apunta sin exaltarse, desdeñoso del asunto, el delegado municipal, Arnoldo Jiménez Suárez.

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Conflictos ancestrales

- Desde los tiempos coloniales, las comunidades wixaritari o huicholas de la Sierra Madre Occidental han acudido al litigio para preservarse de las invasiones primero de finqueros españoles, luego de las grandes haciendas, y finalmente, de los agraristas y pequeños propietarios mestizos. El resultado ha sido la merma de su territorio ancestral que les reconoció la autoridad real desde el siglo XVII, y los gobiernos posrevolucionarios en el XX.

- De este modo, su vasto territorio, que superaba cinco mil kilómetros cuadrados dentro de la jurisdicción de Jalisco, se ha visto reducido en casi mil Km2 y ha pasado a estar controlado por estados invasores vecinos: Nayarit al poniente, Zacatecas y Durango al norte. Esto es parte también del expediente de los límites no resueltos de Jalisco con sus colindantes, pero desde Guadalajara, el problema casi siempre se ha visto con indiferencia.

- En particular, Waut+a o San Sebastián Teponahuaxtlán, la comunidad huichola más extensa, ha tenido el mayor éxito en la defensa de territorios ancestrales, pues ha podido recuperar judicialmente más de 200 de 320 Km2 invadidos. La fortaleza jurídica es el principio elemental de que “el primero en tiempo es primero en derecho”, y además, que en México, los derechos agrarios no prescriben, a diferencia del caso típico de la propiedad privada.

- En estas últimas semanas el tribunal agrario número 16, con cabecera en el municipio de Guadalajara, ha comenzado a emitir resoluciones a favor de San Sebastián en relación a otro grueso expediente de casi 10 mil hectáreas invadidas por rancheros de Huajimic, Nayarit lo cual le permitirá reintegrar casi la totalidad de la superficie que fue invadida en el siglo XX.

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El trabajo de educar en los confines de Jalisco

Idolina de la Cruz Valdez, profesora de la escuela rural de El Huanacaxtle. EN PRIVADO

Todo lo que ha hecho Jalisco en las últimas décadas para ejercer acción soberana en el viejo territorio que le arrebató de facto Nayarit en su invasión centenaria de las heredades huicholas, se reduce a esta escuela rural que apenas rebasó dos años de operación a un lado del sitiado poblado de El Huanacaxtle, en medio de predios bajo posesión de rancheros nayaritas de Huajimic, pero que nominalmente pertenecen al municipio de Mezquitic.

Para que no rompa el sentido juvenil del tardío acercamiento a una población acostumbrada al desamparo de su gobierno, la maestra que está al frente de este esfuerzo educativo, Idolina de la Cruz Valdez, no rebasa 23 años de edad, y es parte de la gran comunidad wixaritari de Waut+a (San Sebastián Teponahuaxtlán), aunque alcanza ya cinco años de experiencia profesional, como interina, un esquema que utiliza la Secretaría de Educación Jalisco, que no acierta a resolver el problema de las plazas y los derechos de los profesores de la región indígena del norte del estado.

Su vida misma demuestra los ires y venires de la fortuna en esta cultura asentada de antiguo en la Sierra Madre Occidental, cuyo estilo de vida y economía no corresponden a la modernidad capitalista centrada en la acumulación y el trabajo, sino con un fuerte componente sagrado, de trabajo comunitario y de rotación de los terrenos, con usos limitados al sostenimiento de los comuneros.

San Sebastián debió mover sus piezas de población para enfrentar a los rancheros invasores que reclamaban que sus inmensos territorios permanecían improductivos; de este modo, los padres de Idolina no son originarios de su nativa Mesa del Tirador, sino fruto de una diáspora interna promovida por los propios wixaritari para mantener crear un asentamiento que tuviera ojos vigilantes en su frontera con Puente de Camotlán, cabeza de playa de la más agresiva penetración mestiza que se dio al sur de la sierra en el siglo XX.

Sus papás, de este modo, nacieron en la zona hoy nayarita. Ella se ha educado en esas tierras de frontera y ha enfrentado desde el principio el desafío de moverse entre aldeas dispersas en la inmensidad orográfica. “He tenido trabajos más pesados que venir a El Huanacaxtle. Con unos compañeros iba a Jalisquillo, a cinco horas a pie desde el pueblo hasta San Sebastián todas las semanas”, señala.

Tiene apenas seis alumnos aunque el plantel es amplio y en buenas condiciones. “El año pasado eran más alumnos, pero como la gente ya casi no tiene niños, por eso hay poquitos; pero ya se insirvió a cinco niños más para el ciclo que viene, así que tendremos once y se va a justificar […] el mayor problema que yo he visto es que hay mucha migración, la gente se va a trabajar y muchas veces se lleva a sus niños y ya no los meten a la escuela; muchos ya no estudian y ni siquiera sabrán leer y escribir”, apunta.

Se ha tratado de modernizar el plantel. Por ejemplo, se iba a introducir computadoras e Internet, pero ni Jalisco ni Nayarit dieron el apoyo para la energía eléctrica. Los niños están bien nutridos, pues no nota mayor problema en su desempeño como escolares.

“Aunque nos digan huicholitos, tenemos la capacidad de aprender todos, hay niños muy listos; los papás aquí les mandan todo, aunque a veces tienen problemas de higiene que hemos ido corrigiendo”, añade.

No es problema de capacidades, es de marginación y de oportunidades. Idolina espera que el futuro pinte mejor, en el desafío de preservar la costumbre y recibir lo mejor de la modernidad que avanza sobre la sierra en forma de carreteras, servicios y telecomunicaciones. Es madre de una criatura de tres meses, a la que el destino que se labra también le alcanzará.

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