domingo, 14 de agosto de 2011

De pesca con Pedro Infante


Bernabé Pastrana Cupul • Pescador – protector de la biosfera de Los Petenes
•En privado

Campeche, Agustín del Castillo, enviado. MILENIO-JALISCO. Este proyecto de investigación fue ganador de una beca de Fundación AVINA en la emisión 2008-2009. FOTOGRAFÍAS: MARCO A. VARGAS

Pedro Infante debe ser todavía el personaje más popular de México. En los años 50 del siglo XX, mientras filmaba las películas que hacían suspirar adolescentes o llorar a las amas de casa, y sus canciones conquistaban a todos los públicos, un oscuro pescador tuvo oportunidad de tratarlo de igual, en una cabaña ubicada en isla Arena, Campeche; ese hombre, Bernabé Pastrana Cupul, hoy es un anciano y lucha por la preservación de los ecosistemas entonces vírgenes, hoy amenazados, de la reserva de la biosfera de Los Petenes.

“Yo con mi padre trabajaba mis trampas para el pescado y el marisco durante ocho meses y cuatro descansábamos, poníamos la veda para evitar que se capturaran animales; cuando venía Pedro Infante desde México yo le llevaba la carga […] él tenía una casa en Isla Arena; tenía una compañía de aviones, Tamsa, eran aviones de barriga grande, entonces nosotros llevábamos a Mérida la mercancía para subirla en esos aviones”, refiere el viejo de 67 años.

El originario de Guamúchil, Sinaloa, iba con frecuencia porque era piloto y le gustaba volar. “Yo tenía como catorce años cuando lo conocí, era buenísima persona, mi patrón le vendía cangrejo […] en su casa de Isla Arena mi papá y yo estábamos un día comiendo, cuando llegó él, a ver quítense que ya llegó Pedro Infante, nos dijeron, pero él se metió: ‘no se quiten, ahí quédense, no hay problema’, nomás venía a pasear, y cantaba a capela, o con guitarra, y uno lo escuchaba…”.

El gusto del actor por el aire fue su tumba, recuerda el pescador maya: su avioneta se desplomó cerca de Mérida, y dicen que cayó sobre una muchacha, “es que también siempre le gustaron las mujeres”, comenta socarrón.

Don Bernabé ha sido testigo de las grandes transformaciones que han ocurrido en el litoral de Campeche, antaño una enorme reserva forestal y de caza, y hoy en proceso de deforestación por la creciente presión humana sobre sus recursos.

Su memoria atraviesa los desastres que acarreó la gran mancha de petróleo expulsada por el Ixtoc, hace treinta años, o la muerte de las grandes palmeras cocoteras que poblaban el litoral –por una extraña enfermedad–, o la devastación de la selva y de los petenes –islas de vegetación selvática en medio de ecosistemas salinos–. Lo que más le preocupa es que el deterioro de los esteros y las marismas, han hecho declinar la producción de peces y mariscos de alto valor comercial –los esteros son “la guardería” de las especies– y que en la costa, son cientos, tal vez miles, de lancheros improvisados que matan sin respetar vedas y en general, sin conocer cómo funciona la vida.

La sobreexplotación de especies ocasiona incluso un tráfico con los motores de lanchas, y robos constantes, que también ha padecido.

“Lo que pasa es que somos muchos; antiguamente eran cayucos, no había motores, y a pura vela andábamos; pero empezó a haber motores y fue una plaga la lancha, todo mundo ya no quiere tener un motor de seis sino de 50 caballos, y hay muchos patrones; ese es el problema, porque si yo soy un armador, no voy a tener sólo una sino cien, y esas 100 a quién se las voy a dar, si pescadores no hay en Campeche; pues a cualquier vecino, y de ahí viene todo este problema…”.

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