domingo, 7 de agosto de 2011

La sal, un tesoro para tiempos de escasez


Los humedales costeros de Campeche y Yucatán son ricos en sal, y ese producto ya era explotado por los antiguos mayas, que disputaban ferozmente por su posesión. Durante el siglo XX, la debacle del henequén y la consecuente migración de los pobladores aborígenes hacia las costas deshabitadas, propició un auge en la explotación de estos bancos. “Cuando se acababa la pesca, mucha gente se iba a trabajar la sal y la llevaban a Mérida a vender, o venían compradores de todas partes, porque es sal de muy buena calidad”, dice Heliodoro Camaal acerca de los depósitos enclavados entre la reserva de la biosfera Ría Celestún y el área protegida estatal El Palmar. “Entre marzo y julio de todos los años, de 400 a 500 personas iban a ese trabajo; el resto del año estaba todo muerto, incomunicados de la civilización en esta costa que no tenía ni carretera ni electricidad”, añade. Hoy, el aprovechamiento continúa pero de forma más organizada y con impactos ambientales regulados. (Celestún, Yucatán. Agustín del Castillo. Foto de Marco A Vargas)

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