viernes, 5 de agosto de 2011
Vidas en el autoempleo
Casi cuatro millones de jaliscienses carecen de seguridad social; muchos de ellos salen adelante autoempleándose en los oficios más diversos, como en estas dos historias.
Guadalajara. Agustín del Castillo. MILENIO-JALISCO. Edición del 4 de agosto de 2011
Don Vidal Cárdenas tiene 65 años y se procura el sustento en las calles del templo de San Antonio, en el que ocasionalmente ejerce su antiguo oficio de fotógrafo, del que si bien no termina de ser expulsado por la realidad, poco da ya para vivir con las cámaras digitales al alcance de cualquier neófito.
Esa cavilación lo entretiene mientras lava el carro que le encargaron, o cuando camina y arroja el ojo avizor sobre la cuadra para evitar que algún extraño dé sorpresas con el patrimonio encomendado.
Vidal es parte de la gran mayoría de los jaliscienses desempleados o subempleados ajenos a la seguridad social (casi cuatro millones); tiene la fortuna de no pagar renta, vive nomás con su pareja y lo que obtiene por sus oficios lo dedica sobre todo a sustentar la comida. 600 o 700 pesos a la semana son casi suficientes para la despensa, pero hay que procurar no comprar guzgueras, que son caras y poco nutren, refiere.
Sus tiempos mejores ya pasaron, quizás hace 20 años. Fue cuando el oficio de fotógrafo daba reconocimiento y trabajo todos los días porque la sociedad siempre festeja algo, desde los nacimientos y bautizos hasta los himeneos o los fieles difuntos. “Uno iba a hacer su trabajo, tomar fotos, y le daban de comer bien y le invitaban de todo”. Vidal, nativo de Unión de Guadalupe, Atoyac, estudió hasta el segundo año de la prepa, pero le aplicaron el 108 y lo expulsaron porque pasaron cuatro años y no superaba ese grado.
“Fue en 1968, yo trabajaba y estudiaba, igual uno se equivoca, cuando empieza a recibir dinero, y le di más importancia al trabajo”, explica.
Quién iba a pensar que el oficio iba a declinar tan acusadamente, pero la revolución tecnológica ha dejado casi obsoletos a los fotógrafos, y si bien, mantiene su permiso en regla y paga 600 pesos anuales al ayuntamiento, saca más del trabajo en la calle.
Llegó a San Antonio en 1977, cuando se inauguró el templo modernista y la nave del edificio viejo se convirtió en cancha de básquet y auditorio bajo techo. Poco a poco se fue diversificando en sus tareas, pero no se queja de la situación actual.
— ¿Usted se considera pobre o rico?
— Yo digo que más bien soy desempleado, no paso hambres, pero además, siempre he tenido muy buena salud, y eso te ayuda mucho.
Don Enrique Ramírez es otro habitante de este barrio que vive en el autoempleo. Depende de las comisiones en el negocio de rentar o vender casas, y si bien, en ocasiones no sale ni para la renta, hay meses en que entra una buena cantidad y se dedica a pagar deudas, a mejorar el menaje de la casa y a prepararse para la escasez.
Tiene 77 años. Alguna vez trabajó en la hotelería y enseñó la lengua inglesa, incluso tuvo su propia academia. No acumuló patrimonio. En su vejez estrecha ha sido perseverante y se ha logrado sobreponer a las enfermedades. Así, previene con dietas para no subir de peso. Cállese la boca de que agarre un padecimiento grave, para el que no tiene bienes ni pensión con qué respaldar los tratamientos. Por eso camina mucho y se mantiene activo por las calles azarosas de la ciudad.
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