miércoles, 8 de junio de 2011

Selvas costeras de Jalisco, las más arrasadas




Pese a su gran importancia, los ecosistemas tropicales secos son poco valorados; un tercio de éstos se han perdido en pocas décadas en el litoral jalisciense, revela estudio de la UdeG

Guadalajara. Agustín del Castillo. MILENIO-JALISCO

Un tercio de las selvas bajas y medianas que poblaban la costa de Jalisco en cuatro municipios del litoral —hace 40 años—, han desaparecido.

Las que quedan están fuertemente fragmentadas y padecen el acoso permanente de las actividades humanas, de manera que no son el espacio óptimo para la supervivencia de muchas de sus valiosas especies, concluye un análisis que el Departamento de Estudios para el Desarrollo Sustentable de Zonas Costeras de la Universidad de Guadalajara hizo a solicitud de este diario.

El motor de cambio han sido las actividades agrícola y ganadera, que mantienen una impresionante dinámica que no ha podido ser controlada por ningún ámbito de gobierno. 210 mil de 634 mil hectáreas que han sido estudiadas por el departamento del Centro Universitario de la Costa Sur (ver gráfico anexo), dejaron así de ser selva.

“Las actividades ganaderas y agrícolas son los dos principales generadores de cambio de uso del suelo, ya que sumados representan casi 33 por ciento de la deforestación en el área de estudio, y contrario a lo que se pudiera pensar, dado el efecto mediático que se les brinda, los desarrollos turísticos de la costa son culpables del 0.04 por ciento de la deforestación total”, apunta el jefe del departamento, Francisco de Asís Silva Bátiz.

Entre los efectos, además de la desaparición de ecosistemas completos, preocupa la fragmentación. “Esta fragmentación afecta de manera negativa a la biodiversidad, al funcionamiento de los ecosistemas, a procesos biológicos y ecológicos esenciales para la sobrevivencia de numerosas especies vegetales y animales”, pues propicia aislamiento e incomunicación genética que es vital para muchas especies, sobre todo los mamíferos como el jaguar.

“No sólo la extensión total de las coberturas de selvas y bosques es de importancia, sino que también la calidad de esas coberturas igual de importante, es decir, el grado de fragmentación de las mismas; lo anterior no puede ser estudiado o evaluado a través de los datos de la Conafor, es necesario realizar estudios con mayor precisión para conocer los efectos de la disminución de la cobertura y de la fragmentación de la misma sobre la biodiversidad y los ecosistemas”, añade el científico.

El trabajo fue elaborado durante el último año en el marco de los ordenamientos ecológicos territoriales de los municipios de Cihuatlán, La Huerta, Tomatlán y Cabo Corrientes, que fueron encargados por los ayuntamientos respectivos y las instancias federales y estatales de medio ambiente a la UdeG.

“Dos municipios presentan la mayor pérdida de cobertura vegetal natural y mayor fragmentación de la misma, La Huerta y Tomatlán. En el mapa se pueden observar los grandes valles agrícolas de Tomatlán, Cihuatlán y La Huerta, los cuales fueron alguna vez cubiertos por selvas bajas y medianas. En La Huerta se puede observar cómo la reserva de biosfera de Chamela-Cuixmala está quedando aislada por procesos de deforestación para creación de pastizales. Esta tendencia continuará si no se aplican programas dirigidos a la protección de selvas y a la reconversión de pastizales”, pone en relieve.

Otro apunte importante: “los bosques templados de Tomatlán están disminuyendo y fragmentándose debido a las actividades de aprovechamiento forestal y a la deforestación para su aprovechamiento ganadero. En el mapa se pueden apreciar algunas áreas importantes de selva mediana subcaducifolia en el centro de Tomatlán —resa Cajón de Peñas— y en el norte de Cabo Corrientes; y algunos pequeños reductos en el sur del municipio de La Huerta. Se puede observar también un proceso de deforestación actual en la zona centro-norte de Cabo Corrientes”.

Silva Bátiz dice que en la zona, los resultados de las mediciones demuestran que las cifras de la Conafor tienen un ligero subregistro que no descalifica el ejercicio. “La escala utilizada por ellos, 1-250 mil hectáreas, permite reconocer la cobertura vegetal o uso del suelo en áreas mayores a 6.25 hectáreas. Esto quiere decir que en áreas menores a ese tamaño no es posible interpretar el uso del suelo o vegetación presente [...] sin embargo, pudieran existir compensaciones simultáneas —es decir, áreas más pequeñas de 6.25 hectáreas pueden quedar dentro o fuera de una u otra cobertura vegetal o uso del suelo, y de esta manera los totales por cobertura vegetal o uso del suelo pueden ser cercanos a la realidad—”.

Razones y sinrazones
Enrique Jardel Peláez, experto forestal de Manantlán, señala las causas del avanzado deterioro de las selvas secas de la costa.

“La mayor deforestación se observa en las selvas secas, que son tradicionalmente vistas como áreas improductivas y marginales, y por lo tanto, se piensa que pueden ser destruidas y reemplazadas por otros usos del suelo, que sin embargo resultan poco productivos e insustentables”. La selva seca tiene vegetación no mayor a diez metros de altura, pocas especies “comerciales” y su marca es la desolación: durante ocho meses la mayor parte de sus especies pierden las hojas.

Por eso se les llama “monte” o “breña”. Tienen poco valor estimativo pese a ser reservas de la mayor cantidad de endemismos (especies exclusivas) en México.

“En términos generales puede decirse que la deforestación se da en áreas de expansión de la frontera agropecuaria donde aún quedan extensiones boscosas importantes y donde no existe una actividad económica forestal estable y organizada, y por lo tanto la conservación de los bosques no es valorada”, agrega el investigador del CUCsur.

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