Los grandes intereses urbanizadores impiden publicar planes rectores del desarrollo; así, el crecimiento anárquico refleja un divorcio entre planes y acciones: consultor
Guadalajara. Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO. Edición del 24 de noviembre de 2009
Guadalajara. Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO. Edición del 24 de noviembre de 2009
Jalisco, en particular Guadalajara, ha sido objeto constante de reflexión urbanística y de planeación rectora, lo que se acredita con el primer Plan de la Zona Conurbada de Guadalajara, que entró en vigor en 1982. No obstante, dichas previsiones fueron rebasadas, y a sus sucesivas actualizaciones ni siquiera se les permitió figurar como planes rectores, ante el poder de lobby de las grandes inmobiliarias y la reticencia de los ayuntamientos.
Alrededor de 1997, el gobierno tenía preparada una versión nueva del Plan de la Zona Conurbada, en la cual se analizaban y prevenían, por ejemplo, los riesgos de urbanizar sin orden el valle de Tlajomulco. Funcionarios del gobierno confirmaron en ese entonces que los fraccionadores habían presionado para que el plan no se publicara. Los siguientes años fueron de desbordamiento de centros habitacionales con decenas de miles de habitantes, sin respeto por las características territoriales ni asegurar la introducción efectiva de servicios básicos. Los resultados están a la vista.
Esta conclusión la comparte el urbanista Francisco Pérez Arellano, ex director de planeación del estado (1995-2001), y consultor urbanístico, quien vivió esos procesos y ahora los medita en sus Notas sobre el crecimiento metropolitano de Guadalajara.
“Desde 1982 no ha habido un plan legalmente aprobado; ha habido muchos planes que han servido de reflexión y de orientación tanto al gobierno estatal como a los gobiernos municipales, conocidos por las áreas técnicas, las que tratan de aprovechar y seguir […] pero en realidad no sólo no han sido legalmente aprobados, ni oficialmente asumidos, sino que tampoco han sido asumidos por la sociedad, al grado de que los habitantes de Guadalajara tienen la impresión de que esta es una ciudad sin planeación”, subraya.
En un rápido vistazo, ese ha sido el destino de otros planes ambiciosos, como la Ciudad Jardín, que planteaba hacer un gran cinturón verde en torno a la zona metropolitana como transición a las áreas satélite de la ciudad; o el Sistema de parques lineales por la recuperación de los cauces hidrológicos, así como planteamientos más específicos a alguna zona de la urbe.
La verdad, añade Pérez Arellano, “se trata de una ciudad donde ha habido más planeación que en ninguna otra del país, pero que esa planeación realmente no se ha instrumentado […] falta el eslabón que vincule el planteamiento técnico con el quehacer político, así, los planes no se traducen en políticas de gobierno y los proyectos y las acciones derivadas de los planes no se traducen en obras a partir del presupuesto”.
Los planes “deben tener un visión de largo plazo pero con acciones concretas inmediatas […] las grandes ciudades se han construido así; normalmente estamos acostumbrados a atender lo urgente pero no lo importante, y las dos cosas hay que hacerlas […] Guadalajara ha crecido como una zona metropolitana, pero carece de una verdadera visión conjunta, cada parte del engranaje trabaja por su lado y por lo tanto se desaprovecha la inercia y se pierden muchos recursos y muchos esfuerzos…”.
Hoy, Pérez Arellano trabaja dos proyectos; uno es un plan para la región metropolitana, “no sólo para el área que ocupan los seis municipios de la asociación intermunicipal, sino para una región de 17 municipios en torno de lo que podríamos llamar ahora, con la terminología del Código Urbano, el área metropolitana”. El otro tema es el gran parte lineal de la barranca. El consultor sabe que no hay garantías de que se lleven a cabo, pero es necesario dar la lucha por una mejor ciudad.
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