El Cenapred pide mejorar sistemas de alerta temprana para prevenir desgracias en el país. Los humanos potencializan los daños al asentarse en zonas inadecuadas, como los lechos de río, indica especialista. En la foto, las inundaciones de Veracruz de este año
Ciudad de México. Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO. Edición del 12 de noviembre de 2010
Los desastres producidos por el agua se han convertido, de lejos, en los que más daños en vidas humanas y economía generan en México: 59 por ciento de los 101 eventos registrados entre 1990 y 1999 correspondieron a problemas hidrometeorológicos, pero el registro de 1999 a 2003 demuestra que 85 por ciento de las pérdidas humanas y materiales contabilizadas, deriva de estos casos, informó el investigador del Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), Fermín García Jiménez.
En una ponencia presentada en el marco de la XXIV convención anual de la Asociación Nacional de Empresas de Agua y Saneamiento (ANEAS), que se realiza en la Ciudad de México, el miembro del área de riesgos meteorológicos de la dependencia federal precisó que los otros tipos de desastre que se registran en el país son los geológicos (20 por ciento), químico-tecnológicos (19 por ciento) y sanitarios (2 por ciento).
Un riesgo hidrometeorológico puede ser una inundación, una nevada, una helada, una granizada, una lluvia intensa o un desbordamiento de un cuerpo de agua. “Las hay como fenómenos naturales y las hay por actividad antrópica [humana]; lo cierto es que estas últimas son las que se han incrementado en los últimos años, pues los humanos hemos incidido en generar un mayor grado de vulnerabilidad al hacer construcciones rústicas, o asentamientos humanos enclavados en zonas inadecuadas, por citar dos ejemplos”.
En el contexto del cambio climático, el tema se integra a la agenda de las prioridades del país. “El riesgo se construye a partir de una situación de peligro, sumada al grado de exposición en que están las comunidades, y a la vulnerabilidad. Ésta última la podemos acrecentar y bajar según las decisiones que tomemos, y si baja la vulnerabilidad, baja el riesgo”.
Una forma de resolverlo es crear infraestructura, establecer planeación y garantizar su cumplimiento, generar coordinación entre los distintos órdenes de gobierno, establecer reglamentos y un sistema eficiente de protección civil. Una vez que se cierne la amenaza de un evento, “la clave es saber qué hacer antes, durante y después de una inundación”, para lo cual, está ayudando mucho el establecimiento de sistemas de alerta temprana (Siat), que en el caso de un problema hidrometeorológico, en el cual la estación enclavada en la parte alta de la cuenca mide la intensidad de una lluvia en volumen y tiempo, lo que permite apresurar las acciones de desalojo en la zona que será afectada.
Los mapas de riesgo y las acciones a través del sistema de alerta temprana, en particular en el caso de los ciclones tropicales (sic) “han logrado descender el número de muertes” en las regiones costeras del país.
En particular, el caso del litoral del Pacífico, en el que se encuentra enclavado el estado de Jalisco, la situación era de mayor riesgo debido a lo abrupto del descenso del agua desde las montañas y al escaso espacio para ésta en caso de alguna tormenta intensiva, de más de 100 milímetros, que suelen ocasionar los huracanes. “Debemos hacer mejores sistemas integrales para responder cada vez mejor a estos problemas”, puntualizó el especialista del Cenapred.
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Media Guadalajara, en zonas de riesgo
El crecimiento de la zona metropolitana de Guadalajara no es distinto al de otras urbes del país y al riesgo que ello representa: la urgencia del crecimiento ante la explosión demográfica ha integrado miles de hectáreas inadecuadas al desarrollo urbano, zonas que son de inundación recurrente y ocasionan muertes y pérdidas económicas considerables.
“Se tienen identificados al menos 73 sitios de inundación en la zona urbana, con tirantes de agua de hasta 1.50 metros que representan pérdidas anuales cercanas a 530 millones de pesos”, señala la ficha técnica del Programa de Manejo Integral de Aguas Pluviales, que elaboró el SIAPA en 2007, tan sólo en la zona correspondiente a su gestión, lo que deja fuera áreas con desastres recurrentes, como El Salto y Tlajomulco. Este problema no se gestó de la noche a la mañana. Tiene que ver con el proceso poco cuidadoso con el que creció la capital de Jalisco a partir de 1950.
La ciudad consolidada ya se extiende en más de 50 por ciento de su superficie sobre zonas inadecuadas, en las que se padece, sobre todo inundaciones, pero sin faltar la exposición a aguas malolientes, agrietamientos y hundimientos por rellenos inadecuados, deslizamientos de materiales y exposiciones a la contaminación atmosférica, según diversos estudios. Además, las reservas urbanas que hoy están en proceso de ocupación y las que están disponibles para el desarrollo futuro, no tienen mejores condiciones: están sobre fallas, lechos de arroyos o planicies inundables o zonas con recurrencia de grietas, situación en la que no reparan los municipios al otorgar las dictaminaciones favorables para que allí se construya.
¿Por qué son zonas de inundación natural? Por ser paso de ríos o zonas de pantano, o bien, áreas de alta productividad agrícola o de recarga de acuíferos. Cuerpos de agua o escurrimientos que se han rellenado o se ha cambiado su ruta, sin reparar en el dicho popular de que “el agua siempre reconoce”.
El crecimiento de la zona metropolitana de Guadalajara no es distinto al de otras urbes del país y al riesgo que ello representa: la urgencia del crecimiento ante la explosión demográfica ha integrado miles de hectáreas inadecuadas al desarrollo urbano, zonas que son de inundación recurrente y ocasionan muertes y pérdidas económicas considerables.
“Se tienen identificados al menos 73 sitios de inundación en la zona urbana, con tirantes de agua de hasta 1.50 metros que representan pérdidas anuales cercanas a 530 millones de pesos”, señala la ficha técnica del Programa de Manejo Integral de Aguas Pluviales, que elaboró el SIAPA en 2007, tan sólo en la zona correspondiente a su gestión, lo que deja fuera áreas con desastres recurrentes, como El Salto y Tlajomulco. Este problema no se gestó de la noche a la mañana. Tiene que ver con el proceso poco cuidadoso con el que creció la capital de Jalisco a partir de 1950.
La ciudad consolidada ya se extiende en más de 50 por ciento de su superficie sobre zonas inadecuadas, en las que se padece, sobre todo inundaciones, pero sin faltar la exposición a aguas malolientes, agrietamientos y hundimientos por rellenos inadecuados, deslizamientos de materiales y exposiciones a la contaminación atmosférica, según diversos estudios. Además, las reservas urbanas que hoy están en proceso de ocupación y las que están disponibles para el desarrollo futuro, no tienen mejores condiciones: están sobre fallas, lechos de arroyos o planicies inundables o zonas con recurrencia de grietas, situación en la que no reparan los municipios al otorgar las dictaminaciones favorables para que allí se construya.
¿Por qué son zonas de inundación natural? Por ser paso de ríos o zonas de pantano, o bien, áreas de alta productividad agrícola o de recarga de acuíferos. Cuerpos de agua o escurrimientos que se han rellenado o se ha cambiado su ruta, sin reparar en el dicho popular de que “el agua siempre reconoce”.
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