sábado, 30 de marzo de 2019

El desarrollo en tierras sin ley


Agustín del Castillo/Talpa de Allende-NTR

El jaguar “se había empicado, en dos años me mató más de 30 becerros; fuimos por él, y lo matamos”. Don Efrén (nombre ficticio para esta historia real) ni se inmuta cuando su interlocutor levanta las cejas. “No es cierto que te pagan los becerros los de la secretaría (de Ganadería), es pura burocracia; uno anda acá en el campo y debe tomar decisiones porque luego no hay manera de llevar el pan a la mesa de la familia”.

Además, sigue, “no son poquitos; los que hacen monitoreo nomás ponen unas pocas cámaras, pero nosotros hemos vivido con el tigre todo el tiempo, y a últimas fechas, vemos muchos”. En su hipótesis, los bosques entre La Cuesta, Talpa de Allende, y Llano Grande, de Tomatlán, son refugio de la Panthera onca, en parte, porque la carretera construida de forma irregular hace más de 10 años, los desplazó. En parte, porque los talamontes están acabando los bosques de la cuenca alta, tanto para el rumbo de San Andrés como para el rumbo del bosque de Arce. “Se vienen para acá, porque quieren estar libres de peligro, pero nosotros lo pagamos”.

La conversación es en medio de un bosque mesófilo de montaña con clima un poco más tropical que el del entorno del arce. Esto es posible por la variación altitudinal: la cañada del arroyo La Cajita debe tener 200 a 300 metros menos aunque la distancia en línea recta sea menor a quince kilómetros.

Estas barrancas de la Sierra Madre del Sur son parteaguas para dos cuencas grandes, en el contexto de la costa de Jalisco: del bosque de Maple (Ojo de Agua del Cuervo) brotan los manantiales del río Talpa, tributario del Mascota, y que corre hacia el norte para encontrarse, ya en la planicie costera, con el río Ameca, en Puerto Vallarta. Pero el parteaguas del otro lado es el gran río San Nicolás, una caudalosa corriente superficial que irriga la agricultura copiosa y las selvas sobrevivientes de la parte sur de Tomatlán.

Los monitoreos publicados hace nueve años revelan que en la costa occidental del país, Jalisco, Nayarit, Colima y Michoacán, hay de 420 a 450 ejemplares del mayor felino americano. Pero no se ha actualizado el dato. Lo cierto es que en ese tiempo, la presión para su supervivencia creció, pues entraron en funcionamiento tres carreteras que cortaron corredores: hay felinos que se mueven sobre territorios enormes, de hasta 500 kilómetros cuadrados. Siempre depende de la disposición de presas. El tecuani (“fiera”, nombre de la pantera y de otros grandes depredadores en náhuatl, que es la lengua viva más antigua de esta región) siempre ha sido como un trofeo. Por eso, no solamente los campesinos atribulados lo presionan. Los nuevos amos de las montañas, ligados al Cartel Jalisco Nueva Generación, encuentran solaz en esta ocupación propia de señores medievales: la caza por placer.

“Detuvimos un grupo de personas que se internaron en la selva armados, para cazar; fue en flagrancia, fuimos al Ministerio Público Federal en Autlán, y el responsable de plano nos dijo: ¿quiere que los consigne? Vea esa fila de personas, vienen a casos de robo, de homicidio, de despojos… ¿usted cree que voy a abrir un proceso por cazar animalitos, que eso es más importante?”, confiesa un director de área natural protegida en la zona costera.

Como el funcionario policiaco definió flagrancia como “prácticamente que los detuviéramos apretando el gatillo y de frente a la víctima”, se allanó una derrota más de la causa justiciera ecologista. Y los abusadores gozaron entonces con su venganza, pero fueron moderados. “Al día siguiente, estábamos en las oficinas de la reserva, y pasaron en camioneta los detenidos, libres de nuevo, y nos gritaron, burlándose: ‘regresamos pronto señores, queremos seguir cazando”.

La realidad es que no hace falta pertenecer a ninguna banda para dedicarse a oficios prohibidos en el Código Penal Federal y en la Ley General de Vida Silvestre. El efecto de la impunidad es justamente que nadie debe preocuparse por destruir patrimonio natural. La región de Talpa, Tomatlán y Cabo Corrientes suele recibir a capturadores de aves canoras y parlantes. Estas últimas, de la familia Psittacidae, están en su totalidad incorporadas a la norma oficial mexicana 059, por estar en diversos grados de riesgo de desaparecer: la destrucción de su hábitat, los bosques mesófilos de montaña y las selvas, es la causa principal.

El secretario de Medio Ambiente y Desarrollo Territorial de Jalisco, Sergio Graf Montero, encuentra que, más allá de la estrategia punitiva que corresponde a la fuerza pública y a las acciones de inspección, vigilancia y sanción que le tocan a la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), el estado mexicano debe recuperar la vigencia de la ley ambiental y del derecho al desarrollo de las comunidades de la región costera de Jalisco, en lo forestal y en otras áreas de oportunidad que tiene la región.

“Es una paradoja: hay un problema muy serio para el dueño de los terrenos forestales, que es que la legalidad es cada vez más difícil: hacer un programa de manejo, el tiempo que le toma a la autoridad para dar esa autorización, los procesos de asignación, de guías de transporte; entonces termina siendo poco competitivo el sector, y por lo tanto los propietarios, en un contexto en que la ilegalidad puede estar creciendo, se salen por esa ruta”, reconoce el funcionario.

–Digamos que la ilegalidad es competencia desleal, y mejor se bajan de lo legal.

– Sí, por la demanda creciente de madera; el desarrollo urbano tiene un incremento en la demanda, y es una demanda insatisfecha; México importa una gran cantidad de productos forestales; en lo que nosotros competimos, en el estado, tableros de mediana densidad (…) el hecho de que haya esta competencia desleal, limita, y en ese sentido hay otros problemas, como es la parte institucional, el cual queremos atacar; estamos en pláticas con la Secretaría de Medio Ambiente federal (Semarnat), para nosotros tener las atribuciones,  de una manera descentralizada, para la dictaminación de programas de manejo y guías; o sea, es un proceso que tenemos que desarrollar y tenemos que incrementar nuestras capacidades para ello, pero es fundamental para que los productores no estén en esta situación, de limitación para el desarrollo de sus actividades; esta es una tarea que contribuye en la estrategia de impulso a la legalidad del aprovechamiento forestal.

La otra “es analizar las capacidades de los productores forestales para el manejo de su territorio, y esto va en muchos sentidos consolidar en una estrategia conjunta con la Comisión Nacional Forestal, porque no tiene caso que compitamos en subsidios e incentivos, sino que veamos el poco presupuesto que podamos poner como gobierno del estado en el tema de desarrollo forestal, generar sinergias con las inversiones que hace la federación, para apoyar a los productores y encontrar conceptos de apoyo que ayuden a ir consolidando las gestiones que tiene que hacer el productor con la Conafor”.

Por ejemplo, la elaboración de programas de acción predial integral, un instrumento que la Conafor exige para dar más puntaje para subsidios forestales; un segundo es la posibilidad de generar un programa alternativo a los servicios ambientales, que consiste en financiar a los productores, ya sea con programas de aprovechamiento o dedicados a la conservación, “para mejores prácticas para la conservación de la biodiversidad en sus predios”.

También se puede canalizar a dictaminaciones fitosanitarias, para ejecutar acciones de saneamiento; se está generando igual un concepto de apoyo para productores pecuarios, que tengan ya programas silvopastoriles, “para que manejen y mejoren las condiciones de agostadero, para aumentar la productividad forrajera. Si el ganado presiona menos los recursos en bosques y selvas, los procesos de la naturaleza no se interrumpen y las especies en riesgo, los arces del Cuervo, los jaguares de La Cuesta o las guacamayas de Concha de Bramador, pueden aumentar sus oportunidades de subsistencia.

Esta es una tierra de gran riqueza biológica, cuyas tentativas de protección han topado con la realidad de estructuras económicas tradicionales y nuevos actores que constituyen un poder fáctico cuya imposición ha puesto en peligro, también, las bases ambientales del desarrollo.

Numeralia

420 a 450 jaguares se estima que habitan en la costa occidental de México, que conforman Michoacán, Colima, Jalisco y Nayarit, pero su permanencia dependerá de que se reduzca el impacto de las comunidades humanas en contra de su hábitat y que cese la cacería ilegal del felin

100 jaguares se estima que forman la población total de la costa de Jalisco, una densidad de 2.6 a 5.5 jaguares por cada 100 kilómetros cuadrado

49 especies extintas, 475 en peligro de extinción, 896 amenazadas y 1,185 sujetas a protección especial en México, son las principales categorías de riesgo de acuerdo a la norma oficial mexicana de especies en riesgo (NOM 059) vigente; otras categorías son las especies endémicas y las “raras”

1% del presupuesto nacional está dedicado a preservar el ambiente, lo que constituye menos un cuarto punto porcentual del producto interno bruto

4 mil especies de flora y fauna, se estima habitan en las montañas de Talpa, con la diversidad relativa más alta de Jalisco, junto a otros municipios costeros

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