Este poblado, alguna vez jalisciense, lucha hoy salir del aislamiento; don Marcos, testigo vivo de la azaroza historia de la comunidad, cuenta cómo ha sido su difícil desarrollo.
Apozolco, Nayarit. Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO
Don Marcos Franco Pérez, hijo de un tal Francisco Franco, que no fue el de la asonada de Melilla, de 1936, que incendió España, sino un pacífico y rústico morador de una ranchería del río Bolaños que debió afrontar la guerra cristera de los años veinte, recuerda esa rebelión campesina como quien habla de un sueño.
“No tengo memoria clara: tendría yo como tres años; de lo que me acuerdo, pasó en 1928: aquí cerca había un sitio llamado Los Colomitos, y en la noche dijo mi padre: ‘por ahí vienen los cristeros’; después me platicaba que el jefe de ellos lo insultó y maltrató al llegar, ‘cuídate, tú fuiste a buscarme a tal parte con los federales’, le dijo; ‘pos me llevaron’; ‘pos te vas a morir ahorita’, y le dijo que no se moviera porque de todos modos lo iba a encontrar; se fue mi padre, ‘para qué lo espero, pero si me voy más me hago de un delito con este pelado’; lo bueno es que ya no lo encontraron […] mi padre quería la comprensión, había gente que era del gobierno y había cristeros en todas las familias, y ahí andaban unos contra otros, fueron tiempos muy duros”.
En el mismo 1928, “en el mes de marzo hubo un combate en un ranchito que se llama Los Encantos; de eso también me acuerdo, murieron siete cristeros, a cuatro los agarraron y a tres los mataron en combate; a los que agarraron los colgaron, yo vi los árboles, unos papelillos [especie típica de los climas tropicales secos], con todo y sus cruces”.
—¿Pero vio colgados a los cristeros?
—No, no, no; yo me hubiera muerto del miedo, tenía tres años, pero me acuerdo de la plática: “pos vamos a sepultarlos”, y se juntó la gente de los ranchitos; ya después, como diez o 15 años adelante, aún estaban esos árboles y tenían las cruces todavía […] la revolución duró tres años, este pueblo de Apozolco nunca quiso apoyar a los cristeros; había un padre que hizo mucho la lucha, vino de El Salvador y andaba en la propaganda, y le habló al párroco de aquí, Juan Parga, para juntar a la gente y hablar de la guerra. Pero don Manuel Flores Flores, un cabecilla de la comunidad, le dijo que no.
Esto le costó al señor Flores un virtual destierro. “Los enemigos no podemos estar juntos, y tú eres el enemigo”, dijo el cura. Don Manuel protestó: “yo no soy enemigo de nadie, lo único es que veo que no me conviene”, y migró a Hostotipaquillo, al otro lado de la barranca.
A juicio del hombre de 84 años, ésta anécdota les ha valido por muchas décadas un trato difícil con los párrocos que han caído en la zona. “No la Iglesia, sino los padres, y no todos, dos nomás; aquí hubo dos curas muy contrarios a la gente del pueblo, por venganza y yo digo, caray, si en Los Altos de Jalisco fue donde estuvo todo, luego ya pasó y allá no hubo resentimiento; por qué aquí no fue igual”.
La vida siempre ha sido azarosa, dice don Marcos en su casa blanca de techos altos como todas las de este asentamiento, donde el calor aprieta nueve meses del año, y las lluvias abundantes del temporal crecen el río y destruyen los caminos, para dejar este caserío casi solo durante medio año.
Con la guerra, añade, la sierra no terminaba de pacificarse. Se debió hacer frente también a líderes huicholes, que se habían unido al movimiento cristero muy probablemente para enfrentar a los rancheros nayaritas invasores. En especial, uno de nombre Leandro, que sus enemigos apodaban “Leandra”. Su reputación era la del mejor tirador de la región. En una emboscada, es famoso porque mató a nueve bravos que querían atraparlo y colgarlo. Don Marcos no está seguro, pero cree que fue asesinado como tantos líderes rebeldes, tras la paz, como estrategia gubernamental para evitar futuros alzamientos.
En general, la historia de Apozolco también parece un sueño, refiere su cronista involuntario. Era un asentamiento indígena titulado por uno de los reyes Borbones —tal vez Carlos III— en 1770. “Aquí vinieron de legislaturas españolas para hacer repartos de tierras; primero todas las adjudicaciones fueron pa fuera, a cada quien, entonces la medidas eran varas, eran leguas, luego sitios de ganado mayor, de ganado menor, era muy distinto a ahorita, algunas partes decían que no se pudo medir por la fragosidad de los montes, yo creo que era como una selva aquí en ese tiempo. Esta la tierra del tigre, y es que había tigre en ese tiempo, y yo nunca vi uno”.
El problema es que hay muy poca historia escrita. Tampoco puede saber exactamente cómo fue que esta zona se separó del cantón de Colotlán para unirse al de Tepic. Lo que es seguro es que tiene muchas décadas bajo administración nayarita. Don Marcos salió a La Yesca a barrer la presidencia municipal después de los 50. Luego supo de las hazañas de Petronilo Muñoz, un policía judicial que fue azote de abigeos y ladrones en la zona, y que a hierro mató, y a hierro murió, en una emboscada. Cuando el narco estableció sus reales en la demarcación olvidada, don Marcos ya vivía en Magdalena, donde tras toparse con la cruel realidad de la falsa fiebre del ópalo, un puesto de tacos le dio para alimentar y educar a su prole, “y pal vino, y pa andar con mujeres”.
El primer automóvil llegó a Apozolco en 1985. En 1991, cuando regresó, de 66 años, todo estaba cambiado y pudo instalar un negocito, una dulcería, y rescatar la casa heredada por sus suegros. Su mujer murió hace cuatro años. Él sigue de trotamundos, va a Guadalajara, a Magdalena, a California, a visitar a los suyos. Dice que le queda mucha vida. “Pero me da vergüenza andar en camión, tengo mucho dinero”, dice echador, mientras sorbe un vaso de agua fresca para mitigar la sed de un atardecer solar.
4 comentarios:
que buena historia!!
ojala hubiera más información de Apozolco! Mi novia fue a trabajar allí en el jardín de niños, seguro traerá muchas experiencias, se las haré llegar a usted.
Don manuel flores flores, no solo fue un lider de la comunidad, se desempeño como presidente municipal del municipio de la yesca Nay, su influencia sobre la poblacion fue tal que la guerra cristera se vio socabada en sus intensiones de despojar a los pobladores de sus tierras y los ultrajes y saqueos a la poblacion fueron castigados....faltaban arboles para colgar a todos los que "ejercian el santo robo". No hay duda que la experiencia de don manuel en las armas y su agudo instinto de justicia, estan labradas en cada piedra del camino a la yesca.
por cierto todo lo que refirio el sr. marco franco esta ecrito en el libro de mi abuelo. Don Manuel Flores Flores. narrando la revolucion Mexicana y la desafortunada guerra cristera. En e marco del bicenternaio de la independencia y la revolucion el libro es una razon mas para despertar el orgullo mexicano y el agradecimiento de portar la sangre de aquellos que dieron su vida en la defensa de la libertad y el respeto al derecho ajeno. Su articulo es interesante...aunque sean unas cuantas gotas de tinta para una gran fotografia del pasado. (pero con gusto le hago llegar el libro, para deleitar su tinta) ejeje
YO SOY HIJO DE ALFONSO FLORES TORRES HIJO MAYOR DE DON MANUEL FLORES FLORES. ES AGRADABLE VER ESTOS APUNTES SOBRE DON MANUEL, MI ABUELO. HABRÍA QUE LEER LAS MEMORIAS POLÍTICAS DON MANUEL QUE MUESTRAN PASAJES DE LA HISTORIA DE NUESTRO ESTADO. DE NIÑO ME TOCÓ ESCUCHAR HISTORIAS ESCALOFRIANTES PARA UN NIÑO, MIENTRAS COMÍAMOS PITAYAS QUE ÉL NOS TRAÍA CUANDO NOS VISITABA EN TEPIC. ALGUNAS DE ESAS HISTORIAS NO ESTÁN EN SU LIBRO. ALFONSO FLORES HERNANDEZ.
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