miércoles, 6 de mayo de 2009

Ozono, una amenaza en el Centro tapatío


Tráfico lento propicia este contaminante en el primer cuadro de la ciudad, advierte Semades En quince días van dos contingencias y dos jornadas de mala calidad del aire. Se forma con hidrocarburos, pero Guadalajara insiste: “Es el polvo de las obras”
Guadalajara. Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO

Un fantasma recorre las calles del centro de Guadalajara: el fantasma del ozono.
Todas las fuerzas de la vieja ciudad no se han podido unir para acosar a este fantasma, que crece y se multiplica en estos meses secos por gracia de los gases que desechan cientos de miles de vehículos mal afinados que transitan lentamente por sus rúas apretadas, bloqueadas por obras públicas, por transporte urbano y por camiones oficiales, mientras la radiación solar hace su labor para transformar los hidrocarburos flotantes, a través de un proceso fotoquímico, en este elemento (O3), de importancia paradójica: mientras en la estratósfera forma un manto que protege al planeta y sus seres vivientes al filtrar los rayos solares, en la troposfera o biosfera —el espacio de los seres vivientes—, respirarlo puede ser peligroso.
En esta urbe, el llamado Plan de estiaje, un decreto del gobernador por el que se obligan los tres ámbitos de gobierno a realizar acciones preventivas entre los meses de abril y junio, y sobre todo, el Plan de contingencias atmosféricas, de vigencia permanente, presumen una acción concertada para evitar las condiciones que reproducen el ozono, uno de los cinco contaminantes “criterio” adoptados por el Instituto Nacional de Ecología (INE) en su análisis de las atmósferas de las principales zonas metropolitanas del país. Pero la concertación queda en suposición: la Secretaría de Medio Ambiente para el Desarrollo Sustentable (Semades) ha señalado que la gran cantidad de frentes de obra pública en la zona centro de Guadalajara, así como la falta de rutas de desahogo rápido de tránsito, son factores que están propiciando que crezca el problema.
La primera advertencia de la temporada fue el establecimiento de fase 1 de contingencia el pasado martes 21 de abril, a raíz de la prevalencia por cuatro horas de valores superiores a 140 puntos imeca (índice metropolitano de la calidad del aire) de O3 en el primer cuadro de la ciudad, donde actualmente se realiza una remodelación de todas las calles y una estrategia de “recuperación de espacios públicos”.
Lo que más llamó la atención a los expertos fue que la demarcación con mala calidad del aire por ozono es tradicionalmente la Minerva, al poniente, donde se ubica el mayor número de autos y las grandes avenidas son poco propicias para los caminantes, lo que de algún modo aminora el riesgo a la salud.
El centro, en cambio, tiene un movimiento intenso de viandantes, que respiran en esa atmósfera viciada por la congestión vial. La aparición de niveles altos del contaminante revela que las obras alteraron aún más el precario flujo de vehículos, sin olvidar otro dato relevante: en Jalisco, la mayoría de los automovilistas (casi 70 por ciento) sigue sin afinar periódicamente sus unidades, lo que hace que la gasolina se combustione defectuosamente, se desperdicie y contamine.
El aviso no fue escuchado, y la contingencia regresó apenas una semana después, al mediodía del 29 de abril, con valores de 156 imeca. Esta misma semana, el centro ya pasó dos jornadas con valores cercanos a 100 imeca en ozono, o sea, “mala calidad del aire”. Llama la atención que se trató de días de baja actividad, con cierres en escuelas y negocios para evitar ocasiones de contagio de la influenza humana. El día de hoy, retorno de las actividades, hay elementos para temer una nueva contingencia, pues habrá más autos, no se quitarán frentes de obras y el calor aprieta.
“Queda como elemento a analizar en la próxima reunión del Cemaire [Consejo Metropolitano de la Calidad del Aire]”, dice la encargada de la red de monitoreo atmosférico, María Elena Zúñiga. Ese consejo está integrado, además de por dependencias estatales, por las instancias ambientales federales y los propios ayuntamientos de la zona conurbada. ¿Cuál fue la reacción de las autoridades municipales? El director de Ecología de Guadalajara, Eduardo Catalán, recomendó un cambio de horario en las obras y “regarlas con agua” para evitar partículas suspendidas, otro contaminante-criterio (PM10), que nada tiene que ver con el ozono. El alcalde tapatío, Alfonso Petersen secundó reiteradamente la idea y se comprometió a ordenar que se rieguen las calles para evitar polvareda. Es decir, parece que no saben nada del problema del O3 y de cómo se forma.
Historias del ozono
En Guadalajara, “en el periodo de 1996 a 2004, se presentó la concentración máxima histórica con respecto a ozono, con un valor de 336 partes por billón (millón de millones) promedio horario; sin embargo, la tendencia del contaminante es decreciente en los años siguientes, con valores de 220 ppb en 2004”, señala el informe preliminar del estudio sobre la red de monitoreo que entregó en enero de 2007 la Universidad Autónoma Metropolitana al gobierno de Jalisco y el INE. No obstante, el propio INE informa en su portal de internet (http://www.ine.gob.mx/) que si bien en todas las ciudades del país ha bajado el número de días en que se viola el valor de norma horaria para ozono (medido en un parámetro de 0.11 partes por millón), Guadalajara reportó en 2005 el año con más días en que se rebasó ese índice, con 66, desde el año 1999 (en que hubo 59 días en esa situación), faltando información entre 2006 y 2008.
El ozono es un contaminante criterio y secundario (porque deriva de sustancias precursoras). Se forma por una serie compleja de reacciones en la atmósfera; en términos sencillos, mediante la reacción química del dióxido de nitrógeno (NO2) y compuestos orgánicos volátiles (COV) en presencia de luz solar, añade el organismo federal.
Los contaminantes-criterio tienen temporadas de mayor presencia, pues varían las condiciones de la atmósfera al paso de las estaciones. Por ejemplo, los meses fríos son más propicios en Guadalajara para la presencia de PM10 (partículas suspendidas de hasta 10 micras), cuya composición química es variada, sobre todo por las constantes inversiones térmicas (cuando la falta de luz solar evita la dispersión de contaminantes de la troposfera en un primer largo lapso de la mañana). A fines del frío y hasta la lluvia, los incendios forestales y agrícolas acarrean PM10 y monóxido de carbono transportados por vientos intensos. En los tiempos secos, en un fenómeno específico de la ciudad, sus autos, el viento casi estático y el calor provocan el alza del O3.
Pero el desconocimiento general sobre cómo se genera y cómo puede dañar, lo hacen un ominoso fantasma. “El Centro es un caos, si no tiene a qué venir, mejor ni entre”, se queja amargamente Ricardo, un viejo restaurantero de la demarcación, que ha sufrido, como cientos de comerciantes vecinos, el problema de la caída de clientes. Pero ni queja del ozono. “¿Qué no es esa capa de aire que protege la tierra? Entonces, ¿pa qué lo quieren quitar?”.

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Los riesgos

Respirar ozono puede causar problemas en las vías respiratorias, como irritación, tos o malestar en el pecho, así como como una “disminución de la función pulmonar” y de la resistencia de las vías aéreas, incrementando su sensibilidad “lo cual podría significar un aumento en la respuesta a otros contaminantes
“La evidencia de estudios en animales sugiere que exposiciones repetidas a altos niveles de ozono, durante varios años, puede causar daño irreversible al pulmón. Estudios recientes en humanos muestran que con la exposición al ozono la pérdida de la función pulmonar va aumentando, con lo que se evita que los efectos agudos se reviertan por sí mismos”

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