Requiere más investigación y acciones eficaces, sostiene Enrique Jardel, de la UdeG. La población urbana, y en menor grado, rural, carecen de información. Al daño ambiental de los invasores, se asocian pérdidas económicas y riesgos
Guadalajara. Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO. Edición del 22 de septiembre de 2010
La expansión de unas 800 especies de plantas, animales y microorganismos exóticos está día con día mermando el capital natural de México y ocasionando severas pérdidas en servicios ambientales, con el consecuente deterioro de la calidad de vida, así como mermas económicas considerables en los sectores productivos.
El tema ocasiona pérdidas anuales de 120 mil millones de dólares en Estados Unidos y de doce mil millones en Inglaterra, pero en México no han sido contabilizadas.
Por eso es oportuna la aparición de una estrategia nacional que permita afrontar el desafío, considera el investigador de la Universidad de Guadalajara (UdeG), Enrique Jardel Peláez. “El fenómeno se ha multiplicado a tal grado que constituye ya un componente del cambio ambiental global. Debido al comercio internacional, los viajes, la alteración de los ecosistemas”, cada vez son más críticas las consecuencias ecológicas.
“Para los agricultores y ganaderos, la invasión de plagas y enfermedades ha sido un tema de especial importancia por sus consecuencias económicas, y esto se ha reflejado en las leyes y normas sobre sanidad vegetal y animal. Para la gente dedicada a la conservación en ambientes insulares, la erradicación de especies exóticas ha sido una de las actividades centrales de su trabajo, por ejemplo en las islas del Pacífico de México. En los últimos años se ha comenzado a considerar el problema de las especies exóticas en el manejo de las áreas protegidas y en la investigación ecológica”.
De allí la gran pertinencia de la estrategia que lanza la Conabio, añade el experto forestal de Manantlán.
“El cambio en la distribución geográfica de las especies es un proceso natural y es resultado de la interacción entre la biología de plantas, animales y microorganismos entre sí y las condiciones del ambiente físico. Los seres humanos han sido un importante agente de dispersión de organismos, ya sea intencional -por ejemplo la introducción de plantas cultivadas o animales domésticos a una nueva área- o accidental -por ejemplo, organismos patógenos o parásitos que afectan la salud humana o los cultivos-“, explica a Público.
Intercambio colombino
Históricamente, “una etapa notable de introducción de especies se dio a partir del siglo XVI ente el Viejo y el Nuevo Mundo (el intercambio colombino); los europeos introdujeron en el continente Americano vacas, caballos, cerdos y gallina, un gran número de cultivos como el trigo o la caña de azúcar. A su vez llevaron al Viejo Mundo cultivos como el maíz, la papa o el jitomate, que ahora forman parte de su cultura culinaria [...] no puede uno imaginar la cocina italiana o española sin jitomates, ni la cultura ranchera de México sin vacas o caballos, ni la dieta sin lácteos”.
No obstante, “también se introdujeron enfermedades infecciosas que causaron epidemias y una dramática caída de la población indígena en América en los años siguientes a la Conquista. Además, se introdujeron organismos nocivos como las ratas”. La introducción de plantas de valor económico o de ornato, que luego “escaparon” e invadieron las comunidades silvestres, “ha causado cambios en la composición de la vegetación, alteración de ecosistemas e incluso el desplazamiento y extinción de especies nativas. Existen numerosos ejemplos: nopales y magueyes mexicanos que han invadido el paisaje de la cuenca del Mediterráneo, el lirio acuático que ha invadido lagos y embalses en México, o pastos africanos que dominan la vegetación en bordes de carreteras y terrenos desmontados en nuestro país. En el este de Estados Unidos la introducción accidental de una enfermedad causada por un hongo ha llevado al borde de la extinción a los castaños, que antaño eran un componente importante de los bosques”.. En México, la situación es más crítica en las islas y los ecosistemas dulceacuícolas.
En tierra
Los ecosistemas terrestres “son relativamente más resistentes, pero también resultan afectados. Por ejemplo, los pastos introducidos deliberadamente como forraje para el ganado -la mayor parte pastos de origen africano- o accidentalmente -como el zacate Melinis o Rhynchelytrum repens de espiga rosada que vemos a la orilla de las carreteras y en medio de los cultivos de agave en Jalisco- invaden algunos hábitats como las selvas bajas y no solo desplazan a otras plantas nativas, sino que pueden favorecer los incendios al aumentar el material combustible.
Otro ejemplo “es un hongo que ataca a los encinos, pero también a otras especies de árboles forestales o frutales, Phytophtora cinnamomi, que es muy difícil de controlar y puede causar la muerte de los árboles en áreas extensas. Este hongo ya ha afectado áreas importantes de encinares en los límites de Colima y Jalisco, entre las Sierras del Mamey y Manantlán”.
Hay en el país pocos especialistas y una ignorancia general sobre el asunto. Por eso es fundamental que esta nueva estrategia -apunta Jardel- no quede como un listado de buenos propósitos. Urge que tenga éxito.
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Eco
“La situación es más crítica en el caso de las islas, cuyas comunidades bióticas son extremadamente sensibles a la invasión de especies exóticas que depredan a las especies nativas o compiten con estas […] otros hábitats críticos son los lagos y ríos, donde por ejemplo el lirio o las tilapias y otras especies introducidas han provocado severos cambios en los ecosistemas y han extinguido especies nativas”
1 comentario:
Sin duda la estrategia de actuación era necesaria, aunque en mi opinion aún esta falta de más peso en cuanto a metodología de actuación, metodologia como matriz GAGO, u otro tipo de a´nálisis de riesgos.
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