Propietarios de la montaña en Talpa lanzaron la oferta al gobierno del estado. El Ejecutivo analizará una propuesta para adquirir parte de estas florestas por poco más de 9 millones de pesos. Descubridor del bosque resalta que biodiversidad de la zona vale cientos de veces más
Guadalajara. Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO. Edición del 23 de octubre de 2010
Como sucedió en décadas pasadas con los parques nacionales, y en los últimos tiempos con la vasta selva de Calakmul, Campeche, o el mismo bosque La Primavera, la expropiación o compra de tierras es una opción que se abre, en esta ocasión, como posibilidad para garantizar la permanencia de una parte importante de las cañadas donde sobrevive el reducto de arces o árbol de maple mejor conservado del país, en el municipio jalisciense de Talpa de Allende.
La oferta fue lanzada hace algunos meses al rector de la Universidad de Guadalajara (UdeG), Marco Antonio Cortés Guardado, por una familia poseedora de alrededor de tres mil hectáreas (ha) boscosas. El precio suena a ganga: alrededor de tres mil pesos por ha, lo que significa que esa vasta heredad podría adquirirse para el patrimonio público de Jalisco por poco más de nueve millones de pesos.
Ahora, los propietarios —cuyos nombres permanecen sin ser publicitados— han presentado su oferta al gobernador del estado, Emilio González Márquez. La idea sería que por medio de la Secretaría de Desarrollo Urbano (Sedeur) se pudieran aportar recursos a cuenta de las mitigaciones que la dependencia debe seguir financiando por las obras carreteras de la zona.
Pero el director de Planeación Ambiental y Desarrollo Sustentable de la Secretaría de Medio Ambiente (Semades), Antonio Ondorica Hermosillo, considera que no es la única posibilidad: también se puede establecer algún patronato o fideicomiso privado que colecte el dinero y entregue esos terrenos para la conservación, tal y como sucedió en 2005 con la gigantesca reserva de selva tropical de Calakmul, a la que se le incorporaron, por poco más de 30 millones de pesos, 151 mil ha, con financiamiento mayoritariamente privado (Público, 18 de marzo de 2005).
“Está regalado, a tres mil pesos la hectárea, a 30 centavos el metro cuadrado”, secunda Antonio Vázquez García, uno de los botánicos de altos vuelos que tiene el Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Administrativas (CUCBA).
¿Los vale? Vázquez García, codescubridor y responsable de los inventarios de esta floresta de niebla, que los científicos clasifican como “bosque mesófilo de montaña”, no tiene la menor duda: “estamos hablando de uno de los bosques en su tipo más extraordinarios de América del Norte […] toda esta conjunción de elementos de diferente origen y procedencia que han llegado en esta época no encuentran paralelo, no encuentran un bosque análogo en todo el continente americano”, señala sin dudar (ver nota aparte).
No se diga de los servicios ambientales que presta esta zona alta, cuna del río Talpa que converge al Ameca, y del San Nicolás, el más copioso de los que desembocan en el Pacífico central. El riesgo de que se pierda es algo más que latente, pues en el pasado reciente la propia Sedeur abrió estos bosques sin permisos ambientales para construir una ruta pavimentada de Talpa a Llano Grande, lo que devastó una parte de la umbría. Lo peor del caso es que la carretera se dejó a medias, por lo que el deterioro no ha terminado.
Por esas obras ilegales, la dependencia fue multada por la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa). E invirtió más de nueve millones de pesos en comprar apenas 150 ha de la zona núcleo… a 60 mil pesos por ha (Público, 28 de enero de 2007).
De la nueva propuesta, a costos de apenas 5 por ciento por ha, en comparación con la primera compra, no hay una respuesta oficial.
Pero será medular lo que se decida porque la Semades tiene en fase de consulta establecer en la zona un parque ecológico estatal de poco menos de siete mil ha, que ya ha encontrado resistencias entre los propietarios del área (Público, 10 de octubre de 2010).
Nueve millones de pesos es el costo promedio de la construcción de 1.5 kilómetros de una carretera tipo C, o 30 por ciento de lo que cuesta un paso a desnivel simple en una ciudad, o algo más de 2 por ciento de lo que costará el puente atirantado que edifica el gobierno de Emilio González Márquez sobre la calzada Lázaro Cárdenas, en la zona económicamente más importante de la capital de Jalisco.
Aun así, hay quienes consideran que “no hay dinero” para hacer la compra. Pero el bosque de arces no podrá esperar siempre.
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La oferta fue lanzada hace algunos meses al rector de la Universidad de Guadalajara (UdeG), Marco Antonio Cortés Guardado, por una familia poseedora de alrededor de tres mil hectáreas (ha) boscosas. El precio suena a ganga: alrededor de tres mil pesos por ha, lo que significa que esa vasta heredad podría adquirirse para el patrimonio público de Jalisco por poco más de nueve millones de pesos.
Ahora, los propietarios —cuyos nombres permanecen sin ser publicitados— han presentado su oferta al gobernador del estado, Emilio González Márquez. La idea sería que por medio de la Secretaría de Desarrollo Urbano (Sedeur) se pudieran aportar recursos a cuenta de las mitigaciones que la dependencia debe seguir financiando por las obras carreteras de la zona.
Pero el director de Planeación Ambiental y Desarrollo Sustentable de la Secretaría de Medio Ambiente (Semades), Antonio Ondorica Hermosillo, considera que no es la única posibilidad: también se puede establecer algún patronato o fideicomiso privado que colecte el dinero y entregue esos terrenos para la conservación, tal y como sucedió en 2005 con la gigantesca reserva de selva tropical de Calakmul, a la que se le incorporaron, por poco más de 30 millones de pesos, 151 mil ha, con financiamiento mayoritariamente privado (Público, 18 de marzo de 2005).
“Está regalado, a tres mil pesos la hectárea, a 30 centavos el metro cuadrado”, secunda Antonio Vázquez García, uno de los botánicos de altos vuelos que tiene el Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Administrativas (CUCBA).
¿Los vale? Vázquez García, codescubridor y responsable de los inventarios de esta floresta de niebla, que los científicos clasifican como “bosque mesófilo de montaña”, no tiene la menor duda: “estamos hablando de uno de los bosques en su tipo más extraordinarios de América del Norte […] toda esta conjunción de elementos de diferente origen y procedencia que han llegado en esta época no encuentran paralelo, no encuentran un bosque análogo en todo el continente americano”, señala sin dudar (ver nota aparte).
No se diga de los servicios ambientales que presta esta zona alta, cuna del río Talpa que converge al Ameca, y del San Nicolás, el más copioso de los que desembocan en el Pacífico central. El riesgo de que se pierda es algo más que latente, pues en el pasado reciente la propia Sedeur abrió estos bosques sin permisos ambientales para construir una ruta pavimentada de Talpa a Llano Grande, lo que devastó una parte de la umbría. Lo peor del caso es que la carretera se dejó a medias, por lo que el deterioro no ha terminado.
Por esas obras ilegales, la dependencia fue multada por la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa). E invirtió más de nueve millones de pesos en comprar apenas 150 ha de la zona núcleo… a 60 mil pesos por ha (Público, 28 de enero de 2007).
De la nueva propuesta, a costos de apenas 5 por ciento por ha, en comparación con la primera compra, no hay una respuesta oficial.
Pero será medular lo que se decida porque la Semades tiene en fase de consulta establecer en la zona un parque ecológico estatal de poco menos de siete mil ha, que ya ha encontrado resistencias entre los propietarios del área (Público, 10 de octubre de 2010).
Nueve millones de pesos es el costo promedio de la construcción de 1.5 kilómetros de una carretera tipo C, o 30 por ciento de lo que cuesta un paso a desnivel simple en una ciudad, o algo más de 2 por ciento de lo que costará el puente atirantado que edifica el gobierno de Emilio González Márquez sobre la calzada Lázaro Cárdenas, en la zona económicamente más importante de la capital de Jalisco.
Aun así, hay quienes consideran que “no hay dinero” para hacer la compra. Pero el bosque de arces no podrá esperar siempre.
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Otras compras
En el caso Calakmul, en 2005 se formalizó la compra de 151 mil hectáreas a los ejidos de la zona para establecerlas como parte del área núcleo de la reserva de la biosfera con selvas más grande del país.
Para ello, se pagaron más de 30 millones de pesos aportados por el gobierno federal, pero sobre todo, por recursos acarreados por las organizaciones no gubernamentales Pronatura de la península de Yucatán y Natural Conservancy.
Para el bosque La Primavera, el gobierno de Alberto Cárdenas Jiménez adquirió, en 2001, a poco menos de 20 millones de pesos, un predio de alrededor de 700 hectáreas, Agua Brava.
En el caso Calakmul, en 2005 se formalizó la compra de 151 mil hectáreas a los ejidos de la zona para establecerlas como parte del área núcleo de la reserva de la biosfera con selvas más grande del país.
Para ello, se pagaron más de 30 millones de pesos aportados por el gobierno federal, pero sobre todo, por recursos acarreados por las organizaciones no gubernamentales Pronatura de la península de Yucatán y Natural Conservancy.
Para el bosque La Primavera, el gobierno de Alberto Cárdenas Jiménez adquirió, en 2001, a poco menos de 20 millones de pesos, un predio de alrededor de 700 hectáreas, Agua Brava.
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Hacer un parque estatal no basta, pero “es un comienzo”
Diez años de esfuerzos por proteger el arce, recuento de fracasos
Muchos se sorprenden de que a diez años de su descubrimiento, el bosque de niebla que contiene la mejor comunidad de arces o maple de México, siga sin protección legal, no obstante que para la comunidad científica ha quedado clara la enorme relevancia de su conservación.
La realidad es que los políticos de Jalisco no lo han visto así y la floresta ha debido enfrentar los inconvenientes de su súbita fama, que ha atraído a numerosos turistas y ha generado resistencias entre los madereros de la región Mascota –que ven en las áreas naturales protegidas una expropiación virtual de sus tierras–; así como los derivados de grandes proyectos de infraestructura –una carretera ilegal que destruyó bosques vecinos en la misma cañada– que generaron un “efecto de borde” que ya está dañando la masa forestal, que requiere de alta humedad y muchas sombras para sobrevivir.
Por eso, parece raquítica la intención de la Secretaría de Medio Ambiente para el Desarrollo Sustentable (Semades) de constituir un parque estatal. Antonio Vázquez García, científico que junto a su colega Yalma Vargas descubrió el bosque y comenzó su inventario, dice que es un comienzo.
“Desde el punto de vista científico es ya un avance lograr el establecimiento de estas siete mil hectáreas, y si en un futuro existen mejores condiciones o mejor apoyo, una vez que hayamos convencido con resultados a la población, éste debe de pensarse como una reserva federal de la biosfera con mayores dimensiones, que le den una mayor certidumbre”.
Pero en las condiciones actuales, no se está enfrentando el “efecto de borde” (un fenómeno de degradación ocasionado por la proximidad con un ecosistema diferente, frecuentemente artificial, como es el caso de una carretera o una comunidad humana), lo que está claramente documentado: “nosotros estábamos contemplando como zona núcleo y zona de amortiguamiento un área total propuesta que científicamente debiera tener 56 mil hectáreas; tenemos conocimiento de que en el Amazonas el efecto es nulo después de ocho kilómetros, entonces ni siquiera en estas condiciones se evitaba, pero de cualquier forma habíamos seleccionado las mejores masas, de mayor valor de conservación, en base al endemismo de la biodiversidad, poca fragmentación, y de densidad humana de baja a prácticamente nula”. Y eso con la primera y fracasada propuesta.
Y los efectos de borde, que no tiene que ver con papeleo y procedimientos burocráticos, ya se están viviendo, admite.
“Hay bastante vulnerabilidad […] estas especies no van a germinar si el suelo aumenta su temperatura, lo cual sucede cuando talan árboles o hay aclareos por el disturbio o un exceso de visitas en el área; y no sólo no germinarían ya los oyameles y los podocarpos, sino que en el maple ya se han visto árboles caídos a causa de un barrenador, y estas plagas forestales aumentan con la visita de humanos y esto se convierte en una amenaza, podemos hablar que el bosque ya sido visitado por miles de personas”, agrega.
¿Qué es lo que está en riesgo? “El bosque de arce de Talpa tiene una composición florística muy compleja […] no hay una teoría que explique adecuadamente cómo se originaron estos bosques, se requieren estudios paleobotánicos, genéticos, moleculares, para poder dilucidarlo. Estos bosques han sobrevivido fluctuaciones climáticas durante millones de años, desde el Mioceno y Pleistoceno, cuando los periodos fríos han empujado hacia el sur a los árboles boreales; pero ahora en el periodo actual, Holoceno, que es un poco menos frío y más seco, se están retractando la mayoría de las especies, de tal manera que el bosque sobrevive en un refugio en las cañadas de estas montañas, y viene a ser todo un acontecimiento evolutivo y biogeográfico, sorprendente, espectacular: sería el equivalente a estar viendo vivos algunos mamuts o tigres dientes de sable, pero en vegetales […] de ese tamaño es lo que encontramos allí”.
Es decir, si no sobrevive esta umbría, se borrarán 25 millones de años de evolución.
La realidad es que los políticos de Jalisco no lo han visto así y la floresta ha debido enfrentar los inconvenientes de su súbita fama, que ha atraído a numerosos turistas y ha generado resistencias entre los madereros de la región Mascota –que ven en las áreas naturales protegidas una expropiación virtual de sus tierras–; así como los derivados de grandes proyectos de infraestructura –una carretera ilegal que destruyó bosques vecinos en la misma cañada– que generaron un “efecto de borde” que ya está dañando la masa forestal, que requiere de alta humedad y muchas sombras para sobrevivir.
Por eso, parece raquítica la intención de la Secretaría de Medio Ambiente para el Desarrollo Sustentable (Semades) de constituir un parque estatal. Antonio Vázquez García, científico que junto a su colega Yalma Vargas descubrió el bosque y comenzó su inventario, dice que es un comienzo.
“Desde el punto de vista científico es ya un avance lograr el establecimiento de estas siete mil hectáreas, y si en un futuro existen mejores condiciones o mejor apoyo, una vez que hayamos convencido con resultados a la población, éste debe de pensarse como una reserva federal de la biosfera con mayores dimensiones, que le den una mayor certidumbre”.
Pero en las condiciones actuales, no se está enfrentando el “efecto de borde” (un fenómeno de degradación ocasionado por la proximidad con un ecosistema diferente, frecuentemente artificial, como es el caso de una carretera o una comunidad humana), lo que está claramente documentado: “nosotros estábamos contemplando como zona núcleo y zona de amortiguamiento un área total propuesta que científicamente debiera tener 56 mil hectáreas; tenemos conocimiento de que en el Amazonas el efecto es nulo después de ocho kilómetros, entonces ni siquiera en estas condiciones se evitaba, pero de cualquier forma habíamos seleccionado las mejores masas, de mayor valor de conservación, en base al endemismo de la biodiversidad, poca fragmentación, y de densidad humana de baja a prácticamente nula”. Y eso con la primera y fracasada propuesta.
Y los efectos de borde, que no tiene que ver con papeleo y procedimientos burocráticos, ya se están viviendo, admite.
“Hay bastante vulnerabilidad […] estas especies no van a germinar si el suelo aumenta su temperatura, lo cual sucede cuando talan árboles o hay aclareos por el disturbio o un exceso de visitas en el área; y no sólo no germinarían ya los oyameles y los podocarpos, sino que en el maple ya se han visto árboles caídos a causa de un barrenador, y estas plagas forestales aumentan con la visita de humanos y esto se convierte en una amenaza, podemos hablar que el bosque ya sido visitado por miles de personas”, agrega.
¿Qué es lo que está en riesgo? “El bosque de arce de Talpa tiene una composición florística muy compleja […] no hay una teoría que explique adecuadamente cómo se originaron estos bosques, se requieren estudios paleobotánicos, genéticos, moleculares, para poder dilucidarlo. Estos bosques han sobrevivido fluctuaciones climáticas durante millones de años, desde el Mioceno y Pleistoceno, cuando los periodos fríos han empujado hacia el sur a los árboles boreales; pero ahora en el periodo actual, Holoceno, que es un poco menos frío y más seco, se están retractando la mayoría de las especies, de tal manera que el bosque sobrevive en un refugio en las cañadas de estas montañas, y viene a ser todo un acontecimiento evolutivo y biogeográfico, sorprendente, espectacular: sería el equivalente a estar viendo vivos algunos mamuts o tigres dientes de sable, pero en vegetales […] de ese tamaño es lo que encontramos allí”.
Es decir, si no sobrevive esta umbría, se borrarán 25 millones de años de evolución.
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