domingo, 14 de abril de 2019

Derecho de réplica como abuso de poder

Res Publica/Agustín del Castillo

Encuentro alarmante que entre los periodistas de Jalisco haya cierto consenso sobre la calidad de los exabruptos que son tolerables en los hombres de poder. El gobernador del estado, Enrique Alfaro Ramírez, genera más uniformidad en el gremio periodístico en el sentido de que sus excesos verbales y descalificaciones a la prensa que le es incómoda sean condenados, más allá de uno que otro conductor de espectáculos (que no periodista) que encuentra aceptable la postura de repartir adjetivos y desquitarse en los periodistas de a pie, de la presunta conjura comprada de algunos dueños de medios para desestabilizarsu proyecto (la entrega de pruebas de esta conspiración está pendiente… desde hace como cuatro años).

No nos extraña. No solamente los periodistas padecen sus iras. Organismos sociales que le son críticos, casos de los colectivos feministas que se opusieron a que desapareciera el Instituto Jalisciense de las Mujeres, o los ciudadanos que se han opuesto a su política de redensificación urbana y de privatización de áreas verdes en materia de desarrollo urbano fueron blanco de su cólera y de acusaciones graves que ni probó, ni mucho menos denunció ante el Ministerio Público, como es su obligación (a diferencia de un ciudadano, un funcionario, de acuerdo al Código de Procedimientos Penales, no tiene opción: debe denunciar los delitos que conoce, la omisión significa responsabilidad).

A lo que no termino de encontrarle sentido es que ese juicio severo se suspenda en el caso del presidente Andrés Manuel López Obrador. La disculpa suele ser que se trata de un político de izquierda (aunque la promoción de un estado confesional, el retiro de programas sociales con padrones de beneficiarios y mediciones de resultados, las acusaciones a la “mafia del poder” sin pruebas ni denuncias, la imposición de megaproyectos, la descalificación a pueblos aborígenes por rechazar su modelo económico y político y la intolerancia a la libertad de prensa no sean “agenda de izquierdas”), pero ser de izquierda no es un pasaporte de impunidad: el presidente es cabeza de todo un país y se debe conducir con prudencia y moderación. Lo mismo se debe exigir a un presidente de derechas, liberal, comunista o conservador. En su calidad de servidores públicos no hay la clásica libertad del individuo limitada por los derechos de terceros; opera el principio de legalidad, exactamente al revés: lo que no está expresamente permitido, está prohibido.

El presidente y el gobernador tienen libertad de expresión, pero acotada por su alta investidura. Deben ser prudentes entre prudentes, moderados entre moderados, respetuosos entre respetuosos. Repartir calificativos como “prensa basura”, “prensa fifí” y “periodiquitos” es hacerla de bravucón de la cuadra. Deberían aplicar el maravilloso consejo de las abuelas a los nietos frente al acoso del vecinito impertinente: “Lo cortés no quita lo valiente”.

¿Por qué deben observar esa conducta las autoridades? No porque deban ser buenas personas, aunque no estorba. Sino porque cualquier exceso de ellos es llanamente un abuso de poder. Y si bien, tal vez esos políticos no ordenan suprimir u hostigar disidentes (siempre es tal vez), no falta alguien o muchos en su masa de seguidores para interpretarlo de otro modo. Twitter y Facebook son prueba palmaria de esto. Se fomenta así la violencia y la división social: la política deja de ser factor de concordia, cuando debería pasar de la lucha electoral –sigo la clásica definición de Duverger- a la concertación de los actores cuando son ya gobierno, es decir, gobiernan para todos, no para su masa de seguidores.

El abuso verbal derivado de un supuesto derecho de réplica y una supuesta libertad de expresión degrada la política. Aconsejo a los desorientados defensores de los dos pasionales gobernantes que nos agobian, leer los pronunciamientos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre el tema. Dejemos de validar exabruptos cuyo efecto peligroso es la amenaza de violencia contra el que piensa diferente.

agustindelcastillo@gmail.com

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